Historias a la luz de la lumbrePor: Juan Manuel Jerez Hernández
Escribía Washington Irving, allá por 1832: "El pueblo español ama la fantasía y narra, a la manera oriental, historias maravillosas. En las noches de verano se agrupan en las puertas de sus casas o al alrededor de las grandes y profundas chimeneas de las ventas, durante el invierno, escuchan con verdadero deleite las leyendas de santos, las aventuras de los viajeros y las hazañas de los bandidos y contrabandistas.
IRVING, W. Cuentos de la Alambra. Gerald Brenan en los años 30, nos decía: "Solía entretenerme recogiendo coplas o canciones populares y anotando en un cuaderno creencias y costumbres de tipo folklórico. Puesto que ningún cuadro de la vida aldeana española resulta completo si carece de la narración de este tipo de cosas... "
BRENAN G. Al sur de Granada. Y más tarde, Jean Christian Spahni (años 50), afirmó: "A pesar de su apego a la Iglesia católica, los alpujarreños son supersticiosos. Sus miedos se traducen en la creencia en fantasmas, en buenos y en malos espíritus (duendes) que, por la noche, llaman a las puertas y ventanas, revuelven muebles y poseen el extraño poder de metamorfosearse en animales... "
SPAHNI, JC. La Alpujarra, la Andalucía secreta. En La Alpujarra, las historias (con minúscula y plural), las leyendas, las creencias, los ritos y las supersticiones han durado hasta casi nuestros día (¿o sin casi?) y se ha transmitido de viva voz, corregidos y aumentados, al calor de la tertulia a falta de otras distracciones.
En cualquier plazoleta a la recacha de un tibio sol en invierno, o al fresco crepuscular del verano, en el porche de la casa mientras se cosía, se pelaba almendra o se desfarfollaba, en la taberna, en el lavadero, lugares de encuentro para las mujeres, cuya presencia en las tabernas estaba proscrita, se aventaban historias de moros que escondieron tesoros en cuevas, de encantamientos, aparecidos, almas en pena, duendes, maldiciones. Relatos brujas, hechiceras, curanderos y mal de ojo; noticias de mantequeros, de presos políticos y escaramuzas de los huidos de la sierra y se prescribían los más variopintos remedios caseros para los males más comunes en la zona, que no eran pocos.
Hoy, las chimeneas, donde las hay, han quedado relegada a un rincón de la casa, algunas, incluso, con la lumbre cautiva tras un cristal para que no resten brillo al televisor, artefacto esencial para la magia del siglo XXI y cuyo semicírculo de más metros cuadrados, la gente sigue otras historias, otras leyendas, otros ritos, dicen que más reales, pero más lejanos y menos constructivos.
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