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LA ALPUJARRA

Sesenta leguas a caballo
precedidas de seis en diligencia

Pedro Antonio de Alarcón


PARTE SEXTA

LA SEMANA SANTA
EN SIERRA NEVADA


- I -

LUNES SANTO.- Descansamos en Albuñol.- Cosas de la Luna.- MARTES SANTO.- Nos trasladamos á Murtas.- Preparativos para la peregrinación á Sierra Nevada

    «Día de mucho, víspera de nada», dice el adagio; y, en efecto, el día que se siguió á nuestra inolvidable correría por la orilla del mar constituye una especie de entreacto en la [presente historia] peregrinación á que íbamos dando término.

    Por varias razones; por ser la clásica festividad de la Encarnación [del Señor]; por estar cansadísimos de tres jornadas consecutivas, y porque éranos indispensable preparar nuestro espíritu, nuestro cuerpo y nuestros caballos para la solemne expedición á los pueblos de Sierra Nevada, dedicamos aquel día al reposo, y á ordenar y guardar en el archivo de la memoria todo lo que hasta entonces habíamos visto y sentido en la Alpujarra.- Con esto; con oír misa; con rehabilitar al viejo ex-Carabinero, y con dar un paseo á pie por la rambla, se nos fueron sin sentir las horas del [25 de marzo] LUNES SANTO del año de gracia 1872, dejándonos ya que no recuerdos de exorbitantes aventuras, la plácida memoria de una paz y una tranquilidad impropias de esta desdichada vida.

    [Por último] Á la noche nos obsequió el cielo con una magnífica tempestad, que duró desde las siete hasta las diez, y cuyos majestuosos truenos, repetidos por todos los montes y valles de la Contraviesa en retumbantes y prolongados ecos, simulaban el cañoneo más espantoso de que pueden tener idea los nacidos.- Era la propia tormenta que conjuró la noche anterior la súbita salida de la Luna....- [Por lo visto] ¡Indudablemente, los enconados elementos habían vuelto á encontrarse de manos á boca; y, no llegando esta vez la Tiple de los cielos á punto de meterse por medio y poner paz, habían desnudado los aceros y trabado aquella descomunal [contienda] refriega....

    Yo no sé quién saldría vencedor, ni si llegaría á morir alguno de ellos.- Lo que sé es que, cuando nos acostamos, todo había concluido.... El más profundo silencio reinaba en la naturaleza, turbado solamente por el oficioso lloriqueo de las chorreras que afluyen á la Rambla; la Luna (diosa del lunes) se paseaba con la mayor calma por las soledades del ya despejado firmamento, sin darse por entendida de lo que había pasado.- ¡Y eso que el mar había sido uno de los combatientes! ¡Eso que el mar es su amante, como sabe todo el mundo! ¡Eso que la muy taimada había presenciado el fin de la refriega, oculta detrás de un cortinaje de nubes! ¡Eso que probabilísimamente ella habría tenido la culpa de todo!....- Pero la Luna es la Luna, y mi primo Pepe no le había dicho más que la verdad al insultarla la noche anterior tan descomedidamente.

    Y es cuanto recuerdo del LUNES SANTO.

    La Iglesia, por su parte, había conmemorado aquella mañana, en el Evangelio de la Misa, una de las últimas escenas de la vida del SALVADOR, -vida que ya tocaba á su fin mortal, á su complemento entre los hombres.

(A)   La escena era la siguiente, según San Lucas, traducido por el Padre Scio, de quien por la tarde, á fuer de buenos católicos, nos complacimos en leer la autorizada y muy anotada versión, proponiéndonos hacer lo mismo los días siguientes hasta que terminase la Semana Santa....

  «Y una mujer pecadora que había en la ciudad, cuando supo que estaba (Jesús) á la mesa en casa del Fariseo, llevó un vaso de alabastro, lleno de ungüento.
 »Y poniéndose á sus pies en pos de él, comenzó á regarle con lágrimas los pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y le besaba los pies, y los ungía con el ungüento.
 »Y cuando esto vio el Fariseo que le había convidado, dijo entre sí mismo: Si este hombre fuera profeta, bien sabría quién y cuál es la mujer que le toca: porque pecadora es.
 »Y JESÚS le respondió....
 »-Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. Mas como no tuviesen de qué pagarle, se los perdonó á entrambos.... Por lo cual te digo que perdonados le son á ésta sus muchos pecados, porque amó mucho.
 »Y dijo á ella: Perdonados te son tus pecados». (B)

    El MARTES SANTO fué también día de pocos acontecimientos, ó mejor dicho, de pocas novedades; pero fuelo, en cambio, de grande, emoción y de inmensa expectativa en las filas expedicionarias....- ¡Era la víspera de la excursión aCádiar, y del asalto á la Sierra!

    Á fin de emprender esta excursión y este asalto desde más cerca y con más horas útiles á nuestra disposición, aquel día nos trasladamos á Murtas.- Así quitábamos de en medio tres leguas que nos eran conocidas, e íbamos á dormir, como quien dice, á la frontera de lo desconocido.

    No tengo, pues, para qué referir aquel nuestro segundo viaje de Albuñol á Murtas, el más tranquilo, descansado y racional de cuantos realizamos en la Alpujarra.- Básteos saber que lo emprendimos á una hora muy cómoda; que caminamos al paso que quisieron las bestias, y que no nos salieron al encuentro ni los moriscos, ni los Historiadores, ni los prehistóricos habitantes de la Cueva de los Murciélagos.

    En cambio, vimos por doquier las huellas de la horrible tempestad de la noche anterior.

    El día estaba regular, pero se nublaba á veces....; y aquellos nublos parecían síncopes de la naturaleza, -reminiscencias de su último sobresalto....

    En las Angosturas notamos señales de haber pasado por allí mucha agua....- ¡¡Todavía daba miedo aquel sitio...!! -Olían como á pólvora.

    La Encina Visa había perdido durante la tormenta infinidad de hojas y hasta gran parte de una rama ....- ¡La pobre no está ya para tales jaleos!

    El intrépido mar, á la distancia que lo divisamos desde aquellas alturas, nos pareció dormido.- ¡Se hallaría descansando de la batalla!

    El viento no respiraba siquiera....- Por lo visto, él había sido el muerto.- «No se movía el elemento»...., como suele decirse en aquel país.

    En cuanto á la Sierra.... ¡ah! la Sierra, habíase vestido de limpio para recibirnos en toda regla al día siguiente.- Estaba, sí, recién nevada, y sus faldas de encaje bajaban hasta los pueblos en que debíamos andar las Estaciones el Jueves Santo....

    Pero á propósito de faldas:

    Aquel día iban con nosotros (en lugar de graves señores como otras veces) dos ó tres gallardos mancebos de Albuñol, en estado de merecer, los cuales llevaban en el ojal las primeras rosas de olor de la Costa, -destinadas, según entendimos, á tal y cual señorita de Murtas y de Sierra Nevada....

    No tengo más que decir en este punto.... ¡Apreciad vosotros ahora, según vuestra edad, vuestro sexo y el estado sanitario de vuestra alma, todo el simbolismo de aquel mensaje que le enviaba la primavera al invierno; todo lo expresivo y tierno de aquel regalo que iban á hacer los ribereños del mar á las hijas de las perpetuas nieves, todo lo que significaban aquellas flores en manos de la gentil adolescencia!....

    Consuélense, pues, los viejos.... y los filósofos.... y los desgraciados: -El mundo no lleva trazas de acabarse.- Afortunadamente para la poesía, para el Arte, para la propagación de nuestra especie y para la guerra, siempre habrá jóvenes nuevos, y por consiguiente amadas nuevas, nuevos madrigales, nuevos idilios, nuevos amorcillos que pintar, nuevas Venus que esculpir, nuevos casamientos y nuevos bautizos á que ser convidados, y nuevos mozos que entren en quintas cuando determine la Ley....

    Alguien lo ha dicho:

Por mucha gente que muera
desengañada de amores,
tendrá cada primavera
tantos pájaros y flores
como tuvo la primera.

    .... .... .... .... .... ....

    Al oscurecer llegamos á Murtas.

    Ya estaban allí, procedentes de sus respectivos pueblos, otros amigos que debían [también formar parte de la expedición] acompañarnos á Cádiar y á la Sierra....

    -En la Sierra está nevando.... (nos dijeron), pero el Sol se ha puesto por claro, y mañana hará buen día.

    Á cuál noticia era mejor.

    En Murtas nos aguardaba además, como siempre, la inagotable bondad de aquella obsequiosa familia que ya nos había albergado otras dos noches bajo su techo.- Pasamos, pues, las horas de la velada en la grata compañía de tanto buen amigo, y disponiéndolo y concertándolo todo para emprender la marcha á la mañana siguiente muy temprano; -después de lo cual, dimos fondo en el Puerto del Sueño...., situado entre el Continente del Olvido y la Isla de la Locura.

    [Desembarcaron luego, en] Pasaron luego á ésta Isla nuestras almas, escapándose de nuestros cuerpos, y allí anduvieron vagando hasta el amanecer, [al arbitrio] rodeadas de fantasmas y monstruos [que la pueblan; quién de nosotros] más ó menos terribles; cual de ellas luchando con una pesadilla, negra como las panteras de Java; [quién] cual hablando con sus muertos queridos; [quién] cual persiguiendo ensueños de gloria, de justicia y de felicidad; [quién] cual en plácido coloquio con el dulce objeto de un amor imposible; [quién] cual, en fin, departiendo con la benigna muerte[, al otro lado de la tumba,] acerca de las cosas que [no se le alcanzaron en este globo llamado La Tierra como pudiera haberse llamado El Agua, ó La Piedra, ó Joaquina, ó California, -y al que Dios sabe cómo denominarán los habitantes de Venus...., si los tiene....] nunca acertó á comprensder en este infierno de la vida....

    Quiero decir que nos dormimos y soñamos....

    Pero antes de dormir y de soñar [cumplimos nuestros deberes de cristianos leyendo] leimos el Evangelio de aquel segundo día de Semana Santa.

    La parte propia del Martes Santo, era este melancólico pasaje:

  «Y el primer día de los Ázimos, cuando sacrificaban la Pascua, le dicen sus Discípulos: -¿Dónde quieres que vayamos á disponerte para que comas la Pascua?
   »Y envía dos de sus Discípulos y les dice: -Id á la ciudad, y encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidle.
   »Y en donde quiera que entrare, decid al dueño de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento en donde he de comer la Pascua con mis discípulos?
   »Y él os mostrará un cenáculo grande, aderezado: disponed allí para nosotros» - (San Marcos, cap. XIV.)

.... .... .... .... .... ....

    ¡Con qué majestad y con qué sencillez á un mismo tiempo se iba preparando la Epopeya de los siglos! (C)



- II -

MIÉRCOLES SANTO.- Vista panorámica de Sierra Nevada

    Eran las ocho de la mañana. Llevaba el sol dos horas de estar sobre el horizonte, y nosotros habíamos andado ya una legua, ó sea la mitad del camino que media entre Murtas y Cádiar.

    El día estaba magnífico.- Era uno de esos días puros, espléndidos, radiantes, que suelen seguir á otro de nevada, cual si el astro-rey los dedicase al placer de contemplar la nieve, de enamorarla, de seducirla, de hacerle reír y llorar á un mismo tiempo; -días solemnes y melancólicos, alegres y tristes, como el primero de la paz después de una larga guerra; como aquél en que Noé desembarcó del Arca; como el de la muerte de vuestro peor enemigo; como el del casamiento de vuestra última hija; como la convalecencia después de la Extrema Unción; como unas segundas nupcias; como la libertad tras el cautiverio; como la toma de posesión de una gran herencia; como el regreso á la patria; como la tardía hora de la justicia; como el del estreno de una pierna de palo, etc., etc.

    Por encargo de los alpujarreños que iban con nosotros, hacía ya algunos minutos que nuestras miradas no se extendían más allá de las crines de los caballos, pues querían contemplásemos entero, de golpe, de una ojeada sola, en el momento crítico y oportuno, el sublime espectáculo que nos aguardaba....

    Á la hora susodicha, este momento estaba llegando, y prueba de ello era que, después de haber bajado y subido muchas cuestas pequeñas, llevábamos un largo rato de no hacer más que subir....

    De pronto observamos que ya no subíamos....

    -¡Alto! (exclamaron entonces nuestros amigos). ¡Vista á la derecha! ¡Mirad ahora cuanto queráis!

    Nosotros obedecimos y miramos....


    Toda Sierra Nevada estaba ante nuestros ojos.

Panorámica de La Alpujarra y Sierra Nevada

    TodaSierra Nevada.... ¡toda!....; desde la base hasta las cúspides, sin colinas intermedias, y solamente separada ya de nosotros por las amplias y profundas cuencas de los pujantes ríos de Cádiar y de Yátor.- ¡Toda Sierra Nevada...., desde el boquete de Tablate, por donde entramos ocho días antes en el recinto alpujarreño, hasta más allá de Laroles, punto extremo á que se dirigía nuestra peregrinación!.- ¡Toda Sierra Nevada, extendiéndose de Poniente á Levante en una línea de once leguas, como un descomunal anfiteatro, en cuyo ciclópeo graderío se asentaban más de cuarenta pueblos!.- ¡Toda Sierra Nevada, monumento incomparable, alzado sobre inmensos pedestales de color de violeta, con su zócalo recamado de anchas franjas de [amenísima verdura] verdes siembras; hendido acá y acullá, de arriba abajo, por relucientes chorros de agua cristalina; cubierto á trechos de bosques que parecían bordados en las laderas de los barrancos, y blanca y resplandeciente al fin, desde su media altura hasta las excelsas cumbres, cual si fuera de bruñida plata! - ¡Maravilloso templo en verdad, levantado allí por el Creador para morada de las Cuatro Estaciones!

    [A nadie sorprenda que nuestra admiración llegase á tal extremo] ¡Declarémoslo!.... ¡No basta haber visto á Sierra Nevada por el otro lado, esto es, por el lado de Granada, y de Guadix, para tener idea de su grandeza y de su hermosura!- Allí no hay modo de contemplar de una vez y á corta distancia toda la cordillera: allí no se presentan nunca de frente y en orden de batalla todas sus cimas.- Granada no ve más que el señorío del Veleta: Guadix nada más que el reino patrimonial del Mulhacén. ¡Ni la una ni la otra Ciudad descubre á un mismo tiempo todo el vasto imperio presidido por este viejo Rey! Entre el Mulhacén y el Veleta se interpone por aquella parte, á lo menos para el espectador, el formidable espolón ó contrafuerte que, adelantándose hasta el Molinillo, entiba en los cimientos de Sierra Arana, y aquel espolón separa el horizonte accitano del granadino, partiendo la perspectiva de la Sierra en dos mitades casi iguales....- Pero por el lado de la Alpujarra la antigua Orospeda se muestra de cuerpo entero, cabal, íntegra, desnuda, pródiga de sus encantos, - á la manera de deidad mitológica que, no recelando llegar á ser vista, discurre...., como su madre la parió, ó sea en cueros vivos (¡las cosas claras!), por los sagrados bosques.... [de la Literatura y del Arte.]

    Así es que en aquel punto y hora quedó satisfecha por completo mi curiosidad de tantos años acerca de cómo sería Sierra Nevada por la banda del Sur, y formé completo juicio de la forma, estructura y respectiva proporción de sus ingentes moles....

    [Con que prosigamos nuestra descripción] Alzado sobre aquel desmesurado catafalco, cuya magnificencia tenía algo de fúnebre y mucho de triunfal, enseñoreábase el Mulhacén en perpetua apoteosis, sin reconocer otro rival en Europa que los formidables Alpes....- ¡El Mulhacén!.... No hay palabras ni habría pincel con que poder dar idea de la pureza inmortal, de la transparencia empírea, de la claridad seráfica, con que se destacaba allí la nieve sobre el cielo. Lo blanco y lo azul, al demarcar sus plácidos límites y trazar el nítido perfil de la suprema cima, se regalaban mutuamente unos resplandores tan suaves, ó casaban de tal modo la candidez con la limpieza, la inocencia con la [claridad] diafanidad, lo inmaculado con lo infinito, lo reciente con lo eterno, lo intacto con lo intacto, que parecíame tener ante los ojos la realidad inefable de cuanto soñó Murillo al vestir de azul y blanco sus Purísimas Concepciones.

    Yo no sé en qué consistiría, como razón física ó moral, lo que acabo de intentar decir: no sé si en que la silueta de la Sierra se proyectaba sobre el mágico turquí del cielo que más amo en el mundo; no sé si en que yo estaba acostumbrado á mirar aquella silueta de Norte á Sur, y á la sazón la miraba de Sur á Norte (lo cual determina siempre un cambio en el tono de los celajes recortados por las nieves): no sé si en que aquellos días empezaba la Primavera: no sé si en que era Miércoles Santo: no sé, en fin, si en que uno va ya para viejo.... Lo que sé únicamente es que aquel ósculo purísimo que le daba la nieve al cielo tuvo para mí en tal instante algo de extraordinario y sobrenatural, que en vano intentaría definir una pobre pluma....


    Mons Solis (Monte del Sol), y de aquí Solaria, denominaron también los romanos á la que oficialmente llamaban Orospeda.- Lo de Solaria ó Mons Solis referíase sin duda á que el Sol ilumina y deja de iluminar sus crestas media hora antes de haber salido y media hora después de haberse puesto para todas las comarcas adyacentes.- De lo de Orospeda no recuerdo el origen.

    Los Árabes corrompieron el nombre de Solaria y llamaron á Sierra Nevada, ora Solair, ora Xolair; mientras que los españoles cristianos de la Edad Media, entre ellos D. Alonso el Sabio, descompusieron erróneamente el Solair de los Moros y apellidaron á aquella cordillera la Sierra del Sol y el Aire (Sol-air) 1.

    «Maravilla de la tierra, de donde brotan treinta y cuatro ríos y arroyos», llámala el gran poeta mahometano-andaluz lbn-Aljathib, en la introducción á la Yhatha.- «Madre de Andalucía», la llamé yo en la primera parte de este libro.- «Venere genitrice» la llamo ahora en italiano....

    Pero sigamos describiendo.

    Á la izquierda del Mulhacén gallardeaba el Picacho de Veleta, virrey de Lanjarón y de Órgiva; señor feudal de Granada; presunto heredero de la corona de Sierra Nevada, y digno ciertamente de su tratamiento de Alteza (¡era tan alto!); -así como el Mulhacén (por ser mayor) merecía á todas luces el de Majestad.... (Major.- vel magis, sive magé.)

    Otras respetables cumbres descollaban en la gigante cadena: verbigracia, la Alcazaba, Tajos Altos, la Caldera, el Cerro de los Machos, el Pico del Almirez, etc.; y por cierto que nos dolió muchísimo que estos Infantes [(que diríamos en España)] no tuviesen unos nombres más poéticos y graciosos.... -En cambio, hubimos de reconocer que ninguno desmentía su estirpe, pues todos ellos medían de 12 á 12.300 piés [de altura] sobre el nivel del mar.- Del Veleta ya hemos dicho que se alza 12.680.- Y, por lo que toca al Mulhacén, pasa de los 12.800; [que es, como si dijéramos,] lo cual equivale, en términos modernos, á tres kilómetros y medio de estatura.

  «Pero ¿qué es mi pobre Mulhacén (escribía yo hace años en medio de los Alpes) comparado con el Mont-Blanc? ¡Colocad sobre la cúspide de Sierra Nevada otra sierra de cuatro mil novecientos pies de elevación, y tendréis la cumbre que estamos contemplando!»

    Y luego añadía:

  «Verdaderamente, el Mont-Blanc pudiera ser todavía un poco más alto.- La cumbre del Himalaya, sin ir á otro planeta, mide veintiocho mil pies de elevación; es decir, casi doble estatura que el Mont-Blanc.- Y aún el mismo Himalaya podría tener algunos metros más.- Y, aunque llegase á las estrellas fijas, cualquiera conseguiría sin grande esfuerzo imaginárselo un poco mayor....»

    Y terminaba diciendo:

  «Pero yo no debía revelar al público estos secretos, ni disminuir con tales reflexiones la importancia de mi viaje.»

    Lo mismo digo hoy; -y ateniéndome á esta última observación, y para que volváis á venerar la Sierra alpujarreña, agregaré ahora: que, aunque finita, su altura casi dobla la del Guadarrama 2, tan respetado por los matritenses; y que, ya que no de otra cosa, el Mulhacén y el Veleta pueden jactarse de que (según ya he dicho varias veces) ni en el resto de España ni en el resto de Europa haya otros montes tan altos como ellos, fuera de sus progenitores los Alpes....- ¡Algo es algo!

    Por lo demás, y volviendo á nuestra contemplación, los titanes de hielo de la Alpujarra no gozaban aquella mañana en su encumbrado solio de toda la seguridad que pudiera suponerse....- Lejos de ello, ¡en qué se veían de tener á raya á los pueblos que se les subían á las barbas por todas partes, sin consideración alguna á la nieve de los siglos!

    Sobre todo, á orillas del consabido Barranco de Poqueira la cosa parecía muy formal....; bien que al propio tiempo ofreciera un aspecto muy cómico, -según que ya habíamos observado más detalladamente desde el Puerto de Jubiley.... ¡Figuraos que, hacia aquella parte, trepaban por lo alto de una vastísima ladera, casi vertical, uno detrás de otro y convenientemente distanciados (que diría un militar puro), tres ó cuatro lugarcillos, con sus campanarios á la cabeza, todos en dirección al mismísimo Picacho como batallones escalonados en masa que fueran al asalto de la nevada cúspide!....

    Aquellos batallones (digo, aquellos pueblos) debían ser Pampaneira , Bubión, Poqueira y Alguástar.- Algo más cerca, veíamos gatear por otra ladera arriba, con un intento análogo, y á mucha mayor altura, al famoso Trevélez, llevando en pos de sí toda la Taha de Pitres....; pero estos otros escaladores no podían inspirar ya tanto cuidado, pues tenían que habérselas con la inaccesible mole del Mulhacén.- Por último: enfrente y á nuestra derecha se descubrían, en ademan más pacífico (y como grupos de espectadores sentados en las gradas de aquel descompasado anfiteatro), unos veinte pueblos más, entre los cuales se contaban todos aquéllos en que habíamos de andar las Estaciones al día siguiente....

    Sí; allí estaban: primero,Busquístar, Tímar, Lobras y Jubiles; -luego, los Dos Bérchules, en una extraordinaria altura; -debajo de ellos, Yátor, mirándose en su río; -encima, Yegen (donde dormiríamos aquella noche), chico y verde como un oasis; -en seguida, Mecina de Bombaron, el pueblo de ABEN-ABOO, -y enfrente VÁLOR, el señorío de ABEN-HUMEYA; -más al Este, Nechite; -a sus pies, Mecina Alfahar; -allá arriba, Mairena; á continuación, Júbar; -más alto aún, Laroles; -y, sobre Laroles, el Puerto de la Ragua, temeroso tránsito al horizonte de Guadix; -y debajo de Laroles, Picena; -y debajo de Picena, Cherin, ya casi en la llanura; -y allí la cuenca de un río, prolongación de un inclinado barranco; -y, al otro lado del barranco, la provincia de Almería, representada por Alcolea, Lucainena y Darrícal, que ya pertenecen á Sierra de Gádor; -y, entre Sierra de Gádor y Sierra Nevada, la entrada del alto llano del Laujar, de la Taha de Andarax, de la residencia de BOABDIL, del ZAGAL, de CID-HIAYA y de ABEN-HUMEYA; ¡del lúgubre escenario donde este último encontró tan desdichada muerte!

    Nada más lejos de mi ánimo que describir aquí el aspecto particular de ninguno de los lugares citados.- ¡Fuera cuento de nunca acabar!.... -Ya iremos á algunos de ellos....; y, por lo que toca á los restantes, habréis de contentaros con saber su nombre y su situación....- Mas no puedo prescindir de hacer desde luego especialísima mención de cierta ilustre Villa que contemplábamos en aquel momento á una gran distancia, y que habíamos de visitar dos días después.- ¡Ugíjar, la antigua ciudad, la verdadera metrópoli de la Alpujarra, acababa de aparecer también á nuestros ojos, pero no encaramada en un monte, ni escondida en una rambla, ni opresa en un barranco, como los demás pueblos de aquel enmarañado país, sino aristocráticamente extendida al pie de la Sierra, en un terreno casi llano, en medio de una tierra feracísima, con su horizonte propio, cercado de montañas ajenas, y, en fin, ni más ni menos que las poblaciones del mundo!

    El más impaciente, deseo de visitar á Ugíjar nos acometió en aquel instante, al hacernos cargo de su situación, y necesario fué todo nuestro respeto á los itinerarios preestablecidos, para que dejásemos transcurrir todavía dos soles antes de pasear nuestros corceles y mulos por su encantadora campiña y mansas calles.... -En cambio, había llegado el momento de dirigirnos á dos pueblos que no figuran entre los que acabamos de citar; á dos pueblos que no descubríamos desde aquel viso, precisamente porque eran los que más cerca se hallaban de nosotros; á Cádiar y Narila, en suma, que, como quien dice, estaban escuchando la conversación....

    Cádiar, patria y residencia habitual de D. FERNANDO el Zaguer, y algunas veces corte del mismo ABEN-HUMEYA; y la diminuta Narila, que, según veremos, viene á ser como el Trianon de aquel Versalles, quedaban escondidos en lo hondo del foso que nos separaba de la Sierra y tapados por algunos montículos que se prolongan entre los lechos del Cádiar y del Yátor....

    -¡Bajemos á Cádiar! -gritose en las filas luego que hubimos saciado nuestros ojos en la contemplación de la gran Cordillera.

    -¡Sí!.... ¡sí!.... ¡Bajemos á Cádiar! -repetí yo, pasando de una devoción á otra, ó sea recordando que en Cádiar principia el terrible drama intitulado «Aben-Humeya», escrito por el ilustre Martínez de la Rosa.

    Pero antes de bajar y de convertir por ende mi atención á los espectáculos humanos, torné á abarcar con la vista el espectáculo divino de la Sierra, á la cual pedí perdón de todas las puerilidades humorísticas que solía deducir de su aspecto verdaderamente augusto.... Y la Sierra, con la sublime serenidad de su excelsitud, diome á entender que ella está fuera del alcance de toda irreverencia mundana, y que no se había enterado siquiera de que yo andaba por el mundo....

    Entonces fué cuando verdaderamente sentí todo el peso de su poderío; y no sin terror pensé que á la tarde mediríamos nuestras débiles fuerzas con las suyas [y correríamos por] al escalar sus inconmensurables laderas como hormiga que se aventura á curiosear por el lomo de un elefante.


    Bajando hacia Cádiar, pasamos por el renombrado Portel.

    Llámase así una encrucijada de cuatro veredas, ó más bien de dos (la que sigue el correo para ir de Órgiva á Ugíjar y la que va de la Costa, al promedio de la Sierra), que se cortan en ángulo recto en una depresión de la divisoria que baja del Mulhacén y que separa los ríos de Cádiar y de Yátor....

    El Portel es, por consiguiente, la posición más estratégica que se pudiera desear para una emboscada; y harto lo han comprendido en todos tiempos desde los guerreros de mayor nombradía hasta los simples malhechores; desde el Marqués de Mondéjar hasta los Monfíes; desde ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO hasta las partidas de ladrones de la época presente (o, mejor dicho, de la época de nuestros padres; -pues hoy no se oye hablar de robos en la Alpujarra).- Pero la fama del Portel no disminuye por eso; y todo el mundo pasa por aquel sitio, como nosotros pasamos, -evocando las inultas sombras de tantos como lo habrán regado con su sangre en pugna religiosa, en guerra de independencia, en lucha civil ó á manos de vulgarísimos bandoleros....
.... .... .... .... .... ....

    Fuera ya del triste paraje, descubrimos un horizonte desahogado y riente, olivares inmensos y un sonoroso y espumante río.... -¡Nos acercábamos á Cádiar!

    No faltó quien nos indicase entonces cuál de los vetustos olivos que vimos en los alrededores del lugar era segurísimamente la famosa olivera á cuya sombra, según los historiadores, fué coronado ABEN-HUMEYA Rey de Granada....- Sin embargo, nosotros, en la duda de si habría alguna equivocación de por medio, saludamos aquel árbol de una manera equívoca.... y continuamos nuestro camino.

    Á todo esto, ya no se veía el Mulhacén.- Habíamos bajado tanto para llegar á lo hondo de la cuenca que separa á Sierra Nevad á del resto de los montes alpujarreños, que otras alturas de segundo orden nos impedían, como más próximas á nuestras narices, divisar las cumbres verdaderamente soberanas....- Tampoco las divisamos luego desde Cádiar....- Es decir, que al Mulhacén se le distingue á una distancia de sesenta leguas; se le distingue desde la Mancha; se le distingue desde el Estrecho de Gibraltar; se le distingue desde el interior del Imperio de Marruecos.... ¡y no se le ve desde el humilde pueblo en que nace!....

    Nemo propheta est in patria sua.



- III -

Sigue el MIÉRCOLES SANTO.- Cádiar.- Una tragedia.- El drama de Martínez de la Rosa.- Cosas de los historiadores.- Narila.- Por la señal.... de la Santa Cruz....- Yátor

    Poco después de las nueve llegamos á Cádiar.

    El aspecto de este lugar.... (¡asombro causa que ni siquiera sea villa, cuando tantas ciudades quisieran tener su historia y su hermosura!....) -el aspecto de Cádiar, digo, es de lo más pintoresco, noble y principal que puede darse, partiendo siempre del principio de que se trata de una población de 2.354 almas.... Más que un pueblo agrícola y ganadero (y no es otra cosa), parece lo que fué hace trescientos años; una residencia de príncipes, una mansión de placeres; un Aranjuez, un Versalles, una Capua....

    Todo esto, se entiende, visto por fuera, y considerando en conjunto, como nosotros consideramos ahora, sus grandes casas rodeadas de huertas y jardines, sus oscuros olivares, su refulgente río, sus floridos campos, la poética bruma que se resistía á dejar las alamedas, el radiante azul del cielo á que no lograba subir aquella bruma, y el alegre sol que plateaba las cercanas nieves, doraba los edificios, relucía en las aguas, argentaba la misma niebla y convertía en penachos de colores las columnas de humo de los hogares....- Visto después por dentro, Cádiar nos pareció lo que cualquier otro pueblo campestre de su categoría estadística....

    Sin embargo, aún entonces, encontramos algunas casas tan majestuosas, otras construidas en situación tan á propósito para gozar de los encantos del Valle y de la Sierra, sobre todo, tan cuidadosamente rodeada de huertas y jardines, y tan en contacto con un carmen ó huerto, cercado de muros que servían de sostén á lujosas parras...., que Cádiar, siguió siendo el Cádiar de mi fantasía, y todos los personajes históricos que pululaban en mi memoria tuvieron holgado albergue en que alojarse.

    ¡En cuanto á nosotros, éramos esperados precisamente en aquella gran casa de las huertas y los jardines!....- Una vez en ella, y no bien hubimos contemplado sus amplias y bien dispuestas habitaciones, disfrutado de sus deliciosas vistas sobre el Valle y sobre las faldas de Sierra Nevada, y recorrido el jardín de los lujosos parrales (todo ello antes, al mismo tiempo y después de ser remediados con un exquisito almuerzo por el noble señor que allí vivía y á quien Dios recompense [el bien que nos hizo] tanta liberalidad, así como á sus gallardas hijas, á sus diligentes hijos y [á todos sus] demás deudos [las atenciones que nos prodigaron]); una vez, digo, que formé completa idea de la ventajosísima situación que ocupaba aquel edificio para poder gozar á un mismo tiempo de la sociedad y de la soledad, del trato de los hombres y de los placeres del campo, no me cupo ya duda de que estábamos en una casa construida sobre los cimientos de aquélla en que nació y vivió casi siempre el opulento D. FERNANDO el Zaguar, ó sea Aben-Xaguar, tío y protector del REYECILLO....

    No soy yo dado á esta clase de conjeturas; pero en la ocasión á que me refiero, tenía la evidencia de no equivocarme. [En efecto,] Ningún otro sitio hay en Cádiar, que pudiera haber preferido para edificar su morada un príncipe tan poderoso, espléndido y sibarita como el Zaguer; ninguno más adecuado para asiento de un palacio al gusto de los Moros; ninguno más apartado y más seguro á un tiempo mismo; ninguno más deleitable y solo, al par que más confundido en apariencia con el resto de la población....- Y, por lo demás, todos los árboles seculares de aquellos hermosos huertos que rodean la casa eran otros tantos mudos testigos, prontos á declarar en favor de mis sospechas....

    Si, pues, aquélla había sido la mansión de don FERNANDO el Zaguer, y á éste lo heredó ABEN-HUMEYA, como aseguran las historias, ¡estábamos en una de las casas del Rey alpujarreño...., y hasta ¡quién sabe si en la que sirvió de escenario á la segunda de las tres lúgubres tragedias que forman la trilogía de su destino!....

    La primera de estas tragedias nos es ya conocida: fué aquélla que tuvo por desenlace el bárbaro tormento de ABEN-ABOO.- La tercera, en que ABEN-HUMEYA muere con la augusta tranquilidad de los personajes de Esquilo, nos aguarda más adelante.- Ahora vamos á presenciar la segunda, cuyo lastimoso argumento es la desastrada muerte de Muley Carime ó sea de Miguel de Rojas, padre de la primera -y única legítima -esposa del REYECILLO.

    No fueron empero los Historiadores quienes aquella vez nos ayudaron á rasgar los velos del tiempo y resucitar lo pasado....- (Los Historiadores tratan aquel misterioso suceso á medida de su mayor ó menor aversión á los Moriscos.... [cuál lo recarga de negras tintas; cuál pasa sobre él rápidamente; cuál lo atenúa con generoso criterio; cuál llega casi hasta admirarlo....Texto recogido solo en la 1ª edición] - Según unos, el mismo ABEN-HUMEYA asestó el primer golpe contra su suegro; según otros, lo mandó matar; según otros, y según la tradición, lo indujo á que se matara con su propia mano....) - ¡Un poeta.... va á ser hoy nuestro asesor y guía!

    Pero cuenta que ese poeta es el primer escritor granadino del siglo XIX; es nuestro venerable y llorado maestro; era, en fin, [D. Francisco] Martínez de la Rosa; -el cual, después de haber leído todas las crónicas de la Alpujarra y de estudiar maduramente las circunstancias del presente caso, lo expone y analiza con gran elevación de juicio en su ya citado drama Aben-Humeya. -Cierto que, obligado por las exigencias del arte, altera el orden y sucesión de varios hechos, y además nos presenta al REYECILLO muy fiel á su primitiva esposa, cuando ya sabemos lo que pasaba en este punto, y le supone una hija adolescente, que mal podía tener á la edad de veintitrés años; -pero nada de esto impide que las causas del parricidio estén allí dilucidadas magistralmente y con severa imparcialidad histórica.

    Hojeemos, pues, su admirable drama, sin perjuicio de oír luego á los principales cronistas, cuando se trate de la consumación material del crimen.... sacrificio.... ó lo que fuere, llevado á cabo por ABEN-HUMEYA.


    El teatro representa una caverna. (Esto es de rigor escénico para conspirar.)

    Es el día de la proclamación de D. FERNANDO DE VÁLOR como Rey de Granada y de Córdoba.

    El ALFAQUÍ ó sacerdote musulmán, ha arengado á los moriscos, y luego añade:

  ALFAQUÍ.- No basta que rompáis vuestras cadenas: es preciso que levantéis otra vez el trono de Alhamar.... Y no lo habréis olvidado sin duda: el que destina el cielo para cimentarlo de nuevo, es un caudillo de sangre real y de la misma estirpe del Profeta....
  EL PARTAL.- ¡No puede ser, otro sino ABEN-HUMEYA!
  MUCHOS MORISCOS.- ¡Él es! ¡Él es!
  ABEN-ABOO.- ¡Aún no hemos desenvainado el acero, y ya buscamos á quien someternos!
  ABEN-FARAG.-No faltarán valientes que nos guíen á la pelea. ¿Hemos menester más?
  ABEN-ABOO.- Cuando hayamos borrado, á fuerza de honrosos combates, las señales de nuestros hierros; cuando seamos dueños de algunos palmos de tierra en que zanjar á lo menos nuestros sepulcros; cuando podamos siquiera decir que tenemos patria, los que logren sobrevivir á tan larga contienda podrán á su salvo elegir Rey.... y aún entonces no debiera ser la corona ciego don del acaso, sino premio del triunfo.
  ABEN-HUMEYA.- Por mi parte, ABEN-ABOO, ni aún aspiro á ese premio; y puedo de buen grado cederle á otros.... Los ABEN-HUMEYAs tienen su puesto seguro: siempre son los primeros en las batallas.

    Paréceme que esto basta como dibujo de los caracteres.

    En el Segundo Acto, el teatro representa la Plaza de Cádiar.

    Es la terrible Nochebuena de 1568, la noche de la matanza de los cristianos de aquel lugar por los implacables Monfíes.

    MULEY CARIME, el suegro de ABEN-HUMEYA, acaba de salvarle la vida á un muchacho, y tres de los feroces asesinos están censurando aquel hecho del antiguo MIGUEL DE ROJAS.- He aquí sus palabras:

  MORISCO 1º.- ¡Lástima es que haya tomado nuestros vestidos.... Mejor le asentaba el traje castellano.
  MORISCO 2º.- Se lo ha quitado esta noche, por no morir con sus amigos....; pero lo habrá guardado para mejor ocasión....
  MORISCO 3º.- ¿Y quién tiene la culpa! ¡Nosotros! ¿Por qué le hemos dejado escapar?

    ABEN-ABOO y ABEN-FARAG, los dos mortales enemigos de ABEN-HUMEYA, entran en la plaza; oyen aquellas palabras, y pregunta

  ABEN-FARAG.- ¿A quién?
  MORISCO 1º.- Al hijo de un castellano....
  MORISCO 2º.- Que ha salvado Muley-Carime.
  ABEN-FARAG.- ¡Muley-Carime!
  MORISCO 2º.- ¿Y por que lo extrañas?.... Nada más natural.... Ha sido toda su vida el más vil esclavo de los cristianos.
  ABEN-FARAG.- No habléis de el en esos términos.... Debéis tratarlo con más respeto.... ¿No es suegro de vuestro Rey?
  MORISCO 3º.- ¡De nuestro Rey!
  MORISCO 1º.- Si se vuelve como Carime, poco le durará el serlo.
  ABEN-ABOO.- Eso es.... ¡Echar fieros á sus espaldas y después temblar en su presencia!
  ALGUNOS MORISCOS.- ¡Nosotros!
  ABEN-ABOO.- ¿Pues no acabáis de decirlo? Con una palabra de Muley-Carime, se os ha caído el puñal de las manos.
  MORISCO 1º.- Si no se hubiera tratado de un niño....
  ABEN-FARAG.- Tienes razón, amigo.... Su padre tal vez degolló al tuyo.
  MORISCO 1º.- Su hijo le vengará.

    Se van los tres Moriscos, y ABEN-ABOO le dice entonces á ABEN-FARAG estas filosóficas palabras:

  ABEN-ABOO.- ¡Miserables! Su furor se enciende y se apaga como lumbrarada de sarmientos. (D)

    La equívoca conducta de MULEY CARIME, llamado MIGUEL DE ROJAS entre los cristianos; sus inteligencias con el Capitán General de Granada: sus trabajos para impedir el progreso de la rebelión, etc., etc., proporcionan muy luego á ABEN-ABOO y á ABEN-FARAG la ocasión que buscaban de asestar el golpe de muerte á la popularidad del REYECILLO.

    Leamos [ahora la admirable escena que constituye el nudo de aquel enredo pavorosoTexto recogido solo en la 1ª edición].

    Es el Tercero y último Acto del drama.

    ABEN-ABOO y ABEN-FARAG se presentan á media noche en la cámara real, donde tenían siempre libre acceso, y, avanzando «con paso lento y misterioso», cada uno se coloca á un lado de ABEN-HUMEYA.

  ABEN-ABOO.- Te traemos, Aben-Humeya una nueva fatal....
  ABEN-FARAG.- Y nos vemos forzados á traspasar con ella tu corazón.
  ABEN-HUMEYA (Con suma presteza.).- ¿Ha muerto mi padre?
  .... .... .... .... .... ....
  ABEN-ABOO.- Han tratado de vendernos con la traición más negra....
  ABEN-HUMEYA.- ¿Y por qué temes descubrirla?
  ABEN-ABOO.- Si temo, es sólo por ti....
  ABEN-HUMEYA.- ¡Por mí! Haces mal, Aben-Aboo, en tomarte ese cuidado. Si hay peligros, los arrostraré. Si hay culpables, sabré castigarlos.
  ABEN-ABOO.- Mucho tiempo te ha de temblar la mano antes que descargues el golpe....
  ABEN-HUMEYA.- Decid el nombre del reo, y el rayo no será más pronto.
  ABEN-ABOO.- Muley Carime.... ¿Qué es eso? ¿Mudas de color? ¡Vuelve en ti, Aben-Humeya!....
  ABEN-FARAG.- Me da lástima verte así.
  ABEN-HUMEYA (Quédase, durante unos momentos, desconcertado y confuso; pero, recolrándose luego, dice con tono grave):- ¿Y en qué indicios se funda tan extraña sospecha?
  ABEN-ABOO.- ¡Ojalá que no fuesen más que indicios! Hubiéramos podido cerrar los ojos....
  ABEN-FARAG.- No son indicios, sino pruebas.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Pero son ciertas?
  ABEN-FARAG.- Irrefragables.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Hay testigos?
  ABEN-ABOO.- Uno.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Y ese le acusa?
  ABEN-ABOO.- No; que le condena.
  ABEN-HUMEYA.- Puede engañarse....
  ABEN-ABOO.- No puede.
  ABEN-HUMEYA.- O desear su perdición....
  ABEN-ABOO.- Á toda costa quisiera salvarlo.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Es amigo suyo?
  ABEN-ABOO.- Aún más.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Quién es, pues?
  ABEN-ABOO.- ¡Él mismo!- Puedes guardar esa carta, si quieres.... Ya es público su contenido.
  (Entrega un papel á ABEN-HUMEYA, quien lo lee para sí, dejando entrever su turbación.- ABEN-ABOO y ABEN-FARAG le observan con el mayor ahínco, en tanto que él permanece inmóvil, con los ojos clavados en la carta.)
  ABEN-HUMEYA (En un momento de distracción, mientras está cavilando).- ¡Desventurada!.... No te engañaba el corazón.... ¡Bien tienes que llorar!
  ABEN-FARAG.- Ved cómo aún conservaban esperanzas de volvernos á someter al yugo....No aguardaban sino un momento de flaqueza para remachar nuestros grillos.
  ABEN-ABOO.- Mas, por lo menos, no puede tachársele de ingrato.... No te echaba en olvido, Aben-Humeya.... Solicitaba tu indulto, y se proponía salvar á tu familia á costa de tu libertad.... El ejemplo de Boabdil, disfrutando en África sus infames tesoros, parecía tentador á los ojos del pérfido....
  ABEN-HUMEYA (Con todo [secreto] severo).- ¡Basta! -¿Cómo ha caído en vuestras manos este pliego?
  ABEN-FARAG.- Lara, que era el portador, le ha dejado en el camino.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Dónde le habéis hallado?
  ABEN-FARAG (Con frialdad).- Sobre su cadáver.
  .... .... .... .... .... ....
  ABEN-ABOO.- Por cierto que no deja ni asomo de duda: el delito está patente: el mismo reo lo ha sellado con su mano....
  ABEN-FARAG.- Y debe en breve sellarlo con su sangre.
  ABEN-ABOO.- ¿Hay alguien que lo dude? Todo lo hemos aventurado por salir de tan odiosa esclavitud.... ¡y dejaríamos expuesta nuestra suerte á las tramas de algunos traidores! Nadie será osado á proponérnoslo: no sabríamos nosotros tolerarlo.
  ABEN-HUMEYA.- Tampoco tolero yo advertencias ni amenazas.... Ya habéis cumplido con vuestro deber: yo cumpliré con el mío -Idos.
  ABEN-ABOO.- No ha sido nuestra intención dirigiros advertencias ni amenazas.... ¿Mas empezáis tan pronto á reputar como insulto el recordaros vuestros juramentos?
  ABEN-HUMEYA.- No los he echado en olvido, para que sea menester recordármelos.
  ABEN-ABOO.- Quién vacila al cumplirlos, no está ya lejos de olvidarlos.
  ABEN-HUMEYA.- Aún menos lejos está de castigar á un insolente.- ¡Idos!.... ¡Idos!
(Apártase, descubriendo su ira. FARAG coge del brazo a ABEN-ABOO y se lo lleva consigo.)

    Tal y tan horrible fué la situación en que ABEN-HUMEYA llegó á verse. Todos los historiadores están de acuerdo en ello. MIGUEL DE ROJAS, su suegro, apoderado y tesorero general, era traidor á la causa de MAHOMA, que tanta sangre y tantas lágrimas estaba costando ya á los moriscos, y que él, como descendiente del Profeta y Rey alzado por millares de guerreros, tenía la obligación de defender antes que nadie....

    [Hasta aquí, pues, y prescindiendo de accesorios literarios, la Historia y el drama, se dan la mano completamente.-Texto recogido solo en la 1ª edición] Veamos ahora los sentidos términos en que el triste caudillo se definió aquella situación luego que se encontró solo.- Son fragmentos de un monólogo en que Martínez de la Rosa revela todo su talento dramático.

  ABEN-HUMEYA.- ¿Qué has hecho, desgraciado, qué has hecho?.... ¡Me has entregado indefenso en manos de mis enemigos!....- Pero no lo habrás hecho impunemente, no. ¡Yo arrojaré tu cabeza sangrienta á la cara de esos audaces!.... .... .... .... .... .... (E)
  Tal vez eso lo que más anhelan.... ¡Desean verme sonrojado al pronunciar el nombre del reo, y que vuelva á mi casa lleno de dolor y vergüenza, para hallar, en vez de consuelo, las quejas y reconvenciones de mi afligida esposa!....- No: viva, viva.... Es preciso salvar al padre de mi mujer.... y que el gozo de mis enemigos no sea tan colmado.
  Pero ¿de qué arbitrio valerme?.... Ellos se apresurarán á divulgar la traición: á la hora ésta ya se sabe la muerte de Lara y la carta que han hallado en su seno: me estrecharán á que presente la prueba del delito.... ¿Cómo los desmiento yo. La más leve contradicción, la menor demora me perdería á los ojos de un pueblo arrebatado, suspicaz, que acaba de romper sus hierros, y que sufre á duras penas aún la sombra de mando....- En vez de salvarle yo, me llevaría consigo en su caída....¡Pues perezca, perezca él solo!
  Mas no acierto á salir de este círculo fatal: la mancha de su castigo va á recaer sobre mi esposa, sobre mis hijos, sobre mi.... Va á morir siendo el blanco de la ira del cielo, de las maldiciones de cien pueblos, de los insultos de una turba desenfrenada.... ¡Y yo, su amigo, su huésped; yo, que aun hoy mismo le apellidaba padre, tendré que firmar su muerte, que presenciarla, que aplaudirla! -No; no podría yo sobrevivir á humillación tan grande: es forzoso impedirla á toda costa!.... ¡Un medio.... un medio.... uno solo.... sea cual fuere.... y le abrazo al instante!
(Volviéndose hacia el aposento de MULEY CARIME.)

  ¡Ah! No es tu vida, miserable; no es tu vida la que detiene y embaraza mis pasos. ¡Te arrastro como un cadáver que me han atado estrechamente al cuerpo....! -¿Y por qué no me desprendo de él? -Puedo y debo hacerlo.- Lo haré.- No más indecisión; no más dudas: de un solo instante puede depender mi suerte! Antes que esos malvados tengan tiempo de volver en sí; mientras deliberan y traman el plan para perderme, confundamos sus proyectos con un golpe decisivo....- ¡No me pedíais ahora mismo, no me intimabais con tono imperioso la muerte del culpable? -Pues bien: aguadad un instante; voy á dejaros satisfechos.... Mas llevará consigo vuestras esperanzas y las hundirá en el sepulcro! -¡Aliatar! ¡Aliatar!
(Preséntase el esclavo negro.)

  ¿Dónde están los demás esclavos?
  ALIATAR.- En el patio del castillo.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Estás solo?
  ALIATAR.- Solo.
  ABEN-HUMEYA.- ¿Nadie nos oye?
  ALIATAR.- Nadie
  ABEN-HUMEYA.- Ve, y despierta á Muley Carime.... Que venga al punto.... Aquí le aguardo.

.... .... .... .... .... ....

(F)  Hemos llegado á la gran escena del drama.- Leedla íntegra, os lo aconsejo; tanto más cuanto que en nada se opone a la verdadera histórica.

ESCENA VI.

ABEN-HUMEYA (recostado en unos almohadones).-
MULEY CARIME (entrando).


  MULEY CARIME.- ¿Qué motivo.... [tan urgente] te ha obligado á llamarme á estas horas?
  ABEN-HUMEYA.- Un asunto muy grave que tengo precisión de consultaros.
  MULEY CARIME.- Y has querido aprovechar el silencio y la soledad de la noche.... ó tal vez ese asunto importante debe estar resuelto antes que raye el día....
  ABEN-HUMEYA (Señalando el reloj de la sala).- Mirad allí.... mirad!
  MULEY CARIME.- Acaba de dar la una....
  ABEN-HUMEYA.- Pues antes que dé otra hora, ya ese grave asunto habrá terminado.
  MULEY CARIME.- ¡Terminado!
  ABEN-HUMEYA.- Y para siempre.
(Quédase en silencio algunos instantes.)

  MULEY CARIME.- Me parece que estás muy pensativo, ABEN-HUMEYA.... á pesar de tus conatos, veo claramente que te aflige una grave pena.
  ABEN-HUMEYA.- Es un secreto fatal....
  MULEY CARIME.- ¿Y por qué tardas en confiármelo?
  ABEN-HUMEYA.- No tengáis tanto afán por saberlo.... Siempre tiene que pesar sobre mi corazón, y no vais á poder con él.
  MULEY CARIME.- Mas,¿qué secreto es ese? ¡Ah! Bien te lo había yo dicho: ni el engrandecimiento ni el poder acaban por darnos en el mundo un solo día feliz: has perdido la paz del ánimo, has comprometido tu suerte, lo has comprometido todo por un pueblo inconstante, que te abandonará cuando apremie el peligro....
  ABEN-HUMEYA.- ¡Y al que he jurado defender.... aún á costa de mi vida!.... ¿Lo habéis oído, Muley Carime?.... ¡Aun á costa de mi vida!....
  MULEY CARIME.- ¿Y á que fin me diriges esas palabras?
  ABEN-HUMEYA.- Os ruego meramente que las peséis.
  MULEY CARIME.- No te comprendo.
  ABEN-HUMEYA.- Pues ahora vais á comprenderme.- Todo lo he sacrificado por redimir del yugo á estos pueblos.... Vos mismo acabáis de decirlo...., y ellos, á su vez, han depositado en mí su confianza, su poder, su futura suerte.... ¿Cumplirán sus promesas? -¡Dios, lo sabe!.-Yo sé que cumpliré las mías.
  MULEY CARIME.- ¿Y quién te dice?....
  ABEN-HUMEYA.- No me interrumpáis.- Yo tengo un padre anciano, cuya vida me importa mucho más que mi vida.... Está entre las garras de mis enemigos, cargado de cadenas, con la cuchilla á la garganta.... Lo sé; lo sabía cuando di la señal contra sus verdugos, ¡y ellos saben también el modo de vengarse de mí!
  MULEY CARIME.- Mas ¿por que te anticipas á sentir las desgracias antes de que sucedan?....
  ABEN-HUMEYA.- Escuchadme un instante: voy á concluir.- Yo he agravado el peligro en que se halla mi padre: cada golpe que descargo puede acelerar su muerte; y, sin embargo, no he vacilado un punto.- ¡Pensad, pensad vos mismo si habrá algo en el mundo que pueda contenerme!
  MULEY CARIME.- ¿Por qué me echas esas miradas? ¿Que quieres decirme con ellas?
  ABEN-HUMEYA.- Ya que os he mostrado hasta el fondo de mi corazón, voy á consultaros sobre aquel grave asunto...., y adivinaréis desde luego cuáles pueden ser las resultas.- En nuestro mismo seno hay un traidor....
  MULEY CARIME.- ¡Un traidor! ¿Lo sabes de cierto?
  ABEN-HUMEYA.- De cierto. Vos mismo vais también á quedar convencido.- ¿Qué castigo merece?
  MULEY CARIME.- ¿Tiene hijos? (ABEN-HUMEYA se queda callado.) ¿No me contestas, Aben-Humeya?
  ABEN-HUMEYA.- No los tendrá mañana.
  MULEY CARIME .- (Aparte.) ¡Qué recuerdo, Dios mío!....
  ABEN-HUMEYA.- Parece que os turbáis....
  MULEY CARIME.- No por cierto.... Compadezco á ese desdichado.... ¡Soy padre como él!
  ABEN-HUMEYA.- Bien se echa de ver que os inspira mucha compasión.... ¿Sabéis por ventura quién sea?
  MULEY CARIME.- ¿Y como quieres que lo sepa?....
  ABEN-HUMEYA.- Recapacitad un poco.... Recorred vuestra memoria Tal vez el corazón os ayudará también....
  MULEY CARIME.- Más fácil seria que tú me lo dijeses....
  ABEN-HUMEYA.- ¿Queréis fórzarme á ello?
  MULEY CARIME.- Yo no te esfuerzo: antes te lo suplico.
  ABEN-HUMEYA.- Y, por mi parte, haría el mayor sacrificio, á trueque de evitarlo.
  MULEY CARIME.- ¿Y por que te cuesta tanto pronunciar el nombre del reo?
  ABEN-HUMEYA.- ¡Por qué al salir de mi boca, lleva consigo la sentencia de muerte!
  MULEY CARIME.- ¡La sentencia de muerte!
  ABEN-HUMEYA.- Y en el mismo instante.
  MULEY CARIME.- (Con voz alterada.) Mucho me compadece ese desgraciado; te lo confieso.... Mas, puesto que estás empeñado en decirme su nombre....
  ABEN-HUMEYA.- Al contrario: no vais á oírlo.
  MULEY CARIME.- ¿No?
  ABEN-HUMEYA.- Vais á verlo con vuestros propios ojos.
(ABEN-HUMEYA le muestra abierta la carta. MULEY CARIME la aparta con la mano.)
  MULEY CARIME.- Basta. (Pausa. Luego, mirando a ABEN-HUMEYA, y señalándole el aposento de su mujer, dice:) ¿Eres tú el único depositario de este secreto?
  ABEN-HUMEYA.- También lo saben otros.
  MULEY CARIME.- ¿Quién?
  ABEN-HUMEYA.- Aben-Aboo y Farag.
  MULEY CARIME.- Ya sé la suerte que me espera.
  ABEN-HUMEYA.- ¿La sabéis?
  MULEY CARIME.- Y la aguardo tranquilo.
  ABEN-HUMEYA.- (Echa una ojeada alrededor de la sala; saca del seno un pomo de oro; lo abre y se lo da.) Tomad, y salvaos. (Vuelve al otro lado el rostro, y se arroja sobre los almohadones.)
  MULEY CARIME (Toma el pomo de oro, bebe el veneno y clava los ojos en ABEN-HUMEYA. Después se acerca á él y le dice): Tú reinarás.

    .... .... .... .... .... ....


    Hasta aquí Martínez de la Rosa. Lo que sigue después es pura invención suya, y está en contradicción con lo que las historias refieren acerca de las causas que motivaron la muerte de ABEN-HUMEYA y sobre las circunstancias del hecho en sí.

    Tampoco aparece en ninguna parte que la muerte que éste dio á Muley Carime fuese la que acabamos de ver; pero el que fuera una u otra no importa nada al propósito con que he copiado las anteriores escenas. Lo que yo he querido probar es que ABEN-HUMEYA, considerado desde el punto de vista de su posición, de sus compromisos, de sus juramentos, de sus deberes, tuvo la misma obligación de matar á su suegro que Lucio Junio Bruto de condenar á sus hijos, que Felipe II de procesar al suyo, y que Guzmán el Bueno de hacer lo que hizo por su religión y por su patria; y eso creo haberlo probado enteramente.- El poeta, el dramaturgo, no me ha suministrado más que su elocuencia para definir y analizar el tremendo caso; pero el caso, esto es, la traición de Muley Carime, consta, como ya he dicho, en las páginas de la Historia.

  «Miguel de Roxas; (cuenta Mármol, hablando de las diferencias que hubo entre los moriscos acerca del punto en que debían establecer su base de operaciones).... «Miguel de Roxas y los de Uxíxar querían que fuese allí, porque andaban ya en tratos sobre las paces.... El Gorri y otros, que aborrecían la paz, que se compraba con sus cabezas (pues siendo principales caudillos y autores de la maldad, tenían por cierto que se había de ejecutar en ellos el rigor de la justicia), no querían ponerse en parte que pudieran ser acorralados....
 »Mas el Gorri, y el Partal, y el Seniz le tomaron luego aparte (á ABEN-HUMEYA), y entre temor y malicia le hicieron creer que su suegro le engañaba; y que, teniendo trato hecho con el Marqués DE Mondéjar, andaba por meterlos á todos en parte donde los pudiese coger en una red, y quedarse él con el dinero y plata que tenía en su poder (recordaréis que, era el tesorero general): y pudo ser que dijesen verdad».

    Hurtado de Mendoza no dedica á todo este asunto más que las siguientes líneas:

  «....A pocos días mandó matar al suegro y dos cuñados, porque no quisieron tomar su ley: dejó la mujer; perdonó la suegra, porque la había parido, y quiso gracias por ello, como piadoso».

    Finalmente, Mármol, que siempre deprime cuanto puede el carácter de ABEN-HUMEYA, refiere de este modo la consumación del sacrificio ó castigo del cuitado Miguel de Rojas:

  «....Le indignaron tanto (los Moriscos á ABEN-HUMEYA, contándole las traiciones de aquél), que, sin más averiguación, violando la ley del parentesco, acordó de matar á su suegro; y enviándole á llamar á su casa, le aguardó con una ballesta armada á la puerta, acompañado de los otros malvados, y errando el tiro (porque el Miguel de Roxas, en viéndole encarar hacia él, se metió despavorido debajo de la ballesta, y la saeta fué por alto), el Seniz acudió con otro tiro, que lo atravesó entrambos muslos, y luego todos con las espadas le acabaron de matar.
 »De aquí nacieron grandes enemistades entre los parientes del muerto y ABEN-HUMEYA: el cual repudió luego la mujer, y juró que no había de dejar hombre de ellos á vida; y el mesmo día del homicidio siguió también á Diego de Roxas, su cuñado, por unas barranqueras abajo para matarle.... Mató á Rafael de Arcos, mancebo de aquel linaje, y á otros, de donde se recreció tratarle la muerte á él, y dársela, como diremos en su lugar».

    Toda esta relación podrá ser exacta; pero hay un punto en ella que me resisto á creer, y es lo de la saeta disparada por el REYECILLO contra Muley Carime.- Semejante acto desdice del carácter aristocrático y caballeresco de ABEN-HUMEYA. Antójaseme, pues, que lo inventaron sus enemigos, y que Mármol se apresuró á consignarlo para rebajar la siempre artística figura del descendiente de MAHOMA. Aun así, observad que, en medio de todo, resulta que éste no llegó á herir por sí mismo á su suegro....- Convengamos en que únicamente «lo mandó matar» como dice el veraz y austero Hurtado de Mendoza.

    Y de cualquier manera, á bien que á nosotros no nos alcanza responsabilidad alguna en aquel suceso.... ni nos hemos propuesto hacer el panegírico del yerno de Muley Carime.- ABEN-HUMEYA estaba muy lejos de ser un santo: antes era un desenfrenado libertino, á cuyo lado no había mujer segura, como fuera guapa, según veremos pasado mañana al estudiar las verdaderas causales de su muerte....- Además: á la hora que es, Miguel de Rojas hubiera fallecido ya de todos modos....- ¡Han pasado tres siglos de reloj desde que le descubrieron sus manejos! -Y, en fin, en el Valle de Josafat se liquidarán todas estas cuentas.

    Montemos, pues, á caballo: despidámonos de la encantadora Cádiar, y trasladémonos al próximo lugarcillo de Narila.


    En Narila (576 habitantes) [que, como ya dije, viene á ser un delicioso apéndice de Cádiar -de la cual dista dos ó tres kilómetros-Texto recogido solo en la 1ª edición] sólo estuvimos una hora.

    Casi toda ella la pasamos con el [señor] Cura [del lugar], quien se hallaba en la iglesia disponiendo el monumento para el día siguiente (JUEVES SANTO), sin miedo alguno á los sectarios de MAHOMA (que ya llevaban más de trescientos años de no parecer por la Alpujarra), y satisfecho y agradecido á Dios de que todavía no se hubiese encarnizado en sus ovejas otro enemigo de la fe, muy más fiero y temible hoy que los moros: el llamado monstruo de la impiedad [y el racionalismo] (Fueron sus palabras).

    La conversación sobre este punto salió á propósito de unos retratos de D. FELIPE EL HERMOSO y de DOÑA JUANA LA LOCA, fundadores de aquel templo, y que por ende [vimos] figuraban en el retablo del Altar Mayor.

    -¿Cómo se salvarían estos retratos y este retablo de las sacrílegas devastaciones de los Monfíes?, -le preguntamos al señor Cura.

    -¡No sé! ¡Muchas veces me lo he preguntado á mí propio! -nos respondió el padre de almas.

    -Y es tanto más extraño (repusimos nosotros), cuanto que aquí mismo, dentro de esta iglesia, aquellos barbaros mataron á su antecesor de V., que se llamaba Cebrián, y á todos los cristianos de Narila.

    -Ya lo sé, -respondió el señor Cura.

    Y de aquí provino todo lo demás que hablamos, cuyo tema fué: investigar qué era peor; si el fanatismo y los errores religiosos de los [musulmanes] africanos y asiáticos, ó la indiferencia y descreimiento absoluto de los filósofos del siglo XIX.- Todos convinimos en que esto era peor que aquello para la propia dignidad del espíritu humano ó de lo quier que sea la conciencia del hombre.

    Por cierto que, entre las cosas que allí se contaron, fué una el martirio del Cura de la villa de Félix, durante la propia rebelión de 1568; martirio tan noble y tan privilegiado, que nunca pudo ensoñarlo mejor el alma seráfica de un paladín de Cristo....

    Escuchad, aunque seáis incrédulos, y sentiréis lo que yo sentí; esto es; sentiréis envidia del martirizado, suponiendo que el martirizado no fuera también incrédulo.

    Los [feroces] Monfíes despojaron de sus ropas al digno sacerdote, y lo persignaron con unas cortantes navajas, diciendo así: «POR LA SEÑAL.... DE LA SANTA CRUZ....» (y le abrieron una sangrienta cruz en la frente) «DE NUESTROS.... ENEMIGOS....» (y le cruzaron la boca con otras dos heridas) «LÍBRANOS, SEÑOR, DIOS NUESTRO....» (y le rasgaron el desnudo pecho de alto á abajo y de un lado á otro), «EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO....» (y hendieron sus carnes á todo lo largo y ancho de su cuerpo).

    -AMÉN, -dijo el mártir; y cerró los ojos á esta vida.
.... .... .... .... .... ....

    Había llegado el momento de que los apartásemos también nosotros de las cosas de este valle de lágrimas.... y de todos los valles habidos y por haber.

    Quiero decir: había llegado el momento de que emprendiéramos la ascensión á Sierra Nevada, donde debíamos pasar el resto del día, á solas con la augusta naturaleza, en la vecindad del cielo y en íntimo coloquio con el Criador de Moros y Cristianos, de deístas y de ateos y de todas las demás variedades del humano espíritu....

    Emprendímosla efectivamente....; pero no habíamos subido el primer escalón de la Cordillera, cuando nos encontramos en otro alegre y pintoresco pueblecillo, todavía perteneciente al Valle más que á la Montaña....

    Era Yátor, lugar de 717 almas, situado á orillas de su impetuoso río; Yátor, cantado por Zorrilla en su Poema de Granada; Yátor, muy digno ciertamente de tan gloriosa mención y de que nosotros nos hubiéramos detenido en él....

    Pero ya era imposible resistir más tiempo á la atracción de la gran Sierra....

    -¡Arriba! ¡arriba!....- resonaba á todo lo largo de la cabalgata....

    ¡Arriba! ¡arriba! os digo yo á mi vez en el presente instante....- ¡Sursum corda! ¡Subamos llenos de religiosa unción las gradas del inconmensurable templo que tenemos ante la vista!



- IV - (*)

En Sierra Nevada.- Vislumbres de África.- Las tinieblas.- Miserere

(Capítulo copiado literalmente de las notas de mi cartera de viaje.)

    ¡Ah! Dejadme, deseos y cuidados....
dejadme que tranquilo aquí respire
estos aires purísimos, delgados,
y que de Dios la omnipotencia admire....3

    .... Lo imponente, lo terrible, lo asombroso, principia desde nuestro primer paso.

Lámina 12
Lámina XII
....el tal camino se convierte luego en sendas de palomas....

    No bien hemos echado á andar, ya estamos escalando la gigante mole, y sus ciclópeos estribos nos presentan escalonadas las recias olas de arcilla y de arena que hace miles de años están bajando sin cesar de los flancos de la Sierra á impulso de los aluviones.

    Nuevas cadenas de enmarañados cerros han nacido á sus pies, formadas con aquellos enormes arrastres. Los impetuosos ríos se llevan además continuamente otra inmensa cantidad de arena y de arcilla que va á sumergirse en el fondo del mar; y, sin embargo, la antigua Oróspeda no se desgasta, al parecer: sus mermas no se notan: diríase que su corpulencia no disminuye....- ¿Es que las montañas viven, crecen, se renuevan como los seres orgánicos? -¿En virtud de qué ley, más fisiológica que geológica? -¿Ó es meramente que nosotros no podemos apreciar su decrecimiento, su lenta ruina, y llegará una época en que no exista Sierra Nevada; en que sus pizarras y calizas se hayan derretido, al modo que hoy se derriten sus nieves? -¡Qué sé yo!....; lo cual es mejor que saber lo cierto, como indudablemente lo sabrán los geólogos.

    Pero ¡véase cuán audaz es la fantasía humana! ¡Apenas hemos puesto el pie en la Sierra, y ya la hemos destruido completamente; ya la hemos reducido á polvo; ya la queremos borrar del mapa.... ¡Donosa manera de principiar su apología, de dar una idea de su excelsitud, de reverenciar su magnificencia!

    Por fortuna, ella sabe defenderse á sí propia y poner respeto al más atrevido caminante.- Mirad, si no, estos abismos que nos rodean, y vedlos llenos de colosales agujas, pirámides, obeliscos y todo [orden] género de monumentos puntiagudos....- ¡Son trabajos de Hércules del Agua infatigable, dedicada siglos y siglos á impedir que esos abismos se terraplenen! Semejantes monumentos no se han formado por acumulación ó agregación ó concreción de materia, sino por desbaste paulatino: cada una de esas inmensas estalagmitas ha sido esculpida por el cincel de los torrentes y labrada luego por el buril de las mansas lluvias: son como aquellos monotes llamados por los franceses damas y que los españoles llamamos testigos, para indicar la antigua altura del terreno. Todos agrupados, ofrecen el aspecto de una catedral gótica, cuyos agudos chapiteles contemplásemos á vista de pájaro.

    De la propia suerte, estas angostísimas calzadas que ligan unos estribos con otros, y por las cuales caminamos con tanto miedo, semejan largos botareles [lanzados por el espacio para] encargados de sostener el empuje de las lomas superiores, ó más bien istmos que separan dos profundas simas, predestinadas á formar con el tiempo una sola. (G)
.... .... .... .... .... ....

    Ya estamos á una respetabilísima altura....; pero todavía no es tiempo de volver de cabeza para admirar los panoramas que se van desarrollando debajo de nosotros.... Aquí fué sin duda donde exclamó el poeta alpujarreño:

      La cabra montaraz cruza, salvando
los bosques, las malezas, el torrente....
y en un puntal la cierva rebramando
al ciervo llama de ramosa frente.
.... .... .... .... .... ....

    ¡Salve! ¡Ya pisamos nieve!.... Pero es nieve de estos últimos días: no es nieve perpetua.- ¡Aún llega aquí el imperio de Flora, Céres y Pomona! Aún hay también pueblos en estos alrededores y á este mismo nivel....

    Por ejemplo: ved allí, á nuestra izquierda, el diminuto y frondoso Yégen, adonde bajaremos á dormir esta noche, después de haber hollado los eternos hielos.... [Saludémoslo, pues, ya con cariño.Texto recogido solo en la 1ª edición]- Considerado desde aquí, se diría que es un ramo de flores y olorosas hierbas depositado por un amante en el regazo de la blancaSolair.

    Y aún aquí mismo.... ¡ved todavía qué rozagantes lirios silvestres se atreven á abrir sus azulados cálices en las hendiduras de las rocas! ¡Ved qué infinidad de graciosas y aromáticas plantas! -Todo exhala ya el vigoroso olor de las grandes Sierras [andaluzas]; olor á salud y vida; olor á la savia inmortal que su corazón, siempre joven, reparte luego por [felicísimas comarcas] las llanuras en ocultos veneros ó en descubiertos ríos....

      ¡Oh, cómo el pensamiento se engrandece
marchando por la senda solitaria!-
Aquí el espino ó la abulaga crece:
allí la fuerte encina centenaria:
más allá el sauce de dolor fallece
junto á la desmedrada parietaria....

exclamaba Lirola.... tal vez en este propio sitio.

    Porque, en efecto: encinas, espinos y sauces figuran en el magnífico arbolado que estamos viendo, además de nogales, almeces y cuantos árboles enumeramos en Lanjarón.- Sólo sigue faltando el tétrico pino, símbolo obligado de las montañas septentrionales, que, por lo visto, no se ha acomodado á vivir en esta gozosa Cordillera, [resplandeciente de luz y de alegría. Pero su] de cuya verdadera frondosidad, asombrosa en una altura tan extraordinaria [como la que ya tocamos, debemos admirarla en estos] únicamente puede formarse cabal juicio en los colindantes barrancos, verdes y deliciosos como otros tantos paraísos terrenales.

      Altísimos castaños los sombrean....
La oropéndola allí cuelga su nido:
las parleras urracas picotean
el fruto en sus espinas guarecido:
por encima las águilas otean,
y los cuervos repiten su graznido,
y bandadas de tórtolas azules
arrullan en madroños y abedules.

    ¡Ah! Repitámoslo: el Sol puede más que la Sierra. La Sierra no tiene aquí su espada.... la terrible espada de todas las Sierras, que es el aire del Norte.- Por el contrario: la noble Oróspeda sirve aquí de escudo á una primavera continua, impidiendo que la hiera el cierzo con su agudo puñal de dos filos!
.... .... .... .... .... ....

    Sin embargo.... principia á refrescar: quiero decir, principiamos á helarnos.- Estamos en las regiones del perpetuo invierno....

    Ya no descubrimos más que nieve por todas partes....

    La alta vegetación se ha despedido de nosotros....- Ya no se ve un árbol por ningún lado....

    Nadie puede pedirnos que subamos más.... ¡Para estar en marzo y al día siguiente de una nevada, ya hemos subido bastante.... demasiado tal vez!

    Nos encontramos indudablemente á la misma altura en que Lirola exclamó con acento medroso:

      Mas ya se enrisca el áspero sendero....
y se corta tal vez.... tal vez se pierde....

    ¡No obstante lo cual, el poeta de Dalías siguió adelante!....

    Pero él viajaba en Julio, y se dirigía al Picacho de Veleta: mientras que nosotros no vamos por aquí á parte alguna, , pues el Mulhacem es ahora inaccesible, ni sabemos ya por dónde meter los caballos, que no se los trague la nieve....

    Hagamos, pues, alto: volvamos la cabeza, y contemplemos el mundo de los hombres.


      El Atlántico mar al Occidente....
el mar Mediterráneo al mediodía....
y en la morisca tierra que está enfrente
as crestas de la inculta Berbería....

    Estos cuatro versos son el resumen de lo que llegó á ver Lirola.

    Nosotros debemos confesar que no vemos tanto.

    Verdad es que Lirola hablaba ya desde elVeleta, y nosotros estamos únicamente á media ladera del Mulhacén....

    No vemos, pues, el océano Atlántico....- Pero vemos una extensión inmensa del Mediterráneo; vemos la costa de África, desde el Estrecho de Gibraltar hasta los confines de Argel; vemos las nevadas cumbres del Atlas, del monte gemelo de esta Sierra; vemos bordado en el agua azul todo el litoral antártico de nuestra gran Península, como no es fácil verlo sino en un mapa; y vemos, en fin, toda la Alpujarra á nuestros pies, -más ampliamente que desde la cumbre de la Contraviesa, puesto que nos hallamos á mucha mayor altura; -pero mostrándose á nuestros ojos de la misma manera que entonces, es decir, como un mar cuyas olas son cadenas sucesivas de encrespados cerros, como un mar que se hubiese petrificado de pronto en medio de una furiosa tempestad....

    De todo esto lo que más nos sorprende, seduce y enamora, es la tierra de África....- ¡Cuán clara y distintamente se percibe á la simple vista! Palmo á palmo (salva la hipérbole) pudiera dibujarse la silueta de su costa sobre el agua y de sus montes sobre el cielo.- Algunos puntos blancos se destacan de aquella perspectiva bosquejada en el horizonte....- Serán casas, quintas, sepulcros, morabitos.... ¡quién sabe!....

    Pero de lo que no cabe duda es de que aquello es El Moro.... de que aquello es la infanda Libia, de que aquello es África.... El África á que fué á morir, ciego y pobre, el valeroso Rey ZAGAL: el África en que pasó BOABDIL la segunda parte de su vida: el África que devoró á D. SEBASTIÁN DE PORTUGAL y á la flor de los guerreros lusitanos: el África en que tres siglos después se presentó un caudillo español, el memorable O'Donnell, á recordar á los príncipes de Marruecos que aún existía aquel Reino castellano contra el cual nunca podría prevalecer el islamismo....

    Sí: ¡allí está África!.... ¡Cuán cerca.... pero cuán lejos de nosotros! ¡África, mirándonos siempre, siempre á nuestra vista, pero separada de España, no por ese lago azul del Mediterráneo, sino por la negra inmensidad de sus destinos! -Es la vecindad inútil y acerba (perdonadme la comparación) de los que estuvieron un tiempo unidos y luego se divorciaron para in æternum: que se ven y no se hablan-; se escuchan y no se comunican; tal vez se aman.... y preferirían, sin embargo, mil muertes á reconciliarse.- ó más bien, es la vecindad de dos vástagos de familias tradicionalmente contrarias, cada uno de un sexo, ambos afables y garridos; que nacen en una misma calle, pasan su vida tropezándose á todas horas, y mueren sin haberse jamás saludado....- Edgardos y Lucías, Romeos y Julietas, que nunca llegan á cantar un dúo.


    Con que acordémonos de nosotros mismos.

    El Sol principia á caer al Occidente, y, si no nos damos prisa á bajar de estas espantosas soledades antes de que oscurezca, podremos vernos muy apurados.

    Dichosamente, no se trata de descender á lo hondo, ni mucho menos.- Yégen, donde hemos de hacer noche, se encuentra todavía á una grande altura; a media Sierra, que dicen los pastores.- Por consiguiente, mañana tendremos adelantado lo peor del trabajo para recorrer los elevados pueblos en que andaremos las Siete Estaciones de Semana Santa, á pueblo por Estación.

    Despidámonos, pues, del Mulhacén, repitiendo los melancólicos versos con que termina el canto de Lirola; versos en que profetizaba su próxima muerte, y en que se descubren abismos de soledad y de tristeza.- Dijo así:

      ¡Nieves, adiós, y tempestad y truenos!....
¡No me veréis ya más.... que la corriente
de mi vida, volando huye sin frenos,
y ya su fin el corazón presiente!
¡Es tan triste morir!.... Mas yo, á lo menos,
podré morir en paz, tranquilamente,
sin que de nadie la aflicción deplore....
¡Ay!.... ¡No tengo en el mundo quien me llore!

.... .... .... .... .... ....

    Ya se ha ocultado el Sol del Miércoles Santo.- Mil ochocientos treinta y nueve años hace que se puso del propio modo tras el monte Carmelo, llevándose el último día de los que en la vida del Redentor precedieron á su voluntario sacrificio.- Al día siguiente ÉL mismo se entregaría á sus verdugos.... Al otro, sufriría la muerte en Cruz, para sellar con su sangre aquellas doctrinas que pronto habían de regenerar el espíritu de los hombres (ó, por lo menos, de los europeso), rescatándolo de la servidumbre de [la materia] los enstidos, [que habían de hacerlo digno de la inmortalidad] hoy enseñoreados otra vez de la llamada civilización de Occidente.

    Aquella tarde, la tarde del Miércoles Santo de hace diez y nueve siglos, no presentía la especie humana, al ver ponerse el Sol, cuán grandioso y memorable en la perpetuidad de los tiempos había de ser el día siguiente....- Hoy, la Iglesia, fundada sobre el sublime Misterio de que mañana es la efeméride solemnísima, reza ya, y canta, y llora, y agradece, y bendice (todo á la par), la Pasión y Muerte de JESUCRISTO.

    Sí: á estas horas; en este lúgubre momento, las sombras de la noche principian á caer sobre los templos católicos, como cayendo van sobre esta encumbrada Sierra en que nosotros peregrinamos con tan religioso terror.... - [en este momento, digo, el Coro de las catedrales acaba de rezar las] Allí, como aquí, ha terminado la hora de Vísperas [del Jueves Santo] y se aproxima la de las Tinieblas.

    Aquí, un tenue crepúsculo queda en el cielo, que apenas nos permite ver por dónde andamos al través de estas fragosidades, ásperas como los senderos de la vida....- Allí.... ¿quién, que sea católico, ignora lo que está pasando? ¿Quién no ha sido hasta actor, cuando niño, en aquella representación sublime y pavorosa? ¿Quién, lleno de miedo y de mística compunción, no ha golpeado las puertas del Templo al oscurecer de este luctuoso día?- [Veamos, pues,] Recordemos, recordemos lo que pasa allí, trasladándonos á los serenos años de la niñez.

    El Coro ha rezado ya Maitines y Laudes. En el Tenebrario triangular ardían hace poco quince velas; catorce de ellas amarillas y la de en medio blanca....; pero al fin de cada Salmo se ha apagado una, en memoria de cómo fueron apartándose de Jesús, primero sus atribulados Discípulos, y luego las dos piadosas mujeres que, más animosas qué ellos, lo acompañaron hasta la Cruz....- Ya no arde más que una vela, la vela blanca, la que se llama Vela María....- Es la personificación de la Madre del Crucificado, cuando se quedó sola al lado de su espirante Hijo.- Stabat Mater dolorosa, juxta Crucem lachrymosa....

    Además de esta -única luz que queda en el Tenebrario, alumbran todavía el Templo las seis velas del Altar Mayor, representación de los seis Profetas que anunciaron la Venida del Mesías.... -Pero el Coro reza los doce versículos del Cántico de Zacarías «Benedictus»...., y á cada verso apágase una de aquellas seis luces del Tabernáculo....

    ¡Apagáronse ya todas!....- El beso de Judas, recordado por la Antífona, ha sido el soplo de muerte.

    Ya no arde en la Iglesia otra luz que laVela María.... -¡Esta no se apaga jamás!....- Sin embargo, una mano piadosa la oculta, aunque encendida...., y las Tinieblas reinan en la Casa de Dios.

    ¡Pavoroso momento! -El clero y los fieles están de rodillas ante los enlutados Altares, rezando el Miserere como reos contritos....- ¡Tibi soli peccavi!.... le dicen al Creador con el Rey Profeta.- Y los golpes de pecho retumban en la oscuridad del santuario....

    ¡Miserere! - digamos asimismo, desde esta soledad augusta, nosotros, pecadores también.... y también arrepentidos de haber llevado á Cristo á la muerte en Cruz....: usque ad mortem; mortem autem crucis.... ¡Miserere! - repitamos, bajando los disformes escalones de esta montaña, en medio de las sombras que nos rodean, yertos de frío y con el alma puesta en el autor de lo criado, cuya mirada nos sigue sin duda alguna en el oscuro laberinto de nuestra existencia. [«Cor mundum crea in me, Deus (exclamemos fervorosamente): et spiritum rectum innova in visceribus méis»Texto recogido solo en la 1ª edición]
.... .... .... .... .... ....

    Terminado el Miserere de la Iglesia, el Vicario del Coro reza en voz baja una última oración; y, cuando ésta concluye, los Capitulares golpean fúnebremente la madera de sus sillas; á lo que los muchachos responden aporraceando las puertas del templo; todo ello para representar el tumulto que armarán mañana los soldados y verdugos en las calles de Jerusalén, así como el terremoto que seguirá pasado mañana á la muerte de Jesucristo.- Por hoy, todo se ha acabado.

    ¡Oh! Sí... ¡todo! -Es noche completa en Sierra Nevada, y en Jerusalén, y en el templo, y en todos los corazones cristianos....

    Así llegamos á Yegen, sumido también en las Tinieblas [¡Silencio!.... Ni una palabra más.- Mañana será otro día] de una y otra clase....



- V - (*)

JUEVES SANTO.- Yegen, primera Estación.- Válor, segunda.- Nechile, tercera.- Mecina-Alfahar, cuarta.- Mairena, quinta.- Júbar, sexta.- Laroles, sétima

    Clareaba apenas el día siguiente cuando ya estábamos de pie.

    Habíamos dormido á las mil maravillas en casa de unos gentilísimos recién casados, que nos cedieron su flamante lecho, y á quienes otorgue Dios tanta ventura (hasta la edad más inverosímil por lo avanzada) como abrigo, satisfacción y descanso encontramos nosotros en aquel novísimo hogar, cuya dirección disputaba todavía el alegre Cupido al grave Himeneo, y donde, sin embargo, aquella noche rindiose principalmente culto á los dioses lares, protectores de la hospitalidad....

    Por lo que hace á nuestro madrugón, estaba muy justificado. ¡Era tanto lo que teníamos que andar, que ver y que sentir durante aquel clásico día! -Así es que la orden de botasilla se dio sin pérdida de tiempo.

    Acto seguido, y mientras ensillaban los caballos, nos dirigimos á la iglesia....

    Hallábase ésta todavía cerrada; pero, habiéndosenos dicho que la abrirían muy pronto, dimos en el ínterin un paseo profano por las calles y las afueras de Yegen, -tarea que estuvo despachada en breves momentos, y que nos suministró materia para escribir en nuestra cartera de viaje los renglones siguientes:

«  Yégen, lugar de 1.210 almas está sumamente elevado en las andamiadas de la Sierra; pero tan defendido de los vientos del Norte, y tan á merced del Sol y del ambiente de África, que en él encontramos, entre brillantes chorros de nieve derretida que bajan de las vecinas cumbres, granados en flor, opulentos olivos, y hasta naranjos llenos de fruto.

    Encima del pueblo abundan los castaños, los nogales y las encinas; pero más notable que todo esto, es un Nacimiento de agua, que hay á la salida del lugar por la parte de Oriente. ¡Casi un río brota al pie de una roca gigantesca; y no bien acaba de brotar, cuando ya mueve dos colosales piedras de molino!- El agua es riquísima, y, según dicen, crea además otras riquezas en los barrancos y cañadas á que da riego.... -¡Oh! Quien á buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.- Al lado de Sierra Nevada no puede haber necesidades.»
.... .... .... .... .... ....

    Cerca de las seis abrieron la iglesia.

    El Monumento no estaba todavía armado, pero ya se veían por el suelo algunos preparativos para su composición; y en cuanto á los [Sagrados] Oficios del día, díjesenos que tardarían aún tres [ó cuatro] horas en principiar.- Ardía, con todo, pendiente del techo de aquella pobre nave, la lámpara de aceite que denota la continuidad del culto en los templos de que no se han incautado los [revolucionarios] gobernantes de este insensato siglo; y aquello fué bastante para que [rezásemos] entendiésemos haber visitado allí la PRIMERA ESTACIÓN, [confiando en que nuestra calidad de viajeros influiría para que el Todopoderoso acogiese unas oraciones tan anticipadas] ¡No se podía exigir más á unos pobres viajeros!

    Con lo cual montamos á caballo, y partimos....

    ¡En aquel instante salía el Sol por el llano del Laujar!


Pange lingua....

    Era el Sol del Jueves Santo, del día más grande de la Iglesia; día de tanto gozo, de tanta majestad, de tanta gala como el del Corpus; día en que los Sacerdotes y los Altares se despojan de sus crespones de duelo, á pesar de conmemorarse también la Prisión de JESÚS, y visten de blanco, para solemnizar la Institución de la EUCARISTÍA, que, según el Apóstol, «es la misma blancura de la luz eterna de la Gloria»- Ya véis que todavía se me conoce que he sido seminarista.

    Sí: la Iglesia, agitada por contrapuestos afectos, destina las horas canónicas de este día á diferentes ceremonias, á cuál más augusta. Esposa de JESUCRISTO y Madre del género humano, tiene á un mismo tiempo que llorar al Redentor y que celebrar la Redención; tiene que acusarse á si propia (en nombre de la raza de Adán, congregada en el hogar de su Fe) de haber derramado la sangre del Hijo del Eterno, y tiene que cantar su triunfo, su libertad, su emancipación, dando gracias al Sacrificador y á la Víctima, á Abraham y á Isaac, al Padre que consintió en rescatarnos á tanta costa, y al Divino Cordero que fué precio del rescate....

    Así, al menos, lo exponen, según mis recuerdos, en sus inmortales escritos, los Padres de la Iglesia, y tal es la significación de la solemnísima Misa que se canta la mañana del Jueves Santo.- Aquella Misa es, no ya la conmemoración, sino la viva representación de la Cena en que JESÚS se inmoló por los hombres; en que legó su Cuerpo y su Sangre á la Comunión de los fieles, en que estableció la Ley de Gracia. Por eso tanto júbilo, tanta fiesta, tanta pompa, pocos momentos antes del dolor y el luto que luego reinan en el templo.... Por eso el color blanco y la riqueza de ornamentos y vestiduras; por eso aquel triunfal repique de campanillas de plata con que se acompaña todo el Gloria in excelsis Deo; por eso la elevación del Monumento «con aparato regio de persona Real» que previene la Liturgia; por eso el lujo y los vistosos trajes de colores que lucen aquella mañana en el templo las hijas de Sión (nuestras hijas, hermanas y mujeres, quiero decir), enlutadas Verónicas á la tarde, errantes por la calle de la Amargura.... (Léase «calle de la Montera» ó «Carrera de San Jerónimo», si la escena se figura en Madrid.)

    Sin embargo: aún en aquella Misa tan solemne y fastuosa, la Iglesia, en medio de su mayor alborozo, recapacita en el cruel martirio que le espera á JESÚS y, para demostrarlo, no da á besar la Paz á nadie, «por aborrecimiento al beso de Judas», ni quiere que el sacerdote persigne el altar antes de leer el último Evangelio, sino que se persigne á sí mismo, como prueba de la orfandad en que va quedando la Casa Santa.

    ¡Oh! ¡Qué delicadeza y qué grandiosidad á un propio tiempo en todas estas sagradas alegorías! ¡Qué abismos de ternura en todos los ritos de la Religión Católica!.... (H) -Los que así no lo [reconozcan] proclamen, no han visto por dentro el ceremonial [católico] de nuestras Catedrales y Basílicas, sino por fuera, como cerrado libro, como plegada flor, como callada esfinge.- Podrán haber oído, por ejemplo, la música de los Salmos; pero no han entendido la letra; podrán saber de memoria la misma letra; pero no se han penetrado de su espíritu.- Tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen...., [como dice la Sagrada Escritura] ni tan siquiera en materia artísitca y literaria.

    Muy lejos estábamos nosotros de las grandes catedrales en que otros años habíamos visto conmemorar con tanta pompa la Institución de la Eucaristía: muy lejos de aquellos suntuosos Monumentos que, en Sevilla, en Toledo, en Granada, en Guadix...., sirven de trono y de prisión á Jesús Sacramentado, durante la tarde y la noche del Jueves Santo, y en que todo es luz y blancura, excelsitud y refulgencia.... Pero, en compensación, la mañana que digo, en el momento de salir el Sol (o más bien dicho, en el momento de entrar en la Alpujarra por aquel boquete que da paso á la Taha de Andarax), cielos y tierra ofrecieron á nuestros ojos y á nuestra imaginación el cuadro más grandioso que haya cantado nunca las alabanzas del [Omnipotente] Autor del mundo.

    Hablo de la Sierra, -en medio de la cual nos hallábamos, viéndola desarrollarse á nuestros pies en descomunales laderas, que descendían á profundos abismos, y perderse al propio tiempo sobre nuestra cabeza en las soledades del espacio [, en las regiones etéreas, en la inmensidad que sólo recorren las almas de los justosTexto recogido solo en la 1ª edición]....- ¡Hablo de Sierra Nevada calificada ya como templo por nosotros varias veces durante aquella larga peregrinación!

    La Sierra, pues, vestida, como la Iglesia, de blanco y plata, en señal de triunfo; alzada, como catafalco dispuesto para una apoteosis, sobre escalones de mármoles preciosos, cubiertos de flores y olorosas hierbas; reverberante toda de claridad seráfica, como los iluminados Sagrarios, y alzando, en fin, al firmamento sus inmaculadas nieves, inaccesibles á todo contacto humano, puras como las oraciones de los ángeles, era para nosotros aquella mañana un Altar inconmensurable en que oficiaba la Naturaleza rindiendo culto á su Creador; era la Mesa del Convite en que el Tiempo y la Eternidad se unieron para siempre; era el pináculo en que la Tierra se despedía del [Hijo de Dios] Cristo que la había habitado treinta y tres años; era el propiciatorio en que los siglos reverenciaban el aniversario de aquel supremo instante; -era nuestro Monumento de Semana Santa.


    Pero volvamos al Tiempo; volvamos al mundo; volvamos á nuestro viaje; volvamos á lo Moros.

    Salía, dije, el Sol del Jueves Santo por el llano del Laujar en el mismo momento que nosotros nos poníamos en camino....

    ¡Triste, fatídico, de mal agüero era el punto que había escogido el astro rey para presentarse aquel día en la Alpujarra!. La entrada del llano del Laujar que teníamos ante la vista fué siempre el tránsito de los Reyes desgraciados. Por allí cruzó el ZAGAL para ir del trono al confinamiento y después del confinamiento á la expatriación: por allí entró BOABDIL en su retiro temporal cuando perdió el Reino Granadino, y por allí salió para dejar definitivamente la tierra de España: por allí, en fin, penetró un día ABEN-HUMEYA en la Taha de Andarax, en lo mejor de su edad y de su fortuna, muy ajeno el mísero de que en la Taha de Andarax le aguardaba la muerte.... y de que sólo volvería á salir de allí su exhumado cadáver cuando lo desterraran de la propia huesa!....

    Y lo cierto es que el Sol tenía ya algo de rey desgraciado.... ¡Estábamos en la víspera de su mortal desmayo, de su pavoroso eclipse de tres horas enfrente de la Cruz, durante las cuales diz que exclamó San Dionisio Areopagita: «Vel auctor naturæ patitur; vel mundi machina disolvitur».

    En cuanto á nosotros, caminábamos precisamente hacia el extremo Oriental de la Sierra hacia Levante, hacia Jerusalén, de donde venía el Sol; y, [adonde nosotros, ya] bien que no pudiéramos llegar en todo el día á la Ciudad de Herodes, por mucho que corriésemos, era indudable que, cuando menos, [acercado tres ó cuatro leguas al remate de la jornada....- ] habríamos avanzado hacia ella, al final de la jornada, cosa de veinte kilometros....; lo cual, si no un viaje completo, siempre constituiría un pedazo de viaje á los Santos Lugares.

    Como estáis viendo, los Moriscos hablan perdido el pleito para nosotros, no bien amaneció el Jueves Santo. ¡Inútilmente tratábamos de reducir nuestra imaginación á que se interesase por su suerte! [Como buenos] Á fuer de caballeros cristianos, no teníamos ya entrañas ni fantasía sino para sentir y representarnos todo lo que á la sazón sentía y se representaba la Iglesia.... - Es decir: que, habiendo pensado recordar en Sierra Nevada la muerte del REYECILLO, investigar sus causas, instruir, en suma, el correspondiente proceso, y no hallábamos manera de principiarlo en tan santos días.... ¡Parecíanos una profanación!

    Pero, en fin, todavía teníamos tiempo por delante, y ya se nos ocurriría al día siguiente algún medio de salir de aquel apuro....- Continuamos, pues, nuestra marcha á lo largo de la Sierra, y pocos minutos después estábamos en Válor.


    Válor, el lugar de señorío de ABEN-HUMEYA; el que le dio nombre durante el período cristiano de su vida; tal vez su tierra natal (o nació allí ó en Granada: lo cierto no lo sé); el pueblo en que tenía una casa solariega (de que no quedan ni vestigios), está situado entre dos barrancos muy frondosos, en una especie de remanso de la Sierra.

    Para llegar á la población y á sus cuatro barrios (llamados el Portel, la Jarea, Cohijar y Cantarranas) hay que pasar un hondo torrente que corta el camino, y que es la defensa natural de Válor, origen de su importancia en la guerra del siglo XVI como punto estratégico.- Sobre aquella cortadura existe un puente peraltado de forma árabe, de un solo ojo, levemente apuntado á la manera de ojiva, como los del llano de Tetuán.- Si aquella obra no es del tiempo de los moros (que tampoco lo sé), cuando menos es una imitación de otro puente que ellos tendrían allí

    1.952 habitantes encierra hoy el antiguo feudo del que en mal hora dejó de llamarse D. FERNANDO DE VÁLOR; y, según mis noticias, lo más notable que pasa allí anualmente es una gran función de Moros y Cristianos que hacen los jóvenes del pueblo el día 14 de Agosto, y á la cual acuden espectadores de toda la Alpujarra (hasta de Berja y de Dalías), atraídos por la fama de divertidísima que goza aquella fiesta....- La humanidad es un abismo sin fondo.


    Conque ¡basta de historias profanas! -Así dijimos entonces, y así repetimos ahora.... -Hemos llegado á las puertas del templo [. Recemos] católico de Válor, ó sea á nuestra la SEGUNDA ESTACIÓN, y deber nuestro era conmemorar la historia de la grandiosa Revolución Cristiana, dejándonos de Moriscos antiguos y modernos. (I)

    En la Iglesia de Yegen, al amanecer de aquel solemne día, habíamos considerado, como [recordaréis] era de rigor, el momento augusto de la Cena, y [cantado] traído á la memoria, por consiguiente, el Himno de Santo Tomás á la Eucaristía (Pange, lingua, etc.).- (J) También habíamos recordado allí la humildad (imitada todavía una vez al año por nuestro Pontífices y Reyes) con que JESÚS lavó los pies á sus Discípulos después de la Cena, lo cual hizo comprender á San Pedro que aquellos eran los últimos adioses del Hijo de María, dando ocasión á este sublime diálogo:

  -«Señor, ¿adónde vas?
    Respondió Jesús:
    -Adonde yo voy, no me puedes ahora seguir: mas me seguirás después.
    Pedro le dice:
    -¿Por qué no te puedo seguir ahora? El alma pondré por ti.
    Jesús le respondió:
    -¿Tu alma pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: Que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces».
(San Juan, cap. XIV.)

(K)  Así habló el CRISTO, y salió en busca de la muerte.

    ¡Qué majestad, qué tristeza y qué inefable dulzura en esta despedida! -Es la despedida del Maestro; el Codicilo de su amor y sus predicaciones; la cita dada por el primer Mártir á los que más tarde morirían también por su doctrina.

    -«Me seguirás después.... (L)

    Estas palabras de JESÚS á San Pedro resumen en profecía toda la historia de la iglesia, todo el Martirologio cristiano.... [Tristis est anima mea usque ad mortem.]- del cual forman parte los tormentos sufridos en 1568 y 1669 por tantos y tantos Sacerdotes de la Alpujarra.

    Hasta aquí lo que habíamos leído en Yegen [antes de partir] aquella mañana....

    En Válor, consideramos la patética escena denominada la ORACIÓN DEL HUERTO: aquel momento de expectativa del martirio, en que JESÚS «empezó á entristecerse y angustiarse;» -aquellas palabras dirigidas á Pedro y á los hijos del Zebedeo: «Triste está mi alma, hasta la muerte; », -aquel trance doloroso en que, puesto de rodillas, exclamó. «Padre, si quieres, traspasa de mí este cáliz; mas no se haga, mi voluntad, sino la tuya»; -aquel sudor, «como gotas de sangre, que corría hasta la tierra;» y la llegada de Judas, «uno de los doce, con gran tropel de gente, con espadas y palos, de parte de los Príncipes de los Sacerdotes»; -y el beso del traidor Discípulo; -y la Prisión de JESÚS; -y, por fin, el instante en que, «desamparándole los demás Discípulos, huyeron todos» 4.

    La PASIÓN había principiado.


    De VÁLOR á Nechite, para donde salimos inmediatamente, hay menos de una legua, bien que muy dificultosa.- Sería, pues, cosa de las nueve cuando llegamos á esta nuestra TERCERA ESTACIÓN.

    Por el camino fuimos reparando en que ya estábamos á retaguardia de Ugíjar, de la antigua ciudad, de la consabida Metrópoli de la Alpujarra. -Días antes la habíamos visto, como quien dice, de frente: después la flanqueamos á cierta distancia por la izquierda: á la sazón nos encontrábamos á su espalda; y, por último, al día siguiente, entraríamos en ella por el flanco derecho.- ¡Creeríase que la rondábamos, que la bloqueábamos, que íbamos estrechando su cerco, á la manera de sitiadores ó de amantes!

    ¡Y cuán imponente aparecía á aquella distancia, relativamente á los demás pueblos comarcanos! -Su verde y matizada vega dilatábase allá abajo, al pie de los austeros montes que la circundan, como una sonrisa de la Naturaleza, y, en medio de aquella graciosa campiña, divisábanse los nobles edificios y tendidas calles de la Capital del viejo Corregimiento; de la actual Cabeza del propio Partido judicial que recorríamos; de la tierra clásica de los curiales; del pueblo, en fin, más á propósito para representarnos, como nos representaba á lo lejos, la parte jurídica de la Pasión, las casas de Anás, de Caifás, de Herodes y de Pilatos, la Sinagoga, el Pretorio, los Jueces, los Escribas, los Fariseos, los soldados de Roma mezclados con las turbas judías, y las turbas judías gritándole al Pretor romano: «¡Perdona á Barrabás y crucifica á Jesús Nazareno!»....

    ¡Lo cual demuestra nuevamente que aquel día no había manera de hacernos ver otra cosa que escenas de Semana Santa!- Por fortuna, y para desagravio de la Villa de Ugíjar (comparada por nosotros con la deicida capital de Judea), veinticuatro horas después recorreríamos sus calles, precisamente á la hora de la Crucifixión, y nos encontraríamos con un pueblo tan cristiano, morigerado y pacífico como el que más, no menos dolido por cierto que ningún otro de lo que en aquel instante estaba pasando en el Gólgota....

    Pero volvamos adonde estábamos; que tiempo nos queda para hablar de Ugíjar en su punto y hora correspondientes.
.... .... .... .... .... ....

    En Nechite habían principiado ya los Oficios.- Tuvimos, sin embargo, ocasión de saludar un momento en la sacristía á nuestro amigo el señor Cura, como lo saludo nuevamente desde aquí.- En cuanto á sus 415 feligreses, casi todos se hallaban también en la Iglesia...., jugándose la vida en ello; no en verdad porque tuviesen que temer otra feroz carnicería como la que hicieron los Monfíes en los cristianos de aquel lugar el 25 de diciembre de 1568, sino porque la iglesia estaba, y creo que estará todavía, hundiéndose materialmente....

    En el propio estado encontramos después la de Mairena; [y lo uno y lo otro] también por falta de algunos reales en que están presupuestadas las obras que habría que hacer para restaurar ambos templos (12.000 las de Nechite y 31.000 las de Mairena)....

    -¡Ah, señora España! (exclamamos entonces.) ¡Mucho apresurarse á arrojar de la Alpujarra á los Moriscos, como enemigos de nuestra Fe: mucho obligar á aquella tierra, con el hierro y con el fuego, á ser católica: mucho lamentarse hoy nuestros hombres de Estado de los progresos de la impiedad: mucho decir que el descreimiento religioso es la carcoma de la actual civilización: mucho consignar en nuestros presupuestos grandes partidas para reparación de templos: mucho sacar á los pueblos exorbitantes contribuciones.... y he aquí dos feligresías que vanamente piden un día y otro que se les conserve la Casa de Dios, -único refugio que pueden hallar en sus tribulaciones los menesterosos que todavía no pertenezcan á la Internacional!

    Por lo que respecta á los pobres párrocos, el Gobierno tiene buen cuidado de no pagarles su dotación ni la del culto.... ¿Qué le importa al Gobierno que los españoles tengan ó no tengan ideas religiosas? ¿Qué le importa que tengan ó no tengan principios morales? ¡Habrá visto el Gobierno tantos pueblos que vivan y prosperen sin lo uno y sin lo otro! ¡Habrá visto tantas sociedades, tantas civilizaciones, basadas en la negación de la inmortalidad del alma!.... -«¿Qué falta hace Dios, existiendo la Guardia Civil?....» (dirán acaso nuestros actuales gobernanates.) -«¡Y hasta sin Guardia Civil!....» (añadirán, [si es un Gobierno eminentemente liberal] á fuer de liberales á la española.) -«¡Con armar al pueblo, cada ciudadano defenderá su dicha como pueda!....» [se ha proclamado ya recientementeTexto recogido solo en la 1ª edición].

    -«¡Justo! (responderán los leones, los tigres y los chacales del desierto.) ¡Así vivimos nosotros!».

    Sin embargo: á fin de que nada falte á las funciones de Semana Santa que voy describiendo, ocúrreseme en este instante convertir esta página en una bandeja, ponerme á dar en ella golpecitos con la pluma, y exclamar, dirigiéndome á los católicos que sean millonarios:

    -¡Para reedificar las iglesias de Mairena, y de Nechite!....
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    Á todo esto, nosotros habíamos rezado la susodicha TERCERA ESTACIÓN en lo que queda de la iglesia de Nechite, y considerado allí á JESÚS casa de Anás.

    Anás había sido Sumo Sacerdote de los Judíos; pero ya no lo era. Sin embargo, tenía una hija casada con Caifás, que acababa de comprarle á Herodes aquel pontificado en una gran suma de dinero 5; y, sin duda por esta razón, y por respeto á sus canas y á las dignidades que había ejercido, condujeron á JESÚS á su presencia antes que á la del Sumo Sacerdote en activo servicio; -o tal vez el mismo Caifás, por deferencia y obsequio á su suegro, se lo ordenó así al comandante de aquella gavilla 6.

  «Y Pedro le seguía á lo lejos.
 »Y habiendo encendido fuego en medio del atrio, y sentándose ellos alrededor, estaba también Pedro en medio de ellos.
 »Una criada, cuando le vio sentado á la lumbre, lo miró con atención, y dijo: -Y éste estaba con él.
 »Mas él lo negó, diciendo: -Mujer, no le conozco.
 »Y un poco después, viéndole otro, dijo: -Y tú de ellos eres.
 »Y dijo Pedro: -Hombre, no soy.
 »Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: -En verdad éste con él estaba; porque es también galileo.
 »Y dijo Pedro: -Hombre, no sé lo que dices.
 »Y en el mismo instante, cuando él estaba aún hablando, cantó el gallo». - (San Lucas, cap. XXII.)
  «Y Pedro se acordó de la palabra que le había dicho Jesús: "Antes de que cante el gallo me negarás tres veces".
 »Y habiendo salido fuera, lloró amargamente». - (San Mateo, cap. XXVIII)

    Entre tanto, Anás interrogaba á Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina, sin obtener más que esta contestación:

  «Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la Sinagoga y en el Templo, adonde concurren los Judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Qué me preguntas á mí? Pregunta á aquéllos que han oído lo que yo les hablé: he aquí éstos saben lo que yo he dicho. (M)
 »Y Anás lo envió atado al Pontífice Caifás». [-(San Juan, capítulo XVIII.)]



    Entre Nechite y Mecina Alfahar (nuestra CUARTA ESTACIÓN) media tan poca distancia como mediaría entre la casa de Anás y la de Caifás.

    Algunos expositores se inclinan á creer que suegro y yerno vivirían en dos departamentos diferentes de un mismo edificio; y he aquí que precisamente Mecina Alfahar viene á ser el piso bajo de Nechite.

    En efecto: estos dos lugares están situados el uno encima del otro, como la actual villa napolitana de Resina sobre el antiguo Herculano, sepultado por las lavas del Vesubio; y, á la manera que allí no hay más que sumergirse en una especie de escalera de palacio encantado para ir del pueblo vivo al muerto, así, para trasladarse de Nechite á Mecina, todo se reduce á bajar, durante seis u ocho minutos, unos escalones tallados por las aguas en las escarpias de la Sierra.

    Y muerto, ó sea deshabitado, parecía igualmente Mecina Alfahar.- Sus 382 hijos hallábanse todos reunidos en la iglesia, guardando el más profundo silencio, solo interrumpido por el chisporroteo de las velas.... -El Sacramento había sido ya encerrado en el «Sagrario abscóndito». [No se notaba más señal de vida que el fulgor y el chisporroteo de las velas del MonumentoTexto recogido solo en la 1ª edición]. JESÚS estaba prisionero [para la Iglesia como para nosotros.- Nuestras devociones principiaban á coincidir con las horas canónicasTexto recogido solo en la 1ª edición].

    Porque ya sabrréis que Caifás, muy poseído de su papel de Sumo Sacerdote, que tanto dinero le había costado, viendo que JESÚS no respondía á los testigos falsos que declaraban contra él, preguntole airadamente:

  «¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios bendito?
 »Y Jesús le dijo: -Yo soy: y veréis al Hijo del hombre, sentado á la diestra del poder de Dios, venir con las nubes del cielo.
 »Entonces el Sumo Sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo; -¿Habéis oído la blasfemia? ¿Qué os parece?
 »Y le condenaron todos ellos á que era reo de muerte.
 »Y algunos comenzaron á escupirle, y cubriéndole la cara lo daban golpes y le decían: -Adivina.
  .... .... .... .... .... ....
 »Y luego por la mañana, teniendo Consejo los Príncipes de los Sacerdotes con los Ancianos y los Escribas y todo el Concilio, haciendo atar á Jesús, le llevaron y entregaron á Pilato». - (San Marcos, cap. XV.)

    La explicación histórica de esto que leímos y consideramos en la iglesia de Mecina Alfahar, era que, formando entonces parte Jerusalén del Imperio Romano (Pompeyo la conquistó sesenta y cuatro años antes de Jesucristo), los Sumos Sacerdotes Judíos habían dejado de ser Jueces de Apelación en lo criminal, y de tener derecho de vida ó muerte.- Semejante derecho correspondía ya al Pretor, ó sea al Procurador ó Gobernador que Tiberio tenía en aquella provincia, el cual era hacía seis años un tal Poncio Pilato, ó Pilatos, probablemente natural de la misma ciudad [de Roma] del Tiber, y de fijo tan disipado, escéptico y sibarita como todos los que hacían fortuna [á las márgenes del Tíber] bajo los auspicios del más corrompido de los Césares.

    -¡Vamos, pues, en casa de Pilatos! -exclamamos nosotros, saliendo con dirección á Mairena.

Lámina 13
Lámina XIII
¡Tan grato nos fué el sosiego de siesta que respiraba la villa! ¡Tan sabrosa nos resultó la sombra de sus calles!


    Para llegar á Mairena, distante de allí una legua escasa, tuvimos que subir muchísimo; pues este pueblo es quizás el más alto de la parte oriental de Sierra Nevada. Sin embargo, hacía tanto calor en aquellas lomas batidas de frente por el sol de mediodía, que fuénos preciso descansar una hora en el Barranco de las Parras, á la sombra de unos arbolillos sin dueño, hijos naturales de un despeñado y sonoroso torrente....- Y al propio tiempo almorzamos....- ¡Porque á los caminantes no les obliga el ayuno!
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    En Mairena, lugar de 987 habitantes, y nuestra QUINTA ESTACIÓN, nos aguardaban algunos amigos procedentes de Laroles, que se habían adelantado hasta allí, con galante solicitud, á fin de acompañarnos luego á su pueblo, -donde debíamos pernoctar.- Por señas que, entre estos amigos, había uno de quien tengo que hacer especial mención; [á pesar de la solemnidad de aquel día, ó más bien á causa de su misma solemnidad....;Texto recogido solo en la 1ª edición] pues trajo á mi [imaginación] memoria otra fisonomía de la Semana Santa; su fisonomía urbana por decirlo así....

    Era el tal un antiguo camarada mío de lecturas, polémicas y paseos melancólicos, que había residido en Guadix largos años, y que luego se había vuelto á la Alpujarra, donde nació, á esperar la vejez en medio de los suyos; el cual, al presentárseme en aquel extremo de la Sierra, parecía encargado de advertirme cuán cerca encontrábame ya de mi horizonte nativo.... y de aquella amada tierra en que me juré un día hacer el viaje que ya estaba terminando.... de aquella vieja Acci 7 en que habíamos pasado juntos tantísimos Jueves y Viernes Santos, cuando él era joven y yo adolescente....

    Y, en efecto; no bien lo hube abrazado en aquellas asperezas en que tan selvática figura ofreceríamos á la vista con nuestros equipos montaraces, acudieron á mi memoria los tiempos en que conmemorábamos anualmente, con una regularidad casi litúrgica, la Pasión y Muerte del Redentor; ambos vestidos de ceremonia, como todo el señorío de la ciudad; de frac y en cuerpo gentil desde por la mañana hasta la noche; sin quitarnos los guantes blancos, el Jueves, ni los negros, el Viernes, sino para hacer aquella única comida diaria en que eran de rigor las natillas, el huevo-mol, el arroz con leche y otras dulces compensaciones del ayuno y de la vigilia; recorriendo á todas horas las once iglesias abiertas allí al Culto, ó sea andando las Estaciones incesantemente...., la primera vez por amor á Dios, y las restantes por amor á las jóvenes.... de aquel tiempo; formando parte de todas las Procesiones, como hermanos que éramos de las principales cofradías, y muy satisfechos y orgullosos, si por ventura [eramos] resultabamos elegidos en ellas Mayordomos para el año siguiente....- ¡Oh! ¡Aquello sí que era estar en Semana Santa! ¡Aquello sí que era vivir! ¡Aquello sí que era ser hombres!....

    No carecía, con todo, Mairena de títulos locales á la veneración de los romeros cristianos que acabábamos de llegar á sus puertas.- Por el contrario: ningún pueblo de la Alpujarra recuerda un martirio tan imponente y grandioso, tan en consonancia con el de nuestro Divino Redentor, y cuya conmemoración fuese tan oportuna como el que padeció en 1568 el Cura de aquel lugar bajo el poder de los Monfíes....

    He aquí los sentidos términos en que lo refiere un cronista de aquel tiempo 8:

  «Hubo en Mairena una sola muerte, del bachiller Xauriqui 9, cura, pero digna de un gran soldado de Cristo.
 »De la manera que los sedientos, si tienen poca agua, la beben muy despacio por engañar la sed, que no pueden matar, éstos, deseosos de sangre de cristianos, en la de uno que tenían se entretuvieron, por recrear más su crueldad, que no podían satisfacer.
 »Primero le atormentaron con hambre quince días, dándole de comer pocas onzas de pan de alcandía. Al tiempo de su muerte le entregaron á la ira y escarnio de muchachos y mujeres. Después, abiertos los brazos, en modo de cruz, y atado á una higuera, le abrieron el costado derecho con una lanza. De allí con dos saetas le clavaron el vientre y pecho. Luego le cortaron las piernas. Tendido en el suelo tras esto, le sembraron de pólvora el cuerpo, e hinchieron la boca, y con la mecha del arcabuz pegaron fuego. La poca ánima que le quedaba con dos balas se la arrancaron. No solo como leones rabiosos se encrudelecieron sobre el vivo; despedazaron, como sacios buitres, el cuerpo muerto y echáronlo á los perros».

    «Me seguirás después....», había dicho JESUCRISTO á San Pedro; y San Pedro, al cabo de treinta y dos años, padeció efectivamente la muerte en cruz.

    «Me seguirás después....», había dicho al propio tiempo á todo el que lo quisiera oír.- Y, diez y seis siglos más tarde, un humilde sacerdote de la Alpujarra seguía también á JESÚS; veíase crucificado en su santo nombre, y recibía en el costado derecho la lanzada de otro Longinos....

    ¡Lisonjero martirio en verdad! ¿Qué mejor empleo de esta triste vida que perderla de semejante modo? - ¡Creer en CRISTO, Hijo de Dios vivo, y morir por ÉL y como ÉL.... ¿qué mayor ventura? ¿qué mayor gloria?
.... .... .... .... .... ....

    [A todo esto, nosotros] Haciendo estas reflexiones, habíamos llegado al Pretorio de Jerusalén, ó sea á la casa del Gobernador de la provincia Romana de Judea: -quiero decir, habíamos entrado en la iglesia de Mairena, donde nos tocaba considerar lo acontecido la primera vez que JESÚS fué presentado á Pilatos.

    Los Sacerdotes, Escribas y Prefectos del Templo judío se habían quedado á la puerta del Pretorio, por no contaminarse entrando en tiempo de Pascua á casa de un gentil, casa de un hombre impuro, casa de un enemigo de Dios, que tal era para ellos el Gobernador romano, el verdadero dueño de Jerusalén, el representante de aquel poderoso Imperio que había dado á Herodes Antipáter el Reino de los Macabeos sesenta y cuatro antes; que se lo había conservado á su hijo Herodes el Grande hasta su muerte, y que luego había dividido la Judea en cuatro pequeños reinos (Tetrarquías), repartiéndolos entre las personas que fueron más de su agrado.- No se había enojado, pues, Poncio ante aquel escrúpulo de los que en realidad eran siervos de Roma; y, pues que ellos no querían entrar en el Pretorio, él salió á la puerta, y les preguntó:

  -«¿Qué acusación traéis contra este hombre?
 »Respondieron y le dijeron:
 »-Si éste no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado. Pilato les dijo entonces:
 »-Tomadle allá vosotros, y juzgadle según vuestra ley.
  Y los judíos le dijeron:
 »-No nos es lícito á nosotros matar á alguno.
  .... .... .... .... .... ....
 »Volvió, pues, á entrar Pilato en el Pretorio y llamó á Jesús, y le dijo:
 »-¿Eres tú Rey de los judíos?
 »Respondió Jesús:
 »-¿Dices tú esto de ti mismo, ó te lo han dicho otros de mí?
 »Respondió Pilato:
 »-¿Soy yo acaso judío? -Tu nación y los Pontífices te han puesto en mis manos: ¿qué has hecho?
 »Respondió Jesús:
 »-Mi Reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi Reino, mis Ministros sin duda pelearían para que yo no fuera entregado á los judíos: mas ahora mi Reino no es de aquí.
 »Entonces Pilato le dijo:
 »-¿Luego Rey eres tu?
 »Respondió Jesús:
 »-Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio á la verdad: todo aquél que es de la verdad escucha mi voz.
 »Pilato le dice:
 »-¿Qué cosa es verdad 10?
 »Y cuando esto hubo dicho, salió otra vez á los judíos y les dijo: -Yo no hallo en el ninguna causa 11.
 »Mas ellos insistían diciendo:
 »-Tiene alborotado el pueblo con la doctrina que esparce por toda la Judea, comenzando desde la Galilea hasta aquí.
 »Pilato, que oyó decir Galilea, preguntó si era galileo.
 »Y cuando entendió que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió á Herodes, el cual á la sazón se hallaba también en Jerusalén.»

    ¡Con tan desdeñosa compasión y tal aire de superioridad e indiferencia trató el escéptico romano á JESUCRISTO y á sus acusadores! ¡Tan pueril debió de parecerle aquella pugna de dos religiones; á él, que de seguro no creía en ninguna y que cuando preguntaba «¿Qué cosa es verdad?», volvía la espalda sin aguardar la respuesta; sin considerarla posible!

    ¡Ah! ¡Cuán lejos estaba de imaginar el delegado de Tiberio que aquella altiva y prepotente civilización que él representaba; aquel Imperio Romano que daba leyes al mundo; aquella teogonía helénica que aún existía para las letras y para las artes, desaparecería de la faz de la tierra al cabo de tres ó cuatro siglos, precisamente por falta de espíritu religioso, por falta de fe, por falta de Dios; y que entre tanto, la doctrina predicada por aquel humilde galileo, que él acababa de enviar á Herodes como una galantería política, imperaría en Roma, se extendería por todo el globo terráqueo, y serviría de cimiento á otra civilización, prodigiosa hasta en sus errores!

    ¡Y cuán lejos estaban también de imaginar aquellos sacerdotes hebreos, aquellos escribas, aquel Tetrarca de Galilea, aquellas turbas de Jerusalén, que el reo cuya muerte pedían á gritos era el porvenir del mundo, y que ellos, su descendencia, el pueblo judío, toda su raza, empezarían á pagar treinta años después su crimen de haberlo desconocido y crucificado, quedándose como se quedarían sin templo, sin ciudad, sin patria, sin ley, para peregrinar eternamente por extrañas naciones, huéspedes molestos y despreciados en todas partes, verdaderos parias de la humanidad, leprosos de la Historia, abominación del Cielo y de la Tierra!


    Cuando empezó á refrescar la tarde, nos trasladamos de Mairena á la aldea de Júbar, compuesta de 46 casas y en cuya humilde iglesia nos correspondía rezar la SEXTA ESTACIÓN.

    En cuanto al camino que anduvimos para llegar allí, no nos ofreció nada de particular, o, por mejor decir, nada nuevo.- ¡Siempre el mismo espectáculo maravilloso! ¡Siempre la Sierra, levantándose sobre nosotros á la izquierda hasta invadir los cielos, y despeñándose á la derecha hasta encontrar el profundo lecho de los ríos; siempre nosotros avanzando hacia el Oriente, á media ladera de la empinada montaña; siempre la Alpujarra á nuestros pies, el mar á lo lejos, y, allende el mar, la costa de Berbería; siempre una grandiosa soledad, un inmenso horizonte, y un Sol que parecía no lucir mas que para nosotros...., ó sea para que nosotros contempláramos aquel dilatado panorama sin accidentes humanos, aquel mapa sin fecha, aquel teatro del mundo, cuyos actores iba á buscar nuestra fantasía á través de diez y nueve siglos!

    Llegados á Júbar, y una vez en su iglesia, el mas gigantesco drama se desarrolló ante nuestra imaginación, ya que no ante nuestros ojos. ¡Parecíanos estar viendo aquellas series de vastas pinturas murales ó de enormes tapices que cubren las amplias paredes de los claustros de algunas catedrales, representando escenas de la Pasión!....

    Herodes 12, alegrándose de ver á JESÚS NAZARENO, de quien tanto había oído hablar, y pidiéndole que hiciese delante de él algún prodigio; -JESÚS, callando tenazmente hasta desconcertarlo; -el Tetrarca, despreciándolo al fin, y devolviéndoselo á Pilato, vestido de blanco, en señal de irrisión; -la Mujer de Pilatos pidiendo entre tanto á su marido que de ningún modo castigase á JESÚS y asegurándole que toda aquella noche había sido atormentado su corazón gravemente en sueños por causa de aquel justo; -Pilato, empeñado en salvarlo á toda costa y diciendo á los judíos que opten entre el perdón del facineroso Barrabás y el de JESÚS; -Barrabás preferido y puesto en libertad por los sacerdotes y el pueblo hebreo; -JESÚS azotado, vestido de escarlata, coronado de espinas y provisto de un cetro de caña, asomado por Pilatos al balcón del Pretorio, para ver si sus enemigos se contentan con aquel dolor y aquel escarnio del NAZARENO, toman la cuestión á burla y lo dejan vivir; -los judíos, contestando al «¡Ecce Homo!» del compasivo romano, con aquel tremendo aullido: «¡Crucifícale!» que había de resonar en todas las edades; -Pilatos, en fin, vencido al cabo por el miedo al suspicaz y terrible Emperador Tiberio, con cuya ira le amenazan los sacerdotes, lavándose las manos en presencia del pueblo antes de firmar la sentencia....: -tales fueron los cuadros que se representó nuestra mente en la iglesia de Júbar, al oír al clérigo que predicaba el Sermón de Pasión repetir estas palabras del Evangelio de San Mateo:

  «Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que crecía el alboroto, tomando agua, se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:
 »-Inocente soy yo de la sangre de este Justo. Allá os lo veáis vosotros.
 »Y respondiendo todo el pueblo, dijo:
 »-SOBRE NOSOTROS Y SOBRE NUESTROS HIJOS SEA SU SANGRE».

    «Después de esto (díjonos el Padre Erra, cuya admirable Historia llevábamos también á mano) vistieron á JESÚS con sus ropas, y, puesta la Cruz sobre sus hombros, fué llevado al monte Calvario, para quitarle la vida en el suplicio».


    Serían las cinco de la tarde cuando salimos de Júbar, con dirección á Laroles, postrimer pueblo de la provincia de Granada por aquella parte, término de nuestra jornada, y ÚLTIMA ESTACIÓN que teníamos que andar; -pero Estación solemnísina, compuesta de otras Siete, denominadas el Via Crucis.

    Dicho se está que en aquellos altos senderos de la Sierra, lo mismo que en los templos que íbamos visitando, los recuerdos sagrados del día y todo lo que con ellos se relacionaba eran nuestra única preocupación y el principal asunto de nuestras conversaciones. Así, pues; á la salida de Júbar hablamos mucho (paréceme estar oyendo aquella plática) acerca de la suerte que cupo sobre la tierra á algunos de los personajes que más figuraron en la parte casual y externa de la Pasión de Nuestro Señor JESUCRISTO; y que nos causó disgusto, extrañeza, mística indignación, verdadero escándalo.... el ver cuán humana y sublunar y pedestremente siguieron rodando por este mundo los Jueces del REDENTOR, sin imaginarse siquiera el tremendo papel que debían representar sus nombres en la perpetuidad de los tiempos, á causa de haber terciado en la Crucifixión de aquel galileo, irrisoriamente llamado «Rey de los Judíos....»

    ¡Sobre todo, lo que las historias cristiana y gentílica aseguran de que Herodes acabó sus días en España, pugnaba con todos nuestros sentimientos religiosos, patrióticos y poéticos!- Que Poncio Pilatos volviese á Roma al año siguiente de la muerte de JESÚS, y luego morase en Francia desterrado por otros motivos, y falleciese en Vienne, ciudad del que luego fué Delfinado, como cualquier otro simple mortal, ya tenía algo de cruel, de sacrílego, de abominable....; ¡pero pasara!.... ¡Allá se las compusieran los franceses!....- Pero que un Herodes (¡el mismo que mandó degollar á San Juan Bautista y entregar á CRISTO al ludibrio de la chusma!) viviese y muriese en paz en nuestra noble y piadosa tierra.... era una ferocidad sin ejemplo de la Madre Historia, -á quien no podíamos perdonarle aquel insulto hecho á la Madre Patria....
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    [Acercábase el Sol al ocaso] Bajaba entre tanto el sol á Poniente, y principiaba á hacer frío en las desamparadas alturas que íbamos recorriendo.- (N) Todos nos pusimos muy tristes.- En nuestro corazón, como en la iglesia, [había dejado de ser] no era ya Jueves Santo: era Viernes.... -Quiero decir, que ya sentíamos la fúnebre tristeza del aniversario de la Muerte de JESUCRISTO, en virtud [de aquel profético procedimiento] del patético y solemne cómputo, llamado Vísperas, que enlaza melancólica [y tiernamente] los júbilos y los dolores de la Cristiandad, haciendo que cada Sol, al ponerse, dedique algo de sus reflejos á un «mañana» que pasó y desapareció hace ya muchos siglos....- En suma: nuestra alma vivía en el día siguiente; en la calle de la Amargura, en el Gólgota, [en las Tres de la tarde] en la Crucifixión, en el Entierro....

    Entregados íbamos á estas fantasmagorías, cuando de pronto, y como obedeciendo á un conjuro, apareció ante nosotros, á un cuarto de legua de distancia, en un terreno más bajo que el que á la sazón recorríamos, un espectáculo asombroso, increíble, que nos pareció sobrenatural, y cuyo recuerdo durará tanto como nuestra vida....- ¡Ningún poeta, ningún artista, ningún creyente, ningún místico, fué jamás tan afortunado como nosotros en aquel instante!....

    He aquí lo que vimos, casi con las lágrimas en los ojos....

    Empezaré por deciros que era pura y simplemente, el lugar de Laroles; esto es, una población mucho más extensa que las últimas que habíamos visitado, y situada de tal modo, que desde aquella altura descubríamos hasta el suelo de sus prolongadas calles, -por las que no se veía alma viviente....

    En cambio, fuera del pueblo, por el lado que mira á la Sierra, divisábase una apretada columna de gente, que apoyándose todavía en las últimas casas del Lugar, se dirigía hacia una eminencia no muy distante, donde también hormigueaba una gran muchedumbre, como aguardando la llegada de aquel misterioso cortejo....

    Éste avanzaba sin cesar, aunque muy lentamente, y los últimos rayos del Sol nos dejaron percibir, de trecho en trecho, en medio de aquel cordón de seres humanos, algunas banderas, algunos puntos brillantes (que parecían armas) y algunas extrañas figuras levantadas en alto, alrededor de las cuales se apiñaba más y más la multitud, como si fuesen los trágicos protagonistas de lo que quiera que allí pasaba.

    ¡Misericordia de Dios! Aquello era una representación material de lo mismo que estábamos pensando! ¡aquello era la visión profética del día siguiente! ¡aquélla era Jerusalén: aquél era el camino del Gólgota....- ¡Nuestra última ESTACIÓN había adquirido los caracteres de la realidad! -Las escenas de la Calle de la Amargura, el Via Crucis, la cuesta del Calvario, y, en esta cuesta, el Divino Mártir y los dos malhechores que debían ser crucificados con ÉL, rodeados del pueblo judío y de los soldados de Roma, habían aparecido milagrosamente ante nuestros ojos, tal como los iluminó el Sol del Viernes Santo hace más de diez y ocho siglos!....

    Habréis adivinado, como nosotros adivinamos muy luego, que lo que teníamos ante la vista era una Procesión de Pasos de Semana Santa que se dirigía desde Laroles á una ermita situada en las afueras del pueblo; procesión en que irían sacerdotes. Cofradías con banderas, faroles levantados en alto e imágenes de la Magdalena, de San Juan, de la Virgen María y de Jesús-con-la-Cruz-á-cuestas....

    ¡Pero haceos cargo de la situación de ánimo, del paraje y del momento en que nosotros columbramos aquel espectáculo, y adivinaréis también el efecto que nos causó! ¡Nunca un simulacro pudo llegar á tal grado de verosimilitud! ¡Aquello no parecía una representación, sino la misma cosa representada, la tragedia viva y fehaciente!....

    S. P. Q. R. (Senatus Populus-Que Romanus), decían á nuestros ojos aquellas banderas, y en pos de ellas creíamos ver marchar: primero á Gestas, el Mal Ladrón; luego á Dimas, el que se arrepintió en la Cruz y reconoció á Jesucristo; luego á JESÚS, cayendo y levantando, ayudado por Simón Cirineo; aquí á la Verónica, saliéndole al paso y enjugándolo el sudor y la sangre del rostro con el legendario lienzo; allí á las otras mujeres que le seguían llorando, y á las cuales dijo el Salvador: -«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos»....; y, en torno de los sentenciados, á los verdugos, y, al frente de la comitiva, al centurión, y, cerrando la marcha, á los lanceros romanos, con Longinos entre ellos, y, detrás de toda aquella turba, á la angustiada Madre, traspasado el pecho por la espada del dolor, pero magnánima y valerosa, como sabiendo que los pecadores necesitábamos de sus lágrimas al par que de la sangre de su Hijo....-El Pasmo de Sicilia de Rafael, los cuadros del divino Morales y de Sebastián del Piombo, todo el Arte cristiano estaba allí ante nuestra vista, animado, palpitante, auténtico, llenándonos de santo pavor, de inmensa piedad, de punzantes remordimientos, de un amor infinito al que dio su vida por la felicidad del género humano.

    Entre tanto, se había puesto el Sol; y las luces de los faroles y de los cirios comenzaron á brillar entre las primeras sombras del crepúsculo; y el gentío se movía en sentido contrario que antes....-¡Dijérase que todo estaba consumado, y que los deicidas regresaban en busca de sus hogares para esconderse en ellos con el horror y la duda dentro del alma!....- Pero no era más sino que la Procesión volvía á Laroles, después de haberse detenido un momento en la colina de la ermita....- mientras nosotros bajábamos por el otro lado hacia el mismo pueblo....

    Ya era noche cerrada cuando penetramos en el lugar.- La Procesión llevaba algunos minutos de estar de vuelta en el templo. Las mujeres, vestidas de oscuro, circulaban por las calles con sendos rosarios en la mano y una religiosa tristeza en el rostro. Los hombres, envueltos en sus capas, capotes ó anguarinas, se arremolinaban en grandes grupos, como preguntándose: -«¿Qué hemos hecho? ¿Si éstos que llegan á caballo serán los soldados de Tito que vienen á destruir la ciudad y el templo hasta no dejar piedra sobre piedra?»

    Nosotros [penetramos en] nos apeamos en la puerta de la iglesia, rezamos nuestra ÚLTIMA ESTACIÓN, y nos dirigimos á la casa en que se nos aguardaba....


    ¿Qué más os diré sobre aquel inolvidable Jueves Santo?

    Todavía acuden á mi memoria numerosas reminiscencias de emociones vivísimas, todas ellas en consonancia con la santidad del día....- Pero tengo que concluir.

    Me limitaré, pues, á daros una idea de lo que callo.

    Recordaréis que la víspera pernoctamos en un hogar reciente e hicimos colación en compañía de un matrimonio nuevo.- Aquella noche, por la inversa, paramos en una casa de añeja historia, y cenamos con unos esposos ancianos, cuyos hijos y nietos moraban allá, en lo hondo de la Alpujarra, en la orilla del mar, lejos de su vista, bien que felices, cuanto se puede ser en este mundo;- lo cual bastaba asimismo á la felicidad de los abuelos.

    Vivían éstos, por consiguiente, solos en el hogar en que habían pasado tantos años; hogar que ya empezaba á apagarse, hogar que se apagó bien pronto....- (Cuando esto escribo, ha muerto el viejo y noble caballero que nos albergó aquella noche....)

    Y allí, en aquella extremidad de la Sierra, al pie del puerto de la Ragua (temeroso camino de Guadix, paso estratégico de los moros, región en que se han helado tantos viajeros), aquél anciano y nosotros conmemoramos á algunos vivos y á algunos difuntos que habían constituido siempre á nuestros ojos una especie de parentesco entre la ciudad y el lugar que separan las eternas nieves....- [Había entre nosotros quien] Estaba allí, por ejemplo, alguien que tenía enterrado en Guadix al que le dió el sér, y en Laroles al que le dio la vista....- ¡Había, sí, mucho que amar, mucho que recordar, mucho que agradecer en aquella melancólica velada! -¡Y hoy, como veis, se ha aumentado el número de los muertos!....- Requiescant in pace.
.... .... .... .... .... ....

    Ya muy tarde, nos asomamos á un balcón, á fin de contemplar la Alpujarra á luz de la Luna.

    ¡Era la última vez (acaso en toda nuestra vida) que podríamos disfrutar de aquel grandiosísimo espectáculo!....- A la mañana siguiente bajaríamos de Sierra Nevada, con dirección á la costa y de vuelta ya para el mundo....

    Pero ¿qué hoguera, qué incendio, qué volcán de luz era aquél que divisamos como á tres leguas de distancia, en medio de los montes alpujarreños? ¿Era un pueblo que ardía? ¿Era una isla de fuego en medio de un mar de tinieblas? ¿Era un túmulo inmenso, el túmulo de Cristo, adornado de millares de blandones? ¿Era otra visión profética del Viernes Santo?

    Pronto supimos á qué atenernos.- Aquel ascua de oro era el Lugar de Jorairátar, iluminado profusamente por sus devotos moradores, á fin de que los pueblos y cortijos comarcanos supiesen que aquella noche se predicaba allí el Sermón de la Soledad....

    Para que forméis una idea del número de luces que constituirían semejante iluminación, os diré que en todas las ventanas, balcones y azoteas de cada una de las casas del lugar ardía á aquella hora (según nos explicaron) una apretada hilera de caracoles llenos de aceite y provistos de una torcida, -¡lo cual significa que pasarían de diez mil aquellas luminarias!

    Figuraos lo que sentiríamos en tal momento: figuraos aquel laberinto de oscuros montes que había á nuestros pies; figuraos la indecisa claridad de la Luna, mezclada con las sombras de la tierra, refulgiendo en la despejada atmósfera y reverberando en el lejano mar; figuraos á esta misma Luna, sola en el espacio como un alma en pena; figuraos la religiosa tristeza de aquella noche, después de los seculares recuerdos que habían llenado todo el día, y figuraos, por último, aquellos miles de luces, que parecían estrellas bajadas del cielo para hacer compaña á MARÍA en las negras horas de su Soledad, [para bordar su manto de luto, para reflejarse en sus celestiales lágrimas] y no extrañaréis el místico idealismo que se apoderó de nuestra alma....

    Entre tanto, las nieves de la Sierra, aquel Monumento que, según nosotros, servía en la Alpujarra de Solio, de Cárcel y de Sepulcro á JESÚS SACRAMENTADO, continuaban brillando, - omo habían de brillar toda la noche, -al modo de las luces de los Sagrarios en los grandes templos de la Cristiandad....

    ¡Toda la noche, sí!....- Y, durante ella, los padres sin ventura no dejó ni un solo momento de mirar de hito en hito, con los ojos del [alma] corazón, aquel esplendoroso Altar de [la EUCARISTÍA] puras nieves, velándolo [de rodillas] piadosamente hasta el amanecer, y buscando, entre los Ángeles que lloraban el Sacrificio del Señor, la faz idolatrada de [los tiernos hijos que les arrebató] la tierna hija que acababa de arrebatarme la muerte....

    Y aquí ya no hay palabras para seguir hablando de la noche del JUEVES SANTO.
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- VI -

El VIERNES SANTO.- Cuadro sinóptico de la Alpujarra y de la presente obra

    Al coger hoy la pluma para reseñaros este supremo día de nuestra excursión por la Alpujarra, -durante el cual vimos, con los ojos de la imaginación, desenlazarse y concluirse las grandes historias que habíamos recordado en sus valles y montes, -se me representa, y paréceme contemplar en lontananza, el siguiente vastísimo Cuadro, alegórica suma de todo aquel viaje, de todo lo que en él pensamos, soñamos y sentimos, de todo lo que ha sido y es la tierra alpujarreña, de todo lo que constituye el fondo de la presente obra.

    Mirad. Una inmensa Cruz campea en los aires, en lo más alto de Sierra Nevada, mostrando sus brazos abiertos al continente africano, como en ademán de conjuro fulminado contra el Islamismo.- En aquella Cruz espira el SALVADOR DEL MUNDO.- Son las tres de la tarde del Viernes Santo.

    A cada lado del Árbol de la Redención hay otra cruz más pequeña, en las cuales están clavados dos criminales, dos malhechores, dos facinerosos; pero que no son Dimas y Gestas. Son dos Reyes moriscos; son dos renegados; son dos descendientes de MAHOMA, que recibieron el agua del bautismo y luego se bañaron en sangre cristiana.- El de la derecha, el que ocupa el lugar del Buen Ladrón, es aquél que dijo haberlo hecho todo por vengar á su padre y se declaró cristiano á la hora de la muerte: es ABEN-HUMEYA.- El de la izquierda es el perpetuo traidor, la personificación del odio, el réprobo impenitente: DIEGO LÓPEZ ABEN-ABOO.

    Detrás de la Cruz de JESUCRISTO se ven de un modo vago, cual si fuesen reflejos de ella ó espejismos crepusculares, otras cruces indecisas que se desvanecen y pierden en el espacio, en número infinito, y de las cuales penden, ora desnudos, ora vestidos con ropa talar, unos desconocidos, aunque históricos personajes....- Son los sacerdotes alpujarreños martirizados por los Monfíes.

    La aureola de luz seráfica que rodea la faz de CRISTO se releja en el lívido rostro de aquellos mártires que lo siguieron después.- La Iglesia los ha reconocido como Héroes de la Fe cristiana.- Los semblantes de ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO permanecen en la sombra del pecado; pero en los ojos del primero, alzados hacia JESÚS moribundo, empiezan á lucir el arrepentimiento y la esperanza....

    Á los pies de todas aquellas cruces, y formando varios grupos en las agrias laderas de la Sierra, se ven millares de cadáveres; aquí de caballeros castellanos; allí de turcos y moros; ora de moriscas pasadas á cuchillo con sus pequeñuelos en los brazos; ora de cristianas asesinadas al pie de los altares....- Arden más abajo iglesias y mezquitas. Vénse pueblos derruídos, despoblados, arrasados completamente.- Luego se divisa el Mediterráneo, cubierto de bajeles atestados de moriscos y judíos.... Los barcos zozobran al peso de los desterrados, hasta que al fin se hunden.... y el mar queda cubierto de náufragos que desaparecen poco á poco.... ¡Ancianos, niños, mujeres.... todos son pasto de las olas!

    D. JUAN DE AUSTRIA, el MARQUÉS DE MONDÉJAR, EL DE LOS VÉLEZ y el DUQUE DE SESA, en devota actitud, están sobre una colina, vuelta la espalda á los expulsados hebreos y musulmanes, y adorando al CRUCIFICADO....

    -«Padre mío, perdónalos, que no saben lo que se hacen», -exclama JESÚS luchando con la agonía.

    -¡Nosotros no perdonamos! -responden á lo lejos FELIPE III (*) y los inquisidores.

    En otro lado, casi un siglo más atrás, ISABEL LA CATÓLICA, el arzobispo HERNANDO DE TALAVERA, el CONDE DE TENDILLA y otros Capitanes de la Conquista de Granada intervienen también por los moriscos, aconsejan la tolerancia y la persuasión, esperan redimirlos por el amor y la caridad....

    Pero allí acontece lo mismo: CISNEROS y los dos DEZAS les responden implacablemente:

    -«¡Nulla est Redemptio!»

    Y espira JESÚS, y queda despoblada la Alpujarra, y la soledad y la miseria tienen su guarida en el inmenso ámbito recortado á nuestro alrededor por la corva cuchilla del horizonte.

    Y el Cuadro principia á desvanecerse, á disolverse, á transformarse....

    Y son los días de este siglo....- Penachos de humo flotan sobre los barcos que cruzan por delante de la Alpujarra.- El ferrocarril silba á lo lejos.- La raza vencedora puebla ya las Tahas morunas y reedifica los pueblos que habitaron los árabes....- Lo único que no se reedifica son las antiguas iglesias cristianas.- La exportación de frutos y la industria minera van enriqueciendo el país....- Pero turbas más feroces, más impías, más antiespañolas, más anticristianas que los agarenos, pululan en los desiertos de la incredulidad, sedientas de pillaje y de exterminio, de oro y de sangre, de groseros goces y de salvaje independencia.- La Internacional va apoderándose de España....

    Y he aquí que una voz exclama entonces: -¡Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos en que había Moros y Cristianos; en que cada cual luchaba y moría por su fe; en que el idealismo dirigía las acciones humanas; en que esta corta vida era como un torneo en que se disputaban los hombres el derecho á la inmortalidad; en que el alma era señora del cuerpo, y no su esclava y su cautiva; en que todos se consideraban iguales, no porque todos se creyesen dioses, sino porque todos sabían que no eran nada ni nadie ante Dios; y en que el error consistía, no en desconocer, como se desconoce ahora, que tenemos espíritu, y que nos espera otra vida y que Dios nos aguarda en ella, sino en la elección de los medios para lograr tan altos fines!.... ¡Dichosa edad, sí, y dichosos siglos aquéllos en que había Mahometanos y Judíos en España, en lugar de ateos ó de pirrónicos, y en que se sublevaban los pueblos por su fe propia, y no, como hoy, por la hacienda ajena!

    Esto dice aquella voz....- y, mientras sus ecos se pierden en el vacío, el cuadro se desvanece de nuevo....

    Y ya no queda ante mis ojos, de tanto como vi y medité en la Alpujarra, sino las descoloridas páginas de un libro -que también se llevará el aire....



- VII -

Bajada á Ugíjar.- Pasamos por Picena y Cherin.- Ugíjar en VIERNES SANTO y en los demás días del año.- El Cortijo de Unqueira.- Las Tres de la tarde.- Muere JESÚS entre dos ladrones

    Acabáis de ver el Cuadro que nos ofreció la Alpujarra al anochecer del Viernes Santo de 1872....

    Pero como para vosotros, lectores, todavía no ha amanecido aquel día solemne; como nos habéis dejado en las alturas de Sierra Nevada, dentro del lugar de Laroles, viendo transcurrir las fúlgidas horas de la noche del JUEVES SANTO; y como es deber mío no prescindir ni un momento de vuestra compaña hasta que termine esta peregrinación, voy á deciros de qué manera fuimos al cabo á Ugíjar, tradicional Metrópoli de la Alpujarra; en qué paraje y de qué modo pasamos la tristísima hora de las tres, y cual fué en realidad el fin que tuvieron ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO, á quienes hemos visto en la precedente sinopsis hacer el papel de Dimas y de Gestas, y expiar sus crímenes al propio tiempo que JESÚS expiaba los del género humano....- Voy, en una palabra, á descomponer el cuadro que acabo de pintar, y á referiros por separado cada uno de sus tremendos episodios.

    [¡A caballo, pues!.... y tened paciencia algunos momentos más; que ya nos falta poco, muy poco, para completar las sesenta leguas del programa de este viaje.Texto recogido solo en la 1ª edición]


    Serían las seis de la mañana cuando partimos de Laroles y emprendimos la bajada de la Sierra.

    Nos dirigíamos á Ugíjar; pero nuestro ánimo era únicamente pasar por en medio de la población, sin extendernos á estudiarla; pues no nos parecía el Viernes Santo día á propósito para curiosear profanamente en un pueblo cristiano, cuyos moradores estarían entregados completamente á sus obligaciones religiosas.

    -Si hoy nos paramos en alguna parte, -dijimos desde luego, -será en solitarios cortijos, y á la noche iremos á dormir á Murtas, donde ya se nos trata en familia.

    Había amanecido un día hermosísimo, asaz impropio de sus lúgubres recuerdos.... Sin embargo, sobre el Mulhacén se veía una nubecilla torva, que bien podía presagiar un eclipse y un terremoto para las Tres de la tarde....

    A la media hora de camino (bajando siempre) pasamos por el lugar de Picena, cuyo número de habitantes era casi inútil averiguar aquel día en que podían aumentarse con los muertos....- como diz que sucedió en Jerusalén cuando espiró JESÚS: que «se dejaron ver muchos difuntos que habían vuelto á tomar sus cuerpos»....- (San Mateo, capítulo XXVII).- Con todo, nosotros, siguiendo nuestra costumbre, inquirimos allí que Picena, á las siete de la mañana, tenía 936 habitantes, inclusos aquéllos que estaban trabajando en lo hondo de las minas de Sierra de Gádor, ó sea en los mismísimos Infiernos.

    Después de otro descenso de media legua, llegamos á la planta baja de la Alpujarra....: esto es, á la llanura de Ugíjar.- Sierra Nevada pertenecía ya á.... nuestra historia.

    Estábamos en Cherin.


    Cherin, cuya población es algo más numerosa que la de Picena (979 habitantes), hállase situado en una riente posición, á orillas de un río que fluye entre pacíficas alamedas, después de haber bajado despeñado de las alturas del Puerto de la Ragua....

    Este río, llamado en todo lo alto Río de Laroles; en seguida Río de Picena; Río de Cherin en aquel sitio; más abajo Río de Lucainena, y que acaba por ser el caudaloso Río de Adra, constituía, en el paraje en que á la sazón nos encontrábamos, la frontera de las provincias de Granada y de Almería; y nosotros nos solazamos mucho rato en pasar de una margen á otra, ó en marchar por en medio de la corriente, á igual distancia de ambas orillas, diciendo: «Ahora estamos en Granada....» «Ahora estamos en Almería....» «Ahora no estamos en ninguna parte....»: lo cual reconozco que no estuvo bien hecho; pues era jugar con la solemnidad de los límites, -respetables e interesantes siempre, como los aniversarios, como las edades críticas, como cada 31 de diciembre, ó como las Columnas de Hércules del sepulcro...., -en las cuales unos leen «Plus ultra» y otros «Non plus ultra» antes de pasarlas, ó sea cuando están vivos...., pero que todos pasan al fin con los ojos cerrados y más amarillos que la cera, como si temieran alguna cosa....

    Nuestro buen amigo el joven médico de Cherin nos hizo descansar algún tiempo en aquel pueblo. Verdaderamente no teníamos prisa.- Además, en Cherin discutimos largo rato sobre si subiríamos ó no á la próxima Taha de Andarax, cuyo camino arranca allí mismo...., optando al fin por la negativa, en atención á que (según nuestros informes) ni en el Laujar, ni en el Presidio, ni en el Fondón quedaban rastros algunos de ABEN-HUMEYA 13, ni de BOABDIL, ni del ZAGAL, ni de CID-HIAYYA; en atención también á la santidad del día, que entibiaba en nuestro espíritu todo entusiasmo poético por los Musulmanes, y en atención, por último, á que [(como ya habéis visto en el capítulo precedente) la muerte del REYECILLO y la de su sucesor ABEN-ABOO tenían ya marcado otro lugar en el escenario de la presente obra] ya nos íbamos cansando de rodar por valles y montes....

    Nos encaminamos, pues, desde Cherin hacia Ugíjar, que era, en aquel punto y hora, el principal objeto de nuestra curiosidad y nuestras ansias, y de la que sólo nos separaban ya dos ó tres colinas muy suaves.... Pero con todo esto se nos había ido la mañana, y ya serían las doce cuando descubrimos, en medio de sus amenos campos, la insigne residencia de los antiguos Corregidores; aquella población que [decía] calificaba Mármol, hace trescinetos años, de «Ciudad no menos noble que las otras del Reino de Granada».

    -¡Al paso, señores, y armas á la funerala; que es Viernes Santo!....- exclamamos entonces respetuosamente.

    Y penetramos en Ugíjar con el mayor recogimiento y compostura.


    En efecto: eran las doce.- Así nos lo advirtió el árido, triste, cadavérico ruido de la carraca de madera que en aquel día fúnebre da las horas en las torres de los templos; ruido que parece formado por el choque de muchos huesos de muerto, y con el cual recuerda á cada instante la Iglesia á los fieles el leño de la Cruz; -así como el silencio de las campanas, (que representan á los Apóstoles) significa de qué manera callaban éstos á la sazón ó estaban ocultos en la Ciudad deicida....

    Según habíamos convenido, cruzamos por en medio de la villa de Ugíjar, (entrando por Levante y saliendo por el Sur), [sin detenernos en ella, pero pasando por sus principales calles y por su gran plaza....Texto recogido solo en la 1ª edición].- Las calles, limpias y bien empedradas; la Plaza, llana, extensa con soportales; las casas, de simpático aspecto en su generalidad, muchas de ellas con grandes balcones, tras de cuyos cristales blanqueaban elegantes cortinillas, que se levantaban á veces para mostrarnos una bonita, curiosa y aristocrática cabeza de mujer...., todo, todo en aquella población tenía el carácter aseñorado (palabra de mi tierra) correspondiente á los títulos históricos de la actual Cabeza de Partido, -elevada á ciudad por BOABDIL cuando residió en la Alpujarra, y degradada más tarde de esta categoría por los Cristianos, sin duda para borrar aquel recuerdo del REY CHICO.

    La soledad absoluta y el silencio consiguiente que encontramos en las calles y en la plaza, cuyas tiendas estaban cerradas por supuesto, decían muy alto cuán á rigor se llevaba en aquella ilustre villa la santificación del Aniversario de la Muerte de JESÚS.- En la iglesia habían terminado los Oficios y cantádose las Vísperas con la anticipación que aquel día es de rúbrica, y en seguida los sacerdotes habían desnudado los altares, en recuerdo de cómo los judíos desnudaron á CRISTO para crucificarlo y se repartieron sus vestiduras y echaron suertes sobre su túnica inconsútil....- Así nos lo dijeron algunos hijos de Ugíjar que habían estado por la mañana en los Oficios y salido luego á Cherin á aguardarnos -por todo lo cual no entramos en la iglesia, -que ya estaba sola y huérfana.... como todas las del orbe católico, -y dímonos prisa á evacuar aquel pueblo que profanaban y perturbaban las pisadas de nuestros caballos .... .... .... .... .... ....


    Pero no era cosa de alejarnos así de Ugíjar, la población más calificada del territorio Alpujarreño.- Nos detuvimos, pues, una media hora, aunque sin echar pie á tierra, en las márgenes de su río...., todavía á la vista de sus últimas casas...., [y hablemos otro poco acerca de su presente y de su pasado] y allí, á la fresca sombra de algunos arbolillos, platicamos extensamente sobre el estado actual de la villa, y hasta leímos varios apuntes relativos á su noble historia.

    [Lo que la solemnidad del día nos ha impedido curiosear dentro del pueblo, curioseémoslo en sus afueras: aquí que no pecamos, como se dice vulgarmente.] He aquí el resumen de aquella sesión extramuros.

    La antigua plaza fuerte de Uxíjar encierra hoy 3.432 habitantes, inclusos los que moran en los 114 cortijos, molinos, etc., de su jurisdicción y en los Caseríos de la Cantera y de Montoro, (ó Río de Yátor), situado el primero á media legua y el segundo á una legua de la Villa, y cada uno compuesto de unas cuarenta casas.

    Desde hace cuatro años, hay en Ugíjar una Fábrica de filatura de seda (con doscientas operarias, establecida por unos industriales de Lyon de Francia) que va haciendo revivir en todas aquellas tierras la cría de la preciosa oruga y de los morales y moreras que la nutren.- Los campos producen todo lo necesario al consumo de la población. Expórtase algún aceite, del cual hay varios molinos. En las Ramblillas defendidas por la Sierra se ven cada día más naranjos, bien que no en el terrible barranco de Nechite, por donde á veces baja encañonado un aire frigidísimo, sin el cual aquel terreno sería casi tan templado como la Costa.

    El carácter principal y culto que siempre ha distinguido á Ugíjar se revela en muchas cosas, además de las ya apuntadas.- Su hermosa iglesia fué en otro tiempo colegiata, con sus correspondientes canónigos.- Había además un convento de frailes, cuyo local subsiste.- Abundan las casas antiguas de aire nobiliario.- Hay alumbrado público de noche, y un sereno...., cosas ambas muy de notar en aquella región.- El casino, que tiene fama de excelente, está suscrito á dos periódicos conservadores (La Época y La Política), y en sus salones se dan con frecuencia bailes de sociedad!- La iglesia del ex-convento está habilitada para teatro, en el que suelen funcionar algunas compañías de la legua.- El correo es diario.- La estación telegráfica de que se sirven (la de Berja) sólo dista tres ó cuatro horas.- ¡Los domingos hay misa de once!- Las gentes se visten, ó sea se componen, para ir á paseo.- Este, en el invierno, es á la Ermita de San Antón, pasando cerca del cementerio.- El verano, el señorío va por la tarde á la magnífica Fuente del Arca, y, á la noche, toma el fresco en un paseo de acacias que hay á la puerta de la iglesia.- En tiempo del corregimiento paseaban los Cuellos (así se llamaban los caballeros, los currutacos) en los soportales de la plaza á la hora de la siesta, mientras llegaba la de ir á la fuente susodicha.- Hoy los flaneadores prefieren como lugar de parada cierta esquina que hay entre la plaza de la Constitución y la de los Caños.

Lámina 14
Lámina XIV
Allá arriba.... aquel inesperado pasadizo....; fuera, en los limbos...., los árboles festonean del modo más gracioso los altísimos bordes del tajo.

(O)   Hasta aquí la Ugíjar de ahora.- Hojear sus antiguos anales equivaldría á revolver toda la historia de la tierra alpujarreña.

    Afortunadamente, no hay para qué hacerlo: el presente libro va lleno del nombre de aquella Villa, y, además, poco pudieran ya interesaros ciertos pormenores en las postrimerías de [una tan larga lectura] esta obra.- Me limitaré, pues, á referiros un solo hecho, que tiene algo que ver con su parte histórica y dramática.

    Cuando estalló la rebelión de los moriscos, había en Ugíjar una Alcaldía Mayor, dependiente del Corregimiento de Granada, con jurisdicción en toda la tierra alpujarreña. Era entonces Alcalde el licenciado León, el cual, avisado por el Abad Mayor, Maestro D. Diego Pérez, de que iban á alzarse los Agarenos, publicó un Bando para que todos los cristianos se refugiasen en la Iglesia, pena de la vida (!), á fin de defenderse de mil turcos y berberiscos que marchaban contra aquel pueblo.- Esta exageración produjo la incredulidad consiguiente, y los Cristianos se reían diciendo que «¡por dónde iban á ir los turcos á Ugíjar

    ¡No fueron, en verdad, turcos.... (por entonces; que luego sí) los que entraron en la confiada Villa alpujarreña....; pero fueron Monfíes, capitaneados aquella vez por ABEN-ABOO, que tenía agravios que vengar de las autoridades civil y eclesiástica!- ABEN-HUMEYA, que lo supo, y como grande amigo que era del Abad y de otros cristianos de Ugíjar, viendo el peligro en que se hallaban, montó á caballo en Válor y corrió aceleradamente á su defensa....- Pero, cuando llegó, ya era tarde.- El Abad, seis canónigos, el Alcalde Mayor y doscientos treinta y dos cristianos más habían muerto degollados.... el mismo día en que conmemora la Iglesia la Degollación de los Inocentes.

    ABEN-HUMEYA increpó con terribles frases á su primo ABEN-ABOO á la vista de tantos horrores, en tanto que lloraba piadosamente al Abad y á sus otros amigos....

    ABEN-ABOO le volvió la espalda con desvío.

    ¡La fatalidad mostró siempre empeño en mantener un lago de sangre entre los dos descendientes de MAHOMA que reinaron en la Alpujarra!


    De los campos de Ugíjar (que atravesábamos poco después, alejándonos ya definitivamente de la que fué Ciudad) pudiera decirse lo que el gran poeta arábigo-español Ibn-Aljathib dijo de la vega de Guadix en su DESCRIPCIÓN DEL REINO DE GRANADA: «que allí todo languidecía, excepto el aura de la primavera»; -inspiradísima frase, que es más una melodía que un concepto.

    Efectivamente: los campos de Ugíjar, labrados en anchurosas paratas, compiten en amenidad (ya que no en extensión) con los primeros del mundo.- ¡Qué rozagantes trigos! ¡Qué variedad de frutales! ¡Qué infinidad de flores!

    Además: sus legumbres tienen fama en muchas leguas á la redonda....- Pero nosotros no llegamos á probarlas.- ¡Estaría escrito!

    Discurriendo sobre estas cosas, pasamos por delante del Cortijo de Unqueira.

    El Sol se había nublado. Aquella nubecilla que vimos por la mañana sobre la cumbre del Mulhacén cubría ya todo el firmamento....

    Eran las dos de la tarde....

    -Detengámonos aquí.... (nos dijo el dueño del Cortijo de Unqueira, que iba con nosotros). Esperemos en esta soledad á que pase la suprema hora de las tres; la hora de Nona; la hora en que murió JESÚS....- ¡Parece mal afanarse en tales momentos por nada de la vida!

    Á la puerta de aquel cortijo había muchos naranjos. Su opimo fruto y un poco bacalao, que se mandó á buscar á Ugíjar, fué lo único que consentimos en tomar allí [por vía de refección] como parvedad, sin embargo de nuestra inmunidad de caminantes....

    Ayunábamos.- ¿Qué menos podíamos hacer como homenaje á la memoria del Bienhechor del mundo?


Ecce lignum Crucis.

    La tremenda hora iba á sonar en el reloj de los siglos.

    Desde las doce hasta las tres, de la hora de Sexta á la de Nona, durante las cuales JESUCRISTO luchó con la Muerte, reinaron las tinieblas sobre la Tierra: el Sol y la Luna aparecieron eclipsados, «no de un modo natural (que era imposible), sino como privados de vida por el horror y el duelo» (dice un Santo Padre). «Las estrellas brillaban como en medio de la noche. Un frío espantoso reinaba en la árida cima del Calvario»...., -añaden los Santos Libros.

    Y JESÚS pronunciaba de vez en cuando, desde el Árbol de la Redención, las últimas palabras de su Testamento.
.... .... .... .... .... ....

    En la Alpujarra llovía....

    Dijérase que el Cielo y la Tierra se habían reunido para llorar juntos.


    Por delante del Cortijo de Unqueira vimos cruzar varios Curas, en distintas direcciones, todos ellos á caballo y muy de prisa....

    Parecían los Discípulos de JESÚS, corriendo atribulados por las cercanías de Jerusalén en aquel temeroso instante.

    Eran Sacerdotes que se trasladaban de un pueblo á otro, á leer la Pasión y á predicar, á fin de que no faltase en ninguno de ellos quien representase el luto de la Iglesia al espirar el Hijo del Eterno Padre.


    Flectamur genua.... -¡Arrodillémonos!.... exclamó en esto un noble anciano que nos acompañaba desde la Sierra.

    Eran las Tres.
    .... .... .... .... .... ....

    -«¿Ha muerto tan pronto?» -exclamó Pilatos, cuando el Senador Romano Joseph de Alimatea le pidió el cuerpo de JESÚS para enterrarlo antes de que se pusiera el Sol.

    -¡Sí, Pilatos, Magistrado de la impía Roma; sí, Sacerdotes de la Antigua Ley hebrea; sí, pecadora raza de Adán: JESÚS ha muerto!.... ¡El Sacrificio se ha cumplido! ¡El mundo acaba de transformarse!- Tal pudo contestar el Senador al Prefecto romano.
.... .... .... .... .... ....

    ¡Sí! había muerto JESÚS, y en la cumbre del Gólgotha sólo respiran ya una angustiada Madre, Madre también del género humano; el dulce Apóstol que pugna por apartarla del pié de la Cruz, y dos malhechores, Dimas y Gestas, arrepentido el uno e impenitente el otro, luchando ambos con los pavorosos crepúsculos de la [agonía] eternidad....

    Así lo había visto, con los ojos de la devoción y como si fuera un hecho presente, el anciano que nos acompañaba; y por eso sin duda repitió las palabras que en aquella hora sonaban en todas las iglesias de la Cristiandad:

    -¡Jesús ha muerto!.... Flectamur genua.

    Todos nos arrodillamos.



- VIII -

Crímenes y muerte de ABEN-HUMEYA

    Al REYECILLO nuevo levantado
la muerte merecida allí le dieron:
á manos de los Turcos fué acabado
de los que por ayuda ellos trajeron 14.

    Seguía lloviendo, y á nosotros nos sobraba tiempo para ir á Murtas, en donde, por respeto religioso, no queríamos entrar hasta que fuera de noche....

    Había, pues, llegado el momento oportuno de hojear el proceso de aquellos dos grandes malhechores que representaban desde por la mañana en nuestra imaginación el papel de Dimas y de Gestas. Había, sí, llegado el caso de juzgar los delitos de ABEN-HUMEYA y de ABEN-ABOO, y de ver la manera cómo los expiaron.- ¡Dimas y Gestas nos perdonarían que los convirtiéramos de criminales judíos en criminales moros!

    Tomada esta determinación, encendiose lumbre en el cortijo, y cedimos la palabra á los Historiadores....

    Sean ellos también quienes se encarguen de relataros aquí la última Tragedia de la Trilogía que suspendimos al salir de Cádiar.


  «Después de su memorable campaña de Vera, «D. HERNANDO DE VÁLOR (dice D. Diego Hurtado de Mendoza) tornó á Andarax, donde, como asegurado de su fortuna, vivía ya con estado de Rey, pero con arbitrio de tirano, señor de haciendas y de personas.... Con todo esto, duró algunos días, que le hacían entender que era bien quisto, y él lo creía, ignorante de su condición, hasta que el vulgo empezó á tratar de su manera, de su vida, de su gobierno, todo con libertad y desprecio, como riguroso y tenido en poco. Apartáronse de su servicio, descontentas, algunas cabezas que tomaron avilantez.... Quejábanse los turcos, entre otros muchos, que, habiendo dejado su tierra por venir á servirle, no los ocupaba donde ganasen.... Mas él, espacioso, irresoluto hasta su daño, tanto dilató la respuesta, que se enemistó con ellos, habiéndolos traído para su seguridad, y después proveyó fuera de tiempo».

    Otras nubes se amontonaban sobre la cabeza del REYECILLO. Los parientes de su difunto suegro Muley Carime y de su repudiada primitiva esposa, y sobre todo un tal Diego de Arcos (hermano de aquel Rafael de Arcos, á quien mató el propio ABEN-HUMEYA), no omitían medio de desacreditar y perder al que había sido el verdugo de su familia (los Arcos eran deudos de los Rojas), y propalaban que andaba en tratos con los cristianos sobre la manera de rendirse; -en corroboración de cuya calumnia exhibían dos documentos que aparentemente lo comprometían mucho.

    Eran un pasaporte, firmado y sellado por él, en favor de un Cristiano que conducía pliegos á Granada, y una carta, toda de su puño, dirigida al alcaide de Güéjar, enviándole otras para que las remitiese á aquella Ciudad.

    El romanceador Alonso del Castillo [, hablando de estos papeles,Texto recogido solo en la 1ª edición] escribía poco después las siguientes palabras: «Cuentan los moros haber sido (dichos papeles) la principal ocasión por la cual los moros y turcos de Berbería acordaron de matar á este D. Hernandillo de Válor»- Sin embargo, no podían ser más inocentes aquellos documentos; pues, según confiesa el mismo Romanceador, y reconocen todos los cronistas, habían sido redactados cuando ABEN-HUMEYA escribió á D. JUAN DE AUSTRIA quejándose de que hubiesen dado tormento á su encarcelado padre; ocasión en que, muy lejos de hablarle de paz, le amenazaba con no dejar un cristiano á vida....- Pero el alcaide de Güéjar, descontento sin duda del REYECILLO, «guardó aquella carta (dice Mármol) para calumniarle con ella», y, unida al pasaporte, fué un arma terrible en poder de los Arcos y los Rojas.

    Leamos ambos papeles, incluídos en el Cartulario del mencionado Alonso del Castillo.- Son dos muestras curiosas de la mala ortografía de ABEN-HUMEYA y de su piedad filial.

    Decía así el pasaporte:

  «Con el nombre de Dios piadoso y misericordioso. Del estado grande, renovado por la gracia de Dios, con generosidad e ánimo valeroso, de Muley Mahamad Aben Omeya, Gobernador e Rey de los creyentes (¡que Dios haga victorioso e sea servido de remediar con él á los del Poniente que suscitaron la ley de Dios!).
 »Se hace saber que este mozo es xpiano (cristiano) de los de la fortaleza de Xeron, el cual lleva unas cartas de Su Alteza á la cibdad de Granada; por tanto, el que lo estorbare, ó ascondiere ó matare, e cualquiera que lo viere en cualquier lugar que entrare, le favorezca e ayude, porque va en provecho de los moros e de los xpianos, como es en las usanzas de los Reyes.
 »E lo firma por su mandado, siendo testigo de ello Mahamad Aben Gebela.
 »Y está firmado al fin deste pasaporte una rúbrica e palabra que dice: Esto es verdad

    La carta era del tenor siguiente:

  «Los loores á Dios. Del estado grande, virtuoso, renovado por Muley Mahamad Aben Omeya, Rey (¡qué Dios haga victorioso!), salud e Dios e su gracia e bendición que desea á su especial amigo, el Alcaide Xoaybe de Güéjar.
 »Hermano mío, la merced que os pido es que esta carta mía, que vos será dada en castellano, la enviéis á mi padre, e guardaos no alcéis mas alzaría ninguna hasta que venga respuesta della de mi padre. E después de esto yo os daré orden de lo que debéis de hacer, e por Dios os encargo seáis hombre de secreto e prestamente os yré á ver, e proveeré todo aquello que os cumpliere.
 »E salud e gracia e bendición de Dios sea con vosotros».

    Se ve que estos documentos, -si inocentes y hasta loables, conocido el sentimiento que los dictó y el resultado que produjo la correspondencia á que se referían 15, -se prestaban á funestas interpretaciones, á poca mala fe que hubiese en quien los comentara; y esta mala fe no era sino mucha en el bando morisco que conspiraba contra ABEN-HUMEYA.

    «Tomó además parte activa en la conjuración (dice Lafuente Alcántara) DIEGO LÓPEZ ABEN-ABOO, que ambicionaba el mando». -¡Es decir, que ABEN-ABOO se quitaba ya la máscara!....- Era natural: los odios, los rencores, las ambiciones y las envidias acaban siempre por concertarse en contra del enemigo ó del estorbo común.- ¡ABEN-HUMEYA estaba perdido sin remedio!

    Tiempo era, por lo demás, de que dejase de vivir aquel insensato, juguete de sus pasiones, manchado de sangre, entregado á la molicie y la concupiscencia como Baltasar y Sardanápalo, y que parecía no luchar ya en las batallas sino para asegurarse el impuro goce de las veintidós mujeres que, según unos, y cuarenta, según otros, tenía en su casa del Laujar cuando estalló al fin sobre su frente la cólera divina....- [Veamos] apresurémonos, pues, á decir cómo se originó la catástrofe, [Es una historia que] no sin advertiros que, aunque el lance parece inventado por un poeta, es una historia ciertísima, que refieren unánimemente todos los cronistas de aquellos sucesos.


    Tenía ABEN-HUMEYA un amigo y confidente con quien gustaba mucho de platicar sobre amoríos.- Llamábase Diego Alguacil, y era morisco, natural de Ugíjar.

    Un día cometió éste la ligereza y la ruindad de revelarle cómo era el amante correspondido de una prima suya, «viuda, mujer que fuera de Vicente de Roxas, pariente de Roxas, suegro de ABEN-HUMEYA; mujer igualmente hermosa y de linaje (dice Hurtado de Mendoza); buena gracia, buena razón en cualquier propósito; ataviada con más elegancia que honestidad; diestra en tocar un laúd, cantar y bailar á su manera y á la nuestra; amiga de recoger voluntades y conservarlas».

    Esta viuda llamábase Zahara, si hemos de creer á Pérez de Hita 16; el cual conviene también en que era muy hermosa.

  «Hermosa á la maravilla (dice); gran música de voz y de tañer á la morisca y á la castellana...., y danzaba extremadamente».
  «Y tanto le supo decir (continúa luego el mismo), que ABEN-HUMEYA, de oídas, quedó de ella muy amartelado y con encendido deseo de verla: y así, disimulando, le rogó (sin mandar como pudiera) que la trujese á su casa, porque la quería ver, y que en ello le haría gran servicio.
 »Aben-Alguacil, arrepentido ya de haber alabado tanto á su dama, sufriendo su pena, aquella noche la llevó á casa del REYECILLO, adonde, á su ruego, danzó y tañó y dijo....» [-una canción en lengua castellanaTexto recogido solo en la 1ª edición]

    Resultado de esta entrevista, fué que la mora Zahara no volvió á salir de las habitaciones del REYECILLO, quien «usó de ella como amiga» (dice Hurtado de Mendoza); mientras que DIEGO ALGUACIL desapareció de Andarax, tan receloso de que ABEN-HUMEYA lo matara, como resuelto á matarlo él en cuanto pudiese.

    En lo que no están de acuerdo los historiadores es en la manera de calificar los resentimientos de Alguacil y de Zahara con el Tirano alpujarreño.- Según Pérez de Hita, que es el más romántico de todos, «la hermosa mora quedó á su pesar con el REYECILLO, no cesando de llorar aquella fuerza que se le hacía».- Según Hurtado de Mendoza, «avisó la viuda á su primo, mostrando descontentamiento; ofendida, entro tantas mujeres 17, de no ser tenida por una de ellas».- «Otros (dice Mármol) entendieron que la causa del enojo que tenía con él (Diego Alguacil con ABEN-HUMEYA) no eran celos, sino punto de honra, afrentado de que siendo mujer principal, que podía casar con ella, la traía por manceba».

    Como quiera que fuese (que lo cierto es muy difícil de inquirir cuando la verdad se esconde en el corazón de una mujer, y de una mujer muerta hace tres siglos), las Historias no dejan después lugar á la duda en que ZAHARA, resentida con ABEN-HUMEYA por carta de más ó por carta de menos, suministró á Alguacil los medios de matar al REYECILLO.

    Veamos las trazas de que se valió, dignas ciertamente de una mujer ofendida.... y mora por añadidura.


  ABEN-HUMEYA, «que no se fiaba de los turcos, ni estaba bien con ellos (dice Mármol)...., los había enviado á la frontera de Órgiva, á orden de ABEN-ABOO. Sucedió, pues, que, como estos hombres viciosos eran todos cosarios, ladrones y homicidas, donde quiera que llegaban hacían muchos insultos y deshonestidades.... Y como fuesen muchas quejas de ellos á ABEN-HUMEYA, escribió sobre ello á ABEN-ABOO encargándole que lo remediase: el cual le respondió que los turcos no hacían agravio á nadie, y que si alguna desorden hiciesen, él la castigaría. Sobre esto fueron y vinieron correos de una parte á otra; y ansí de lo que se trataba como de la indignación que ABEN-HUMEYA tenía contra los turcos, avisaba por momentos la Mora. á Diego Alguacil».

    Decidió al fin el REYECILLO enviar á los turcos contra Motril, al mando de ABEN-ABOO; y escribió á éste que se pusiera en marcha con ellos hacia las Albuñuelas, donde ya le alcanzaría otro correo designándole el punto á que debía dirigirse y todo lo que tenía que hacer.

  «Y como estos correos (prosigue Mármol) pasaban forzosamente por Ugíjar, y la Mora avisaba á Diego Alguacil de los despachos que llevaban, éste y Diego de Arcos salieron al camino á esperar al portador de la anunciada última orden, y lo mataron, quitándole el pliego. Y, contrahaciendo la orden Diego de Arcos (que había sido secretario de ABEN-HUMEYA y firmado algunas veces por él); donde decía que ABEN-ABOO fuese con los turcos á dar sobre Motril, puso que los llevase á Mecina de Bombaron, y que después de tenerlos alojados...., los desarmase y hiciese degollar á todos, valiéndose de cien hombres que le llevaría Diego Alguacil; y que lo mesmo hiciese con Diego Alguacil después que se hubiese aprovechado de él».

    Esta carta apócrifa fué enviada inmediatamente á ABEN-ABOO con persona segura, y poco después llegó Diego Alguacil á la cabeza de cien hombres que los Roxas y los Arcos le habían reunido en Ugíjar, y dijo al antiguo DIEGO LÓPEZ:

  «Aquí me tienes con la gente que sabes; pero entiende que yo no pienso intervenir en semejante crueldad, pues los turcos son personas que han venido á favorecernos; por lo que trato de avisarles la traición de ABEN-HUMEYA, á fin de que provean lo que se ha de hacer con este hombre ingrato, voluntario y perverso, á quien yo estoy cansado de servir».

    De manera alguna se comprende que un moro tan astuto como ABEN-ABOO, enterado, lo mismo que toda la Alpujarra, de los ruidosos amores del REY con la prima y amada de Alguacil, y de la fuga de éste, y de sus vengativos planes, no cayese en la cuenta de que todo aquello era una maquinación del ultrajado amante contra su aborrecido rival....- Porque ¿cómo podía haber dado ABEN-HUMEYA una comisión tan delicada (ni ninguna otra) á su mayor y más reciente enemigo?....

    Además, la terrible orden que ABEN-ABOO recibiera poco antes, no estaba escrita ni firmada de puño del REY.... ¿Cómo pudo, pues, considerarla auténtica el cauteloso DIEGO LÓPEZ? -¿Acaso no conocía la letra ni la firma de su primo y señor, con quien se carteaba diariamente? -¡Imposible suponerlo.... pero razón de más para prevenirse! -¿Las conocía? -¡Pues ya veía que no eran suyas! -¿Sería acaso porque reconoció la mano de Diego de Arcos, antiguo Secretario Real? -¡Pero Diego de Arcos estaba también fugitivo y rebelado contra el déspota alpujarreño desde que éste le mató un hermano!

    La Historia no se ha detenido á dilucidar este punto, y dice, muy superficialmente, que ABEN-ABOO, creyendo cierta la orden escrita y veraces las palabras de ALGUACIL, participó de la indignación de éste contra ABEN-HUMEYA....- Yo juraría, sin embargo, que ABEN-ABOO no fué engañado un solo instante por Diego Alguacil, aunque lo aparentara; y que, por el contrario, contribuiría con todas sus fuerzas á engañar y exasperar á los Turcos.- ABEN-ABOO era aquel demonio que, según dijimos más atrás, seguía á ABEN-HUMEYA como la sombra al cuerpo, desde la horrible escena en que, por su causa, dejó de ser hombre y se convirtió en monstruo!

    Pero prosigamos.-

  Hablando se hallaban todavía de aquel asunto los dos moriscos, «cuando acertó á pasar (dice Mármol) por delante de la puerta donde estaban, Husceyn, capitán turco, y llamándole á él y á Caracas, su hermano, ABEN-ABOO les mostró la carta: los cuales avisaron á otros alcaides turcos: y, alborotándose todos entre temor y saña, comenzaron á bravear cargando las escopetas y diciendo: ¿qué, aquello merecían los que habían dejado sus casas, sus mujeres y sus hijos por venirlos á socorrer? -Y apenas podía ABEN-ABOO apaciguarlos, diciéndoles estuviesen seguros, porque no se les haría el menor agravio del mundo....
 »Tratose allí luego que no convenía que reinase aquel hombre cruel.... sino que le matasen á él y criasen otro Rey.... Y sin perder tiempo nombraron á ABEN-ABOO, harto contra su voluntad, á lo que mostró al principio. Mas luego, aceptó el cargo y honra que le daban, con que le prometieron de matar luego á ABEN-HUMEYA».
    .... .... .... .... .... ....

    La anterior escena ocurrió en Cádiar, á prima noche.

    De allí al Laujar de Andarax, donde residía el Rey, acostumbraban los moriscos á poner cuatro horas.


    Era aquella misma noche.- «Antes del amanecer....» dice Pérez de Hita.

    Ignórase el día fijo: sólo se sabe que corría el mes de octubre de 1569.

    El Laujar yacía en la quietud del descanso, ya que no en la del sueño....

    «Los caudillos y capitanes más amigos de ABEN-HUMEYA, con dos mil moros, repartían la guardia cada noche.... teniendo barreadas las calles del lugar, de manera que nadie pudiese entrar en él sin ser visto ó sentido».- Esto dice Mármol; á lo cual añade Hurtado de Mendoza que ABEN-HUMEYA, aquella noche, última de su vida, tenía «veinte y cuatro hombres dentro en casa, cuatrocientos de guardia, y mil y seiscientos alojados en el lugar».

    Velaban pues, muchos por la seguridad del REYECILLO; el cual, después de haber pasado la mayor parte de la noche en una zambra, ó baile moruno, acababa de entrar en su casa y de recogerse en sus habitaciones.

    Por asistir á aquella fiesta, no había partido hacía ya algunas horas en busca de los que conspiraban contra él; -pues hay que advertir que á eso de las once, cuando se dirigía al baile, recibió un aviso de todo lo que se urdía en Cádiar.

    «Pero él no había querido decir nada» (refiere Mármol); bien que, desde que lo supo, «tenía dos caballos ensillados y enfrenados.... y más de trescientos moros de guardia al derredor del lugar para caminar antes que amaneciese. Después, cansado de festejar, se había ido á su posada....»

    No dio, sin embargo, la orden de que se retirasen los que toda la noche le habían estado aguardando con el pie en el estribo; lo cual significa que sólo se proponía descansar algunos instantes, creyendo sin duda que el Destino le consentiría, como otras veces, aquella tardanza en acudir á la defensa de su amenazada vida....

    Dormitaba, pues, ABEN-HUMEYA á eso de las tres de la madrugada.

    «En el aposento había una hacha de cera ardiendo», dice Pérez de Hita.

    Dos mujeres (así lo aseguran todos los historiadores) acompañaban al desgraciado en el último sueño de que había de despertar....; y una de ellas era la viuda de Vicente Rojas, la prima y amada de Diego Alguacil, la mora Zahara...., la Helena de aquella Troya en miniatura.

    ¡Pero Zahara no dormía.... Zahara estaba despierta, -como Judith la noche que mató á Holofernes!
.... .... .... .... .... ....

    Entre tanto, los conjurados de Cádiar avanzaban en medio de las sombras nocturnas, seguidos de cuatrocientos hombres, por mitad Turcos y Moriscos.

    «Con silencio caminaron hasta Andarax»....- declara Hurtado de Mendoza.

    Y, en efecto, ya hacía rato que la tierra de Andarax cruzaban; tierra «cuyo aire (al decir del poeta moro) inclinaba á la molicie: tierra (continúa diciendo) estrecha de términos y contornos, áspera de caminos, copiosa en sepulturas y cavernas, falta de alegría y lugares de recreo, y cargada de tributos 18»....

    Llegó, al fin, aquel ejército de blancos fantasmas á las puertas del Laujar.

    «Aseguraron la centinela, como personas conocidas», -observa Hurtado de Mendoza.

    Es decir, que daría la cara ABEN-ABOO, el primo y allegado del Rey, y, por consiguiente, el más traidor de todos los que allí iban....- á lo menos, siempre acontece así en casos tales.

    «Pasaron el cuerpo de guardia (sigue diciendo el noble historiador); entraron en la casa....; quebraron las puertas del aposento....».

    Figurémonos aquel despertar de ABEN-HUMEYA. Delante de él estaban, juntos por la primera vez, pero estrechamente unidos por el odio, sus más implacables enemigos: el torvo ABEN-ABOO, que ambicionaba el trono; Diego de Arcos, que había jurado vengar á su hermano y todas las demás ofensas de su familia; Diego Alguacil el injuriado amante de Zahara, y Husceyn y Carácax, los terribles capitanes turcos que tan quejosos e irritados se mostraban hacía ya tiempo.... Todos, sí, todos se hallaban en su presencia, armados, irreverentes, descompuestos, amenazadores, ¡en vías ya de hecho, desde el instante en que osaron derribar la puerta!....

    Sin embargo, «ABEN-HUMEYA les habló con semblante de rey», -dice Pérez de Hita.

    «Halláronle desnudo y medio dormido (continúa por su parte Mendoza); y, vilmente, entre el miedo y el sueño y las dos mujeres; estorbado de ellas, especialmente de la VIUDA...., que se abrazó con él (abrazo de Dalila para impedirle la defensa), fue preso.... y atáronle las manos con un almaizar (especie de toca ó faja morisca)».

    «No hizo resistencia»....- «Ninguno hubo que tomase las armas ni volviese de palabra por él»....- «¡Faltó maestro a ABEN-HUMEYA (prorrumpe al llegar á este punto el insigne D. Diego)....; porque ni supo proveer y mandar como Rey, ni resistir como hombre!»

    En cambio, el mismo que así habla va á hacernos ver que, cuando menos, aquel infortunado supo morir.

    «Juntáronse (dice) ABEN-ABOO, los Capitanes y Diego Alguacil.... a tratar del delito y la pena, en su presencia. Leyéronle y mostráronle la carta (la orden contrahecha de asesinar á los turcos), que él, como inocente, negó. Conoció la letra del pariente de Diego Alguacil: dijo que era su enemigo; que los turcos no tenían autoridad para juzgarle; protestoles de parte de MAHOMA, del Emperador de los turcos y del Rey de Argel, que le tuviesen preso, dando cuenta de ello y admitiendo sus defensas....

   »Mas la razón tuvo poca fuerza con hombres culpados, prendados en un mismo delito, y codiciosos de sus bienes. Saqueáronle la casa; repartiéronse las mujeres, dineros, ropa; desarmaron y robaron la guardia; juntáronse con los capitanes y soldados, y otro día de mañana 19 determinaron su muerte.

   »Eligieron a ABEN-ABOO por cabeza en público, según lo habían acordado en secreto, aunque mostró sentimiento y rehusarlo, todo ello en presencia de ABEN-HUMEYA; el cual dijo:

   »QUE NUNCA SU INTENCIÓN HABÍA SIDO SER MORO, MAS QUE HABÍA ACEPTADO EL REINO POR VENGARSE DE LAS INJURIAS QUE Á ÉL Y á SU PADRE HABÍAN HECHO LOS JUECES DEL REY DON FELIPE, ESPECIALMENTE QUITÁNDOLE UN PUÑAL Y TRATÁNDOLE COMO Á UN VILLANO, SIENDO CABALLERO DE TAN GRAN CASTA: PERO QUE ÉL ESTABA VENGADO Y SATISFECHO....: QUE, PUES HABÍA CUMPLIDO SU VOLUNTAD, CUMPLIESEN ELLOS LA SUYA.

   »QUANTO á LA ELECCIÓN DE ABEN-ABOO, QUE IBA CONTENTO, PUES SABÍA QUE HARÍA PRESTO EL MISMO FIN:

   »QUE MORÍA EN LA LEY DE LOS CRISTIANOS, EN QUE HABÍA TENIDO INTENCIÓN DE VIVIR, SI LA MUERTE NO LE PREVINIERA.

   »Ahogáronle dos hombres (Diego Alguacil y Diego de Arcos, según Mármol: ABEN-ABOO y Alguacil, según Lafuente Alcántara), uno tirándole de una parte y otro de la cuerda que le cruzaron en la garganta (Pérez de Hita dice que lo ahorcaron con una toca).- Él mismo (añade) se dio la vuelta, como le hiciesen menos daño: concertó la ropa; cubriose el rostro»....

    ABEN-HUMEYA acababa de cumplir veintitrés años.
.... .... .... .... .... ....

    «Le sacaron muerto (cuenta otro historiador), y le enterraron en un muladar, con el desprecio que merecían sus maldades....»

    Sin embargo; algunos meses después, á la conclusión de la Guerra de los Moriscos, y despoblada ya la Alpujarra, «tuvo noticia el SEÑOR D. JUAN (dice Pérez de Hita, refiriéndose á D. JUAN DE AUSTRIA) de como estaba enterrado en Andarax D. FERNANDO DE VÁLOR el que había sido Rey, y como había muerto cristiano, y atento á esto, mandó su Alteza que los huesos suyos fuesen llevados a Guadix a enterrar»....
.... .... .... .... .... ....

    Lo único que la Historia vuelve á saber de la mora Zahara es que, seis años después de terminada la Guerra, la vieron en Tetuán «casada, á ley de maldición con el propio Diego Alguacil».- Así lo refiere Luis del Mármol.

    Hurtado de Mendoza la desprecia soberanamente y no vuelve á nombrarla.



- IX -

Reinado y muerte de ABEN-ABOO

    Vamos al MAL LADRÓN.

    ABEN-HUMEYA había reinado diez meses....

    ABEN-ABOO reinó otros diez.

    Cumpliose, pues, en esta parte, como en todo, la especie de emplazamiento que aquél le dirigió en su última hora, cuando le dijo: -«En cuanto á ti, ABEN-ABOO, muero contento; pues tendrás mi mismo fin».

    El nuevo REY pidió á los soberanos de Argel y de Turquía la confirmación de su nombramiento, y, obtenido que la hubo, intitulose MULEY ABDALÁ MAHAMUD ABEN-ABOO. REY DE LOS ANDALUCES, adoptando la siguiente divisa: «No pude desear más, ni contentarme con menos

    Su reinado principió bajo muy buenos auspicios para la causa morisca. Conociendo el asesino de ABEN-HUMEYA que tenía que hacer olvidar su crimen por medio de grandes acciones, puso cerco á la Villa y Fuerte de Órgiva; derrotó y rechazó al Duque de Sesa, que había salido de Granada con muchas tropas en auxilio de los sitiados, y tomó el fuerte y la villa después de otros señaladísimos combates.

    Pero su estrella no tardó en nublarse para siempre. El joven D. JUAN DE AUSTRIA salió al fin á campaña 20; alcanzó memorables victorias por la parte de Huéscar y de Almería (bien que perdiendo delante de Seron á su ayo y amigo el célebre Luis Quijada); redujo ó aniquiló á los moriscos de todas aquellas tierras, y apareció, en fin, cubierto de laureles, por el lado oriental de la Alpujarra, decidido á apagar de una vez la rebelión en su mismo foco.- Volvió á la carga al propio tiempo el Duque de Sesa por el lado de Poniente...., y ABEN-ABOO, cogido entre dos fuegos, viose obligado á refugiarse con sus adictos en las alturas de Sierra Nevada.

    Sin embargo; todavía no hubiera sido fácil á los capitanes cristianos enseñorearse del territorio alpujarreño, si otras armas mucho más afiladas que las que ellos esgrimían no vinieran á herir de muerte la insurrección. Todos los moriscos de Granada y de su vega fueron expulsados de sus hogares y confinados á distantes provincias de España, sin consideración alguna á edad, clase ni sexo, después de haber sido desposeídos de sus casas, tierras y tesoros: ¡tremenda medida, muchas veces anunciada y hasta iniciada, pero cuya definitiva ejecución llenó de espanto á los Alpujarreños!

    Además; los parientes y amigos de ABEN-HUMEYA, indignados, terribles, atentos sólo á la venganza, trataban ya con los cristianos; hacían que millares de moros depusieran las armas y volviesen á la obediencia de las autoridades granadinas, y habían llegado á mermar tanto el ejército de ABEN-ABOO, que éste hubo de pensar también en rendirse, y entró en negociaciones con D. JUAN DE AUSTRIA.- Pero luego calculó que de todas maneras sería ahorcado, y, en señal de que daba por rota la capitulación convenida, asesinó al que había servido de negociador en aquellos tratos, al venerable Havaquí, el más insigne general de las huestes moriscas, cuyos restos yacen también en Guadix.

    Vengaron esta muerte y la de ABEN-HUMEYA los vecinos de Alora matando á un hermano de ABEN-ABOO, llamado comúnmente el Galipe: abandonáronlo también, por resultas de aquella misma felonía, los pocos adeptos principales con que contaba; y hacia el mes de octubre de 1570 (diez meses después de su solemne proclamación) viose reducido el antiguo Diego López á capitanear trescientos ó cuatrocientos facinerosos, encastillados con él en las cimas de Sierra Nevada, escondidos en aquellas cuevas de los Bérchules, tan fáciles de defender como imposibles de tomar por la fuerza, y expuestos á morir de hambre y de frío en el invierno que ya principiaba....

    Así las cosas, aconteció que los parientes de ABEN-HUMEYA 21 y las autoridades granadinas consiguieron atraerse también (asegurándole que sería perdonado) al único partidario importante que le quedaba á ABEN-ABOO; partidario que gozaba á la sazón de toda su confianza; pero que tenía con él antiguos resentimientos y estaba ya fatigado de vivir como una bestia feroz en aquellos inaccesibles parajes.- Llamábase Gonzalo el Xeniz 22, y había capitaneado Monfíes al principio de la Guerra.

    El Xeniz (a quien, con grandes precauciones, conseguía ver un platero de Granada, nombrado Francisco Barredo, -que era el que manejaba la intriga), prometió que el mismo día que recibiera la Cédula Real con su indulto entregaría el cadáver de ABEN-ABOO al mismo que se la llevara. Fue, pues, á Granada Barredo, y, recogido que hubo la orden, tornó á la Sierra y citó al Xeniz al sitio en que solían avistarse....

    Pero cedamos aquí la palabra á nuestro inimitable Hurtado de Mendoza:

  «Llegado el Xeniz, y vista la Cédula, la besó, y puso sobre su cabeza: lo mismo hicieron los que con él venían y despidiéronse dél (de Barredo), fueron á poner en ejecución lo concertado.- Francisco Barredo se volvió al castillo de Vérchul, porque allí le dijo el Xeniz que le aguardase.
 »Gonzalo el Xeniz y los demás acordaron, para hacerlo á su salvo, que sería bien que uno de ellos fuese á ABDALÁ ABEN-ABOO, y de su parte le dijese que la noche siguiente se viese con él en las cuevas de Vérchul, porque tenía que platicar con él cosas que convenían á todos.
 »Sabido por ABEN-ABOO, vino aquella noche á las cuevas, solo con un moro, de quien se fiaba más que de ninguno; y antes que llegase á las cuevas, despidió veinte tiradores que de ordinario le acompañaban; todo á fin que no supiesen adónde tenía la noche.
 »Saludole Gonzalo el Xeniz, diciéndole: -Abdalá ABEN-ABOO, lo que te quiero decir es, que mires estas cuevas, que están llenas de gente desventurada, así de enfermos como de viudas y huérfanos....- Y luego le manifestó resueltamente: Ser las cosas llegadas á tales términos, que si todos no se daban á merced del REY, serían muertos, y destruídos; y haciéndolo, quedarían libres de tan gran miseria».
  «Cuando ABEN-ABOO oyó las palabras del Xeniz, dio un grito, que pareció se le había arrancado el alma, y, echando fuego por los ojos, le dijo: ¡Cómo, Xeniz! ¿Para esto me llamabas? ¿Tal traición me tenías guardada en tu pecho?.... No me hables más, ni te veo yo. -Y diciendo esto, se fué para la boca de la cueva...
 »Mas un moro, que se decía Cubáyas, le asió los brazos por detrás, y uno de los sobrinos del Xeniz le dio con el mocho de la escopeta en la cabeza, y le aturdió; y el Xeniz le dio con una losa y le acabó de matar.
 »Tomaron el cuerpo, y, envuelto en unos zarzos de cañas, le echaron la cueva abajo, y esa noche le llevaron sobre un macho á Vérchul adonde hallaron á Francisco Barredo....
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 »De allí lo llevaron á Cádiar -(dice por su parte Luis del Mármol), y, porque no oliese mal, habiéndole de llevar á Granada, le abrieron y le hinchieron de sal....
 »Juan Rodríguez de Villafuerte Maldonado, corregidor de Granada y del consejo, que por orden del Duque de Arcos había ido á asistir á la reducción de aquellas gentes...., mandó que Leonardo Rotulo (P) y Francisco Barredo llevasen á Granada, el Cuerpo de ABEN-ABOO y los moros reducidos.
 »Entraron en la ciudad con gran concurso de gente, deseosos de ver el cuerpo de aquel traidor que había tenido nombre de Rey en España.
 »Delante iba Leonardo Rotulo, y luego Francisco Barredo á la derecha, y á la izquierda el Xeniz con la escopeta y alfanje de ABEN-ABOO: todos tres á caballo.
 »Luego seguía el CUERPO, sobre un bagaje, enhiesto y entablado debajo de los vestidos, de manera que parecía ir vivo....
 »Detrás de todos iban los moros reducidos, con sus bagajes y ropa....
 »Y á los lados la cuadrilla de Luis de Arroyo, y de retaguardia Jerónimo de Oviedo.... con un estandarte de caballos.
 »De esta manera entraron por la ciudad, haciendo salva los arcabuceros, y respondiendo la artillería de la Alhambra, y fueron hasta las casas de la audiencia, donde estaban el Duque de Arcos y el presidente D. Pedro de Deza, y los del consejo, y gran numero de caballeros y de ciudadanos.
 »Apeáronse.... y subieron á besar las manos al Duque y al Presidente, á quien el Xeniz hizo su acatamiento y entregó el alfanje y la escopeta de ABEN-ABOO, diciendo que hacía como el buen pastor, que no pudiendo traer á su señor la res viva, le traía el pellejo.
 »Tomó el Duque las armas, agradeciendo á todos tres lo bien que se habían gobernado en aquel negocio, y ofreciéndoles que intercedería con su Majestad para que les hiciese particulares mercedes.
 »Mandó luego arrastrar y hacer cuartos el cuerpo de ABEN-ABOO, y la cabeza fué puesta en una jaula de hierro sobre el arco de la puerta del rastro, que sale al camino de las Alpujarras, donde hoy está....
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 »Y pusieron (concluye Hurtado de Mendoza) un título en ella, que decía:
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«ESTA ES LA CABEZA
DEL TRAIDOR DE ABÉNABO.
NADIE LA QUITE, SO PENA
DE MUERTE»
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    La Guerra de los Moriscos estaba terminada.

    Sólo nos faltaba enterarnos de su total expulsión, y de cómo se despobló y repobló laAlpujarra....

    Pero ya eran las cuatro y media de la tarde; había cesado de llover, y teníamos que marcharnos á Murtas.

    Dejamos, pues, para el día siguiente, último de nuestro viaje, aquel funesto epílogo de tan lamentables historias, y nos pusimos en camino.

    Volvimos á pasar por Cojáyar y por Mecina Tedel, que respiraban la profunda tristeza propia de aquella tarde (tristeza en que no entraba por nada la muerte de ABEN-HUMEYA y de ABEN-ABOO); y, ya oscurecido, llegamos á Murtas, cuya plaza éranos forzoso atravesar para dirigirnos á nuestro alojamiento....

    Hallábase ésta llena de gente, y todas las casas tenían iluminación. Las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par...., pero no se veía nadie dentro de su espaciosa nave....- Dijérase que era la vacía estancia de donde acababan de sacar un muerto....

    Y no era otra cosa.- En una calle vecina (dicho se está que nosotros íbamos ya á pie) encontramos un magnífico entierro....- En el ataúd, que tenía grandes cristales por todos lados, se veía tendido el cadáver de un hombre como de treinta y tres años de edad, de incomparable hermosura, envuelto en un sudario que parecía tejido por los Ángeles.- Las personas que iban en el cortejo alumbraban con blandones.... Tristísimas plegarias, fúnebres quejas resonaban á la cabeza del duelo.

    Era la procesión del Entierro de Cristo.

    Poco después alzose un viento espantoso.... un huracán horrible de los que tan frecuentes son en el Cerrajón de Murtas.

    Todas las iluminaciones se apagaron.... La iglesia (adonde ya había regresado la procesión) cerrose inmediatamente, llevándose el sacristán las llaves, como las de una casa deshabitada. Y un fuerte aguacero que principió á caer en seguida, dejó completamente desiertas las oscuras calles del lugar, en el que sólo se oyeron ya durante toda la noche los aullidos lastimeros del aire y el sollozo continuo de la lluvia....

Lámina 15
Lámina XV
....con estar tan alto, entramos por encima de las chimeneas.



FIN DE LA SEXTA PARTE


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