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Por: Juan Manuel JEREZ HERNÁNDEZ
Desde su más remota existencia y durante todo su ciclo vital, el hombre, y el alpujarreño no podía ser menos, ha intentando alterar la monotonía, a veces tediosa, de la rutina cotidiana con determinadas ocasiones festivas en las que suceden días especiales en las costumbres, en la comida, en la bebida, en los horarios... que compensan de alguna manera el sacrificio de la vida campesina donde no existía el domingo ni otro día de descanso. Hay fiestas menores, ocasionales, de horas y relacionadas con el trabajo. Hay fiestas privadas como bodas, bautizos, primeras comuniones, onomásticas... que en la actualidad están perdiendo sus características tradicionales para ir tomando las del consumismo moderno. Y surgen en la actualidad "fiestas" diseñadas para el turismos, sin más motivación que ofrecer un espectáculo atractivo para el visitante y aunque no son tradicionales, pretenden en algunos casos mostrar actividades tradicionales ya en decadencia: de la matanza, de la parva, del agua... incluso hay donde se celebra el fin de año en agosto...
Pero las fiestas más significativas son, sin lugar a dudas, son las fiestas patronales en las que se interrumpe la actividad diaria de toda la comunidad, duran varios días y hay gran cantidad derroche de festejos.
Foto 1: El Cristo de la Expiración en Órgiva |
UNIDAS A LA RELIGIÓN
La Alpujarra es una comarca de marcada religiosidad, como no podía ser menos en una tierra cuya historia ha estado ligada a guerras de religión e imposición de la de los vencedores. Durante los siglos que los alpujarreños permanecen casi aislados del mundo en la comarca se consolida y se practica una religión ferviente de acuerdo con de la más rancia tradición basada en la herencia cultural de los mayores más que en las enseñanzas puntuales de la Iglesia en cada momento: temor de Dios y culto a las imágenes rayando algunas veces con la idolatría con no pocas supersticiones.
Excepto en el carnaval, que no es de lo más celebrado en la comarca, y algunas fiestas de quintos, toda fiesta tiene una marcada relación con el hecho religioso. Esto puede ser el viejo dilema del huevo y la gallina: ¿Fue la Iglesia quien aprovechó el ciclo festivo pagano para imponer su culto dándole carácter sagrado a los festejos? o ¿se hace la fiesta para mayor honra de cada divinidad? Sea cual sea el origen, las fiestas en La Alpujarra van unidas a los santos más venerados en cada localidad. En su honor se hacen, pero no podemos olvidar que coinciden con los ciclos anuales de las estaciones y del campo, si bien en la actualidad se está cambiando este esquema para hacerlas coincidir con los periodos vacacionales de los vecinos y emigrados. Aunque no abundan las romerías, también se hacen algunas, incluso "profanas", o salidas al campo sin santo en días señalados, generalmente de origen religioso como los hornazos de San Marcos o del Domingo de Resurrección.
Foto 2: La Virgen del Martirio en Ugíjar |
Cada localidad, por pequeña que sea, tiene su patrón, patrona o ambos, suscitando en muchos casos verdaderas rivalidades con los de los pueblos cercanos. Protegen a la comunidad, se les venera y se les teme, creen en ellos con una relación casi personal; le piden favores e intercesiones que le agradece con "mandas" en forma de velas, limosnas o sacrificios como ir descalzo en la procesión, ayunos, vestir durante un tiempo el hábito del santo y, sobre todo, con una gran profusión de fuegos artificiales en los que se emplea una importante cantidad que con un sentido más auténticamente cristiano sería más oportuno destinar a obras sociales, pero esas son cosas del mundo y los cohetes, las tracas, las ruedas o las palmas suben al cielo a encontrarse con esa divinidad temida y adorada. Son famosos por su exageración los Órgiva (Santo Cristo de la Expiración), en menor medida Ugíjar (Virgen del Martirio) y, sobre todo Dalías (Santo Cristo de la Luz).
Pero no solo a los patrones locales, o comarcales, se les venera; hay devoción a otros miembros del santoral relacionados con la vida cotidiana: San Marcos, patrón de las bestias; San Antón, de los bichos; San Blas, de los males de la garganta; Santa Lucía, de la vista, la Candelaria, la Santa Cruz, San Juan, la Virgen del Carmen...
Foto 3: Cristo de la Luz en Dalías |
La Navidad y Semana Santa han sido siempre épocas de recogimiento, vida en familia y gastronomía específica. La primera con fiesta, la segunda con oración, algunas procesiones sencillas de Dolorosas, Nazarenos, Entierros, Resucitados y antiguos Vía Crucis, hoy desaparecidos, No hay procesiones espectaculares de grandes y pesados tronos, largas filas de penitentes, esforzados costaleros y trompetas ruidosas. Y hay manifestaciones sencillas de júbilo con la Resurrección: repique de campanas, tirar tiestos a la calle, procesiones de la Virgen y el Niño que se encuentran en cualquier esquina, enrames y las bromas, tan frecuentes sobre todo en la parte almeriense, de cambiar de sitio macetas y otros objetos durante la noche del Sábado Santo.
Toda fiesta está unida a la religión y toda manifestación religiosa es una fiesta. Alegre o triste, pero fiesta, con su interrupción de la actividad cotidiana, con sus rituales, con su gastronomía. La fiesta de todos los santos, en decadencia, es una fiesta triste, como lo es la de las ánimas, también casi inexistente en estos tiempos tan materializados. Rezos, canciones, bailes, limosnas, subastas... todo un elenco de festejos tenía como objetivo común recaudar fondos para el culto a las ánimas de aquellos que expiaban sus pecados en el purgatorio esperando su redención.
Foto 4: Las ánimas de Cherín |
Foto 5: Fiestas con música de cuerda en el Barranco de Gurrías (Adra) |
Y el Rosario. ¿Era una fiesta triste o alegre? ¿Era un rezo cantado o una canción rezada? Manifestaciones callejeras, de fervor colectivo sencillas y solemnes con canciones a voz en cuello primero para llamar a los fieles y luego para elevar de madrugada la plegaria hacia el Cielo.
No se puede, por tanto, separar en esta tierra la religión de la fiesta ni la fiesta de la religión, pero también se hacen -o hacían- fiesta de los más prosaicos actos del trabajo ocasional como el desfarfollo o los "mondaeros", que no pocas veces acababan en bailes. O las canciones de muleros asidos al arado, por el camino, sobre el trillo o después de la parva ¿no eran pequeñas fiestas con las que alegrar el duro y obligatorio trabajo evitando el estrés que hoy conlleva casi toda la actividad laboral? O las fiestas de trovo o el baile con música de cuerda después de cualquier trabajo colectivo con la que se prolongaba, en su dimensión lúdica, la solidaridad práctica del sistema de tornapeón.
OCASIONES PARA CONVIVIR
La emigración y la modernidad han ido relegando las fiestas tradicionales en beneficio de las modernas distracciones, no obstante, el secular aislamiento de La Alpujarra la ha preservado de muchas influencias externas, conservando sus costumbres tradicionales y configurando una cultura popular muy interesante, dentro de la cual ocupan un importante lugar las fiestas populares, y ahora que se ha consolidado en los pueblos la cultura de la discoteca y el botellón, se manifiesta también un mayor interés en las fiestas tradicionales con la vuelta de los emigrantes, la añoranza de los mayores, el mayor apego de la gente joven a la cultura tradicional y la promoción de la misma que realizan los ayuntamientos en parte por promocionar la cultura, en parte por ofrecer algo propio al turismo rural.
Foto 6: La banda de música, imprescindible en toda fiesta |
Los programas suelen ser muy parecidos en todos los pueblos, festejos de gran encanto y degustación de la más artística repostería tradicional. Imprescindibles en las fiestas de cierto nivel es la banda de música, generalmente de alguno de los pueblos mayores que son lo que tienen el privilegio de poseerla. Pero tampoco faltan los puestos de dulces, las arquillas, que dicen algunos, en muchos casos con el aspecto y los productos de antaño. En tenderetes de hierros y mantas o en cajas de madera, oscurecidas por tiempo, aparece el peculiar sabor de toda la vida, que difícilmente puede encontrarse fuera de La Alpujarra, de los soplillos, las yemas, el turrón de almendra que hay que partirlo con hacha y martillo; la calabaza y los boniatos endulzados, los bizcochos, las yemas...
Foto 7: El dulcero, figura esencial en todas las fiestas |
Foto 8: El reparto de roscos de San Marcos en Mairena |
Ya en las casas, la gastronomía es también específica, cumpliendo tres características: que sea algo extraordinario, que pueda dejarse la comida hecha para que todos los miembros de la casa puedan participar de todos los festejos sin las obligaciones culinarias y que sea abundante porque nunca se sabe cuantas personas se agregarán al ágape, ya que otra circunstancia común es que al conocido foráneo se le ha de invitar a comer en la casa. Estas comidas suelen ser a base de carne, producto que antaño era casi un artículo de lujo en la mayoría de las casas, pero en muchas ocasiones existen platos o productos específicos de cada fiesta, tanto para consumo en público como en privado: los roscos de San Marcos, los hornazos, las ollas, los buñuelos... El ritual caserofestivo se está viendo sustituido por las grandes comidas en común -la paella gigantes, las migas comunitarias, el marrano, las ollas...- donde participan propios y foráneos en una nueva forma de convivencia y de compartir.
Y AL FINAL, EL BAILE
En las fiestas de los pueblos mayores hay columpios, casetas de tiro, alguna tómbola y en ninguno falta el baile, que, naturalmente, ha ido también evolucionado desde la música de cuerda de unos cuantos aficionados, las bandas de música hasta el moderno conjunto con su vocalista, su pianillo electrónico y son bafles megasónicos. El caso es danzar, combatir, convivir, agarrarse... Son bailes castos en muchos casos porque son públicos (aunque el pudor va siendo cada vez más escaso) y antaño era muy común, hoy menos pero no ha desaparecido, que bailen unas mujeres con otras con toda naturalidad y sin producir el más mínimo comentario malévolo.
Foto 9: Puestos de tiro al blanco |
Foto 10: El inevitable baile |
Otros festejos, sencillos, populares y, en la mayoría de los casos tradicionales, se suceden en los varios que duran las fiestas: carreras de cintas, cucañas, concursos, semanas culturales, teatro, etc. A pesar del entorno tan rural no son frecuentes, al menos en la actualidad, los festejos en los que se maltratan animales. Parece ser antaño hubo en algunos sitios decapitación de gallos y algunas barbaridades. Ni siquiera las corridas de toros gozan de gran interés; algunos pueblos instalan durante sus fiestas plazas portátiles para celebrar alguna novillada, solamente Berja y Laujar de Andarax tienen plaza de toros estable. La excepción, Ohanes donde se corren toros ensogados durante la procesión de San Marcos.
Foto 11: Carreras de cintas en Picena |
Foto 12: Los toros de San Marcos en Ohanes |
Pero el gran elemento ritual de cada fiesta es el fuego. Calor, diversión y devoción en las hogueras (chiscos, en la jerga comarcal) -San Antón, San Vicente, Santa Lucía o la Candelaria-, velas, miles en algunos casos, luz y, color en bengalas y manchos de esparto o fuegos de artificio en todas sus formas: ruedas multicolores, lágrimas de color en el cielo oscuro, terribles explosiones en las tracas, miles de cohetes que surcan el aire hacia lo sobrenatural y cuyo estallido abre el cielo de las noches alpujarreñas.
Foto 13: Bengalas para el Cristo de Dalías |
Foto 14: Miles de cohetes que surcan el aire |
Foto 15: Tracas en Laroles |
Las ferias son fiestas con una dimensión comercial. Paralelamente a los festejos lúdicos y religiosos se celebra exposición de objetos del campo, maquinaria y algún ganado, motivo antaño de las ferias que, naturalmente, son en otoño cuando, acabada la época de mayor actividad agrícola, el campesino se deshacía de los animales que no necesitaba o buscaba los que preveía le iban hacer falta. Las hay en Albuñol, Trevélez, Torvizcón, Órgiva, Cádiar y Ugíjar.
Foto 16: Traca a la salida del Cristo en Órgiva |
Foto 17: Hogueras o chiscos: calor, diversión y devoción |
Foto 18: Aspecto de Torvizcón durante los chiscos de San Antón. |
Foto 19: Miles de velas para el Cristo de Dalías |
Y no es que los alpujarreños han vivido más pendiente de la diversión que del trabajo; al contrario, ha sido, y es, un pueblo sacrificado hasta la saciedad, dependiente de un trabajo agrícola agotador y poco agradecido que no contempla domingos ni vacaciones, es lógico que llegados los días de fiestas, coincidente muchas veces con épocas de menores necesidades agrícolas, el campesino se tome unas cortas vacaciones y quiera vivirla plenamente como aprendió de sus mayores.
En la mayoría de los pueblos, las fiestas las organizan los mayordomos, personas del pueblo, sin ninguna significación social. Designados generalmente por los mayordomos salientes, son encargados de hacer frente a todas las cuestiones de la organización, por que están todo un año trabajando para los actos de esos días tan significativos: buscan dinero mediante rifas, publicidad en el programa de las fiestas, solicitud de subvenciones, petición directa a los vecinos casa por casa, etc. Elaboran el programa, preparan los actos, contratan los conjuntos, la banda de música, el cohetero y todo lo imprescindible para la fiesta, y llegado el momento, se hacen responsables de la ejecución de los actos y de su control sin más ayuda que la de algunos familiares y amigos. Es la organización popular por excelencia, la que emana directamente del pueblo, sin la participación de las autoridades ni en el nombramiento de los responsables de la organización de las fiestas ni directamente en su ejecución. Y también las paga el pueblo, pues, aunque pueden recibir algunas subvenciones municipales o de las diputaciones para actos concretos, la mayoría de los ingresos proceden de la aportación de los vecinos de forma directa: donaciones, o indirecta: participación en sorteos, compra de recuerdos, publicidad en el programa de fiestas... Son, por tanto, autenticas fiestas populares.
Foto 20: El estallido de cientos de cohetes abre el cielo de las noches alpujarreñas |
Especialmente curiosas son las fiestas de Moros y Cristianos, batallas de mentirijilla, en las que al final todos ganan, en medio de las fiestas patronales. Hubo tiempo en que se representaban en la gran mayoría de los pueblos, hoy quedan algunas de ellas, cargadas de tipismo y autenticidad, cada una con sus diferencias, pero con los elementos comunes de sencillez y de participación popular. Aunque no son exclusivas de La Alpujarra, es ésta la zona Andaluza donde más densidad de ellas existe, siendo su principal características la sencillez y popularidad, de tanto interés como para le dediquemos a ellas un capítulo específico.
Foto 21: Batallas de mentirijillas (Moros y Cristianos en la Alquería) |
Todo el sentimiento festivo en una comarca de tan acusada personalidad, converge en una gran fiesta, el gran día comarcal que desde 1982, tiene lugar cada segundo domingo de agosto en un pueblo distinto cada año. Es el Festival de Música Tradicional de La Alpujarra, motivo de encuentro entre todos los alpujarreños y buena ocasión para los foráneos de conocer la realidad de esta comarca.
Foto 22: El festival de música tradicional de la Alpujarra |
Relación de fotos
Foto 1: El Cristo de la Expiración en Órgiva.
Foto 2: La Virgen del Martirio en Ugíjar.
Foto 3: Cristo de la Luz en Dalías.
Foto 4: Las ánimas de Cherín.
Foto 5: Fiestas con música de cuerda en el Barranco de Gurrías (Adra).
Foto 6: La banda de música, imprescindible en toda fiesta.
Foto 7: El dulcero, figura esencial en todas las fiestas.
Foto 8: El reparto de roscos de San Marcos en Mairena.
Foto 9: Puestos de tiro al blanco.
Foto 10: El inevitable baile.
Foto 11: Carreras de cintas en Picena.
Foto 12: Los toros de San Marcos en Ohanes.
Foto 13: Bengalas para el Cristo de Dalías.
Foto 14: Miles de cohetes que surcan el aire.
Foto 15: Tracas en Laroles.
Foto 16: Traca a la salida del Cristo en Órgiva.
Foto 17: Hogueras o chiscos: calor, diversión y devoción.
Foto 18: Aspecto de Torvizcón durante los chiscos de San Antón..
Foto 19: Miles de velas para el Cristo de Dalías.
Foto 20: El estallido de cientos de cohetes abre el cielo de las noches alpujarreñas.
Foto 21: Batallas de mentirijillas (Moros y Cristianos en la Alquería).
Foto 22: El festival de música tradicional de la Alpujarra.
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