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Por: Juan Manuel JEREZ HERNÁNDEZ
Es por su altura difícil, fragosa por su aspereza, por su sitio inexpugnable, e invencible por sus fuerzas. Catorce leguas entorno tiene, y en catorce leguas más de cincuenta que añade la distancia de las quiebras, porque entre puntas y puntas hay valles que la hermosean, |
campos que la fertilizan, jardines que la deleitan. Toda ella está poblada de villajes y de aldeas; tal que, cuando el sol se pone, a los vislumbres que deja, parecen riscos nacidos cóncavos entre las breñas que rodearon la cumbre aunque a la falda no llegan. |
Así debió ver La Alpujarra Calderón de la Barca cuando decidió hacer esta descripción de ella en su obra, de Amar después de la muerte y en términos parecidos la retratan después múltiples autores que vinieron y se enamoraron de ella, que vienen y se enamoran y que vendrán y se enamorarán si los de aquí sabemos conservarla con ese encanto de lo sencillamente bello y a la vez misterioso.
Es una tierra abrupta, un paisaje herido de hondos valles de laderas verdes, cientos de barrancos de todos los tonos del ocre mezclados con el brillo grisáceo de las launeras. Una gran sierra que al norte, sus cumbres apuntan al cielo y al sur sumerge sus faldas en el lecho de los ríos. Pueblos colgados de las montañas, como cascadas de un blanco monocorde que deslumbran a pleno sol y se ruborizan con la luz oxidada del ocaso. Caminos atormentados que serpentean entre bolinas, romeros, tomillos y abulagas, encinas y almendros, higueras y olivos. Un silencio acogedor, salpicado por trinos de pájaros, cantos de cigarras, rumor de acequias y susurros de viento en las retamas.
Dicen que es una tierra misteriosa o, al menos, capaz de estimular la curiosidad de quien busca el misterio. Mirando con los ojos de la fantasía aparecen monfíes bajando en tropel por las empinadas laderas, o sombras de moriscos bajos los aleros de pizarra entre los geranios que adornan las ventanas.
Se trata de una comarca históricamente consolidada, comprendida entre las cumbres de Sierra Nevada y el mar Mediterráneo, a caballo entre las provincias de Granada y Almería. La ocupan una sucesión de valles y montañas, destacando entre los primeros los excavados por el río Andarax, que discurre hacia el este, el Guadalfeo, que lo hace hacia el oeste y el Adra que discurre hacia al sur. Entre las montañas, además de la ladera sur de Sierra Nevada y sus cumbres que la separan del Marquesado del Zenete, están los macizos de Sierra Lújar, La Contraviesa y Sierra de Gádor alineadas en sentido longitudinal, paralelos a Sierra Nevada y cuyas laderas meridionales mueren bruscamente en la costa mediterránea.
EXTENSIÓN
Existen varias versiones en cuanto a la extensión «real» de la comarca. De entre tantos escritores como han descrito «sus» límites de La Alpujarra, destacan dos, cuyas teorías dan base a las únicas versiones coherentes que hoy existen: Pedro Antonio de Alarcón1, le da una longitud de once leguas y una anchura de siete leguas, contradice a geógrafos anteriores a él, como Méndez de Silva, y describe lo que él llama linderos exactos de la comarca. Coincide con otras versiones en los límites occidentales, septentrionales y meridionales; la diferencia está en lo que él llama la frontera oriental de La Alpujarra que la comienza en Ohanes, para terminarla en Punta Entinas pasando por las crestas de la Sierra de Gádor y excluyendo de la comarca a las antiguas tahas2 de Marchena y Boloduy, compuestas por pueblos del río Andarax y Nacimiento3. Manuel Gómez-Moreno4 describe la existencia de las tahas de Orgiva, Poqueira, Ferreira, Jubiles, Ugíjar, Çueyhel, Çehel (estas dos últimas formarían la taha de Los Ceheles de otros autores), Berja, Dalias, Andarax, Luchar, Marchena y Boloduy. Afirma que la comarca queda circunscrita a toda la región que domina Sierra Nevada hacia el mediodía, abarcando unos 80 kilómetros de este a oeste y 30 de norte a sur. Fijando el límite oriental en la «caída de las sierras Nevada y de Gádor, frente a Mondújar, sobre el río de Gérgal a la parte septentrional, y una derivación de la sierra de Gádor que alcanza a la punta de las Entinas».
Otros autores incluyen también una taha más oriental, denominada de Almejijar o Remepipar, que incluiría los actuales municipios de Enix, Félix y Vícar y, probablemente, la Mojonera y Roquetas de Mar5.
Entre los entendidos ha predominado hasta hace poco la aceptación de los límites de Pedro Antonio de Alarcón, quizá debido a la mayor difusión de su obra. En la actualidad, coincidiendo con el creciente interés sobre los temas alpujarreños, se están considerando de nuevo los límites históricos.
Pero el alpujarreño "de base", el que no ha estudiado ni piensa hacerlo, pero que tiene muy arraigada su identidad, opina que La Alpujarra, porque así lo ha visto y oído desde pequeño, son los montes, los valles, las vegas y los pueblos que rodean al suyo. No entienden, ni lo procuran, de límites geográficos, de divisiones históricas ni de identidad cultural. Sabe que más allá hay otros pueblos, mucho más allá están las capitales de provincia adonde van de papeleo y de médicos, y mucho más aún, está Barcelona, Alemania y América, a donde muchos paisanos, familiares o ellos mismos, tuvieron que desplazarse con grandes penalidades a buscarse el sustento. La Alpujarra para ellos es todo lo que abarca la vista desde su terruño: «toa esa barra», que dicen, haciendo referencia al circo de montañas que conforman la zona más inmediata a su localidad y donde se ubican unos pueblecitos encaramados alrededor de la pequeña llanura donde está el mayor y que mantienen relaciones entre sí.
LOS MUNICIPIOS ALPUJARREÑOS
En definitiva, se trata de una comarca con 58 municipios formados por más de 100 localidades de mayor o menor tamaño y numerosas cortijadas. Cuenta con unos ciento cincuenta mil habitantes muy desigualmente repartidos, desde muy poco más de un centenar de Alsodux y Beires, hasta cerca de sesenta mil de El Ejido y los veintidósmil de Adra que, con Berja, son los únicos que superan los diez mil habitantes, entre los cuales se reparte el 63 por ciento de la población total. Solo diecisiete municipios superan los 1.000 habitantes. La mayor población se sitúa en las localidades costeras, donde, además, se está produciendo un importante fenómeno inmigratorio que, de continuar creciendo, puede llegar a largo plazo a modificar las características de la comarca.
Todo esto repartido en una extensión de 2.900,51 kilómetros cuadrados, también con grandes diferencias entre pueblos, pues la media, situada en 49,16 solo la alcanzan 21 municipios, siendo solamente cuatro los que superan los 100 kilómetros cuadrados, y que ocupan la cuarta parte de la extensión comarcal.
SUBCOMARCAS
La estructura montañosa, horadada por los valles de tres ríos principales y su múltiples afluentes, configura una división natural en varias zonas o subcomarcas, basadas en un pueblo grande situado en una pequeña llanura rodeada de montañas, más altas al norte (se trata de Sierra Nevada), más bajas al sur que la separan de la franja costera. Este pueblo es el centro subcomarcal donde se concentra la actividad comercial y los servicios de que cuenta la zona. Alrededor, ubicados en las laderas de las montañas están los pueblos más pequeños.
Luego está, en todas las zonas, la franja costera separada del centro subcomarcal por la cadena montañosa meridional, creándose otros pueblos líderes (Albuñol, Adra), si bien la mayor dependencia la tienen de localidades costeras extremas, ya fuera de la comarca, como Motril en la parte occidental y Almería en la oriental. En la parte oriental es más evidente la separación entre la zona interior y la costera por ser ésta más amplia; en ella se ubican las poblaciones de mayor progreso económico, como Adra y El Ejido.
UNA SOLA COMARCA
A pesar de esta separación en subcomarcas, los alpujarreños no son tan diferentes como se podría pensar. Su forma de ser es prácticamente la misma, así como sus costumbres, creencias, diversiones, medios de vida, etc., condicionado todo por un medio físico común, si bien con algunas diferencias entre zonas, incluso entre pueblos, que conforman el carácter de sus gentes. Así el habitante de las montañas es más introvertido que el de las pequeñas llanuras o el de la costa, quiénes han estado más expuestos a influencias externas y acostumbrado a una vida menos dura.
No parece, pues, adecuado hablar de varias Alpujarras, ni siquiera de la almeriense y la granadina, ya que los límites provinciales no son condicionantes de la personalidad de sus pobladores, ni siquiera determinan zonas de mayor homogeneidad. La Alpujarra es una sola comarca, condicionada fundamentalmente por un medio físico y una cultura común.
A pesar de ello el nombre de «Alpujarras», muy utilizado por los foráneos, no parece ser incorrecto, pues es frecuente en geografía que nombres en plural se utilicen para denominar una sola tierra, generalmente muy amplia, como el caso de Las Urdes, o Los Pirineos. En Almería y Granada se utiliza mucho más el nombre en singular y, sobre todo en la propia Alpujarra, donde ningún alpujarreño la nombra en plural.
La abundante orografía de la zona y su latitud, son responsables de un clima muy variado, desde el casi glaciar de Sierra Nevada hasta el casi tropical de la costa. Es un paisaje muy montañoso y lleno de contrastes: con áridos secanos y vegas feraces, con bosques y zonas desertificadas, con montañas altísimas y playas arenosas. Esto ha condicionado una gran variedad de cultivos y la existencia de numerosas especies vegetales desde los endemismos de la tundra hasta las plantas adaptadas al desierto.
La Alpujarra es así, única y plural, seca y frondosa, grande y humilde, de gentes sencillas, inteligentes y trabajadoras, pero pobres. Tierra de contrastes, de misterio, de belleza...
Pero que nadie espere encontrar en esta tierra la miseria que algunos cantaron disfrazada de tipismo. Ni esas casitas de piedra, casi corrales, que algunos han descrito como la arquitectura típica de La Alpujarra. Ni el olor generalizado a establo. Ni el agua sucia circulando calle abajo. Ni el bocio, la tiña o el tracoma. Tampoco es ya esa reserva de hombres primitivos que no han salido nunca de su tierra; de esos que sirvieron para experimentos de antropólogos y viajeros de todo pelaje, esos "probrecitos paletos" que inspiran lástima o risa y sirven al turista superfluo para afianzar su superioridad de capitalino. Aquí no hay seres primitivos, sino hombres y mujeres con la misma formación que el resto, que salen de sus pueblos en su propio automóvil, que estudian, que viajan y que están empeñados en el desarrollo de su tierra sujeta a las carencias de todo el medio rural.
Provincia de Almería | Provincia de Granada |
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Adra, Alboloduy, Alcolea, Alhabia, Alhama de Almería, Alicún, Almócita, Alsodux, Bayárcal, Beires, Bentarique, Berja, Canjáyar, Dalías, El Ejido, Fondón, Huécija, Illar, Instinción, Laujar de Andarax, Ohanes, Padules, Paterna del Río, Rágol, Santa Cruz, Terque | Albondón, Albuñol, Almegíjar (Notaez), Alpujarra de la Sierra (Mecina Bombarón y Yégen), Bérchules (Alcutar), Bubión, Busquistar, Cádiar (Yátor y Narila), Cañar, Capileira, Caratáunas, Cástaras (Nieles), Gualchos, Juviles, Lanjarón, Lobras (Tímar), Lújar, Murtas (Murtas, Mecina Tedel y Cojáyar), Nevada (Laroles, Mairena y Picena), Órgiva, Pampaneira, Polopos, Pórtugos, Rubite, Soportújar, Sorvilán, La Taha (Pitres, Mecina Fondales, Ferreirola), Torvizcón, Trevélez, Turón, Ugíjar (Cherín y Jorairatar) y Válor (Nechite y Mecina Alfahar) |
Se han puesto entre paréntesis los que antaño fueron municipios, ahora fusionados formando un municipio mayor. Se han omitido las barriadas que siempre lo han sido. |
Juan Manuel Jerez
Notas
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