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LA ALPUJARRA
Sesenta leguas a caballo
precedidas de seis en diligencia
Pedro Antonio de Alarcón
Habíamos dejado abiertas las maderas de los balcones para despertarnos en cuanto fuera de día. Y, en efecto; no había salido el sol, cuando los pájaros vinieron á llamar con sus alas á los cristales de nuestros dormitorios, ó más bien á almorzar en las macetas que aquellos balcones adornaban, y cuyas verdes hojas y pintadas flores, coronadas de luz y de rocío por la risueña aurora, fué lo primero que vimos al abrir de nuevo los ojos á este mundo.- ¡Qué despertar tan apacible y tan sabroso, y de tan buen agüero para el resto del día!
Gracias al sumo Alá, que tan ricos y espléndidos hizo á nuestros patrones, y gracias á nuestros patrones, que tan cariñosa hospitalidad nos acordaron, habíamos dormido aquella noche como antiguos reyes; y, al reaparecer entonces en nuestra mesocrática vida, hallámosnos alojados en un gracioso departamento, más parecido á una confortable habitación de París ó Londres que á todo lo que podíamos prometernos encontrar en el fondo de la Alpujarra....
¡Dios se lo pague á nuestro huésped! -Alá le pague, digo, á aquél su gran servidor, y á su noble y santa esposa, y á sus adorables hijas, y á sus angelicales pequeñuelos, todo lo que disfrutamos en su casa las muchas veces que demandamos en ella asilo y probamos el pan y la sal, al regreso de nuestras continuas peregrinaciones por los montes y valles alpujarreños!.... ¡Auméntele la misericordia divina sus bienes de fortuna, hasta que sean tan largos de contar como las arenas de los Dos Zeheles!.... ¡Prolongue sus días, para que vea las buenas acciones de los hijos de sus nietos!.... ¡Defienda la sombra de su techo, en la ciudad, y la de su tienda, en el desierto, de la presencia de huéspedes ingratos!.... ¡Conserve clara su vista, despierto su oído y fino su paladar, para que siga distinguiendo el hongo de la seta, el canto de la alondra del silbo de la serpiente, y el café de Moka del indiano caracolillo!.... ¡Déle, en fin, gratas ilusiones por el día y deliciosos ensueños por la noche!.... -Y la paz.
Hecha mi oración matutina, que no se diferenció mucho de la precedente, saqué de las alforjas á los Historiadores, Geógrafos y Poetas relativos á la Alpujarra que me acompañaban in extensum ó en extracto; abrí de par en par los balcones, que por cierto daban á la mismísima Rambla; me instalé en uno de ellos por lo pronto, y, ora valiéndonos de la lectura, ora de mis propias observaciones oculares, emprendí un doble estudio de la bienhadada villa de Albuñol.
La mañana estaba hermosísima. El sol, que salía en aquel momento, doraba únicamente, como la tarde antes, las crestas de los montes. La rambla, solitaria y silenciosa (pues no había para qué hacer alto en los pajarillos que revolaban y cantaban acá y acullá), tenía algo de exótico y ajeno á nuestro continente ó á nuestra zona, algo de valle tropical, algo de África ó de América. ¡Tanta era la templanza del aire, á pesar de ser las seis de la mañana de un día de Marzo; tal la lujosa vegetación de las huertas; tan peregrina la índole de las plantas; tan ricos y penetrantes sus aromas!
Baste decir á buena cuenta (pues más adelante hemos de hablar hasta de botánica....) que en el propio arenal de la Rambla crecía la caña de azúcar, mientras que por encima de las tapias de los huertos (que tanto abundan en aquel extremo de la villa) coloreaban las naranjas, amarilleaban los limones y verdegueaban las anchas hojas de los plátanos.
La intensa luz del sol, como una inundación descendente, amenazaba anegar muy pronto con sus olas de fuego aquella honda calle de montañas, á la sazón tan húmeda y deliciosa.... Pero, entre tanto, respirábase allí no sé qué paz de los sentidos, que se convertía en paz del alma, y que traía á la imaginación los ideales de silencio, de reposo y de ventura de los poetas árabes.- ¡La sombra es la alegría del africano, como el sol es la alegría del europeo!
Ninguna casa más á propósito que la en que nos encontrábamos para apreciar y sentir todas las ventajas poéticas de la situación geográfica de Albuñol.- Recuéstase esta villa en una especie de cabo ó promontorio determinado por la confluencia de la Rambla de Ahijon con la de Aldáyar, las cuales, al juntarse, forman un ángulo casi recto, y constituyen la Rambla de Albuñol.- Pues bien: aquella casa está edificada en el vértice de dicho ángulo, en la punta del promontorio, en el encuentro de las dos primeras ramblas, -sobre las cuales dan ora éstos, ora aquéllos de sus balcones.
Pero la verdad es que la fantasía del viajero menos soñador sólo se preocupa ya allí del que hemos calificado de boulevard alpujarreño, ó sea de la gran Rambla, que pone en comunicación á Albuñol con la mar y sus pescados.
Si este boulevard fuera recto, se vería el líquido elemento hasta desde los balcones bajos de aquella casa; pero, como la Naturaleza sólo ama la línea curva, y la Rambla, hace, por lo tanto, muchas eses, hay que subir á los balcones altos para persuadirse de que está uno, aunque disimuladamente, en la mismísima costa.... -En cambio, desde allá arriba, esto es, desde el primer piso, descúbrese, sí, de un modo claro, entre el matizado verdor de la tierra y la diafanidad del horizonte, una ancha faja de azul mucho más turquí que el del cielo (cuando la reverberación del sol no hiere la vista), ó (en el caso contrario) una bruñida lámina de acero, cuya refulgencia añade algo de sobrenatural y olímpico á tan espléndido paisaje.... -Es el agua que media entre la Alpujarra y el Riff. -Es el Mediterráneo.
Y aquí debo explicaros el «aunque disimuladamente» que subrayé hace pocos renglones.
Un célebre historiador, haciendo la pintura de estas tierras, escribía en 1570:
He aquí sencillamente expuesta la razón de que Albuñol y otros pueblos de su litoral, en vez de haber sido edificados en la misma playa, al lado de sus respectivos fondeaderos, estén escondidos tierra adentro, entre enmarañados montes, á tres ó cuatro kilómetros de las olas.- Así se ocultaban, por una parte, á las codiciosas miradas de los piratas berberiscos, y así era fácil, por otra, á sus moradores tener tiempo de armarse y de reunirse si por acaso los rapaces nautas se atrevían á desembarcar y á adelantarse por aquellos misteriosos terrenos....
Albuñol, pues, es una población marítima, aunque con cierto disimulo: -con el mismo disimulo que lo es también Tetuán, edificado por igual razón á tres cuartos de legua de su rada.- Sólo que en Tetuán eran berberiscos los que temían, y alpujarreños los temidos.- España no ha sido nunca menos aficionada á la costa de África que África á la costa de España 1....
Por aquí íbamos en nuestras investigaciones, cuando tuvimos la dicha de ver entrar al joven Alcalde Primero de Albuñol, á quien había yo conocido hacía algunos años.... no creáis que en ningún bazar, mezquita ó kiosco de Oriente, sino en lo alto de la Columna de Vendôme de la capital de Francia, y el cual sabe muchísimo de Bellas Artes, de Arqueología, de Numismática, de Cerámica y de otras cosas 2 [bastante más de lo que es lícito saber en estos tiempos á todo un señor Alcalde Constitucional....]
Hablamos largamente su merced y las nuestras (su merced tiene la sal de Dios, y nos hizo reír lo que no es decible) acerca de los tiempos presentes, de los históricos y de los prehistóricos (sobre todo acerca de éstos en que está muy versado, como puede verse en el famoso libro de D. Manuel de Góngora y Martínez, titulado Antigüedades Históricas de Andalucía): paseamos luego por la villa y por la rambla; y, con lo que él nos dijo, con lo que nosotros mismos observamos y con lo que leímos en muchos autores, resultamos á la hora de almorzar sabiendo todo lo siguiente:
Albuñol se llamaba en tiempo de los moros Hisn Al-bonyul.
«Hisn», según dijimos en otra parte, significa castillo; y al es el artículo árabe.
En cuanto á «Bonyul», que es lo principal del caso, no sé lo que quiere decir.
Advertencia: el castillo de la Rábita lo nombran aparte los geógrafos islamitas.
La región en que se asienta Albuñol denominábase el «Sehel» ó «Cehel», que significa «costa».
(De esto estoy segurísimo; pues todavía llaman los argelinos «el Sahel» á la marina de su comarca, como puede verse en el admirable libro de Eugenio Fromentin, «Une année dans le Sahel», que recomiendo á los que no lo hayan leído.)
En la Alpujarra había dos Ceheles, ó sea dos Tahas con este nombre: El gran Cehel, cuyas más importantes poblaciones eran Albuñol y Jubiles; y el pequeño Cehel, ó Suaihil, que otros llaman Zuayhel, y que es la parte occidental de la costa, donde están Rubite, Alcázar, Sorvilan, Polópos, etc.
Porque las Tahas de los Dos Ceheles comprendían, no sólo la marina alpujarreña, sino todos los pueblos de la Contraviesa, y del Cerrajón de Murtas.
¿No es verdad que parece que habla de una región acabada de descubrir en las Indias, en vez de hablar de un pedazo de la Península Española?
Y ya no sé más de la historia de Albuñol, sino que, desde la expulsión de los moriscos hasta fines del siglo XVII, estuvo la villa, como tantas otras, casi totalmente despoblada; -que, en tiempos de Felipe V, comenzó á animarse de nuevo, bajo la dependencia administrativa de la deTorbiscón, muy superior entonces á ella en importancia (naturalmente, Torbiscón, más próxima á la capital, y defendida por la Contraviesa de las correrías de los piratas berberiscos, tardaría mucho menos en repoblarse y volver á florecer); -que á principios del siglo presente, ya había recobrado por su parte la antigua prepotencia, y llegó á ser cabeza de partido judicial, de que á su vez dependió Torbiscón; -y que hoy día de la fecha continúan las cosas en tal estado, constituyendo la vieja Albonyul uno de los mayores centros de riqueza de la Alpujarra, granadina, en su múltiple calidad de pueblo industrial, comercial, agrícola, marítimo y minero.
La población de la villa de Albuñol ascendía hace poco tiempo (a la fecha del Nomenclátor General de la Dirección de Estadística) á 8.078 habitantes, repartidos en: -La villa propiamente dicha: -Diez aldeas, denominadas El Bajo, Los Colorados, La Hermita, Casa Fuerte, La Haza de la Mora, Los Morenos, El Palomar, Los Pelados, El Pozuelo y Los Rivas: -Veintiséis cortijadas grandes: -Un lugar (la Rábita) compuesto de 219 casas; -y muchos cortijos, molinos, caseríos, etc.: -total: 1.712 casas, 800 de ellas esparcidas por el campo.
¡Y basta ya de arideces, de guarismos y de antiguallas! -Volvamos á lo natural y á lo pintoresco.
Eran las dos de la tarde, y estábamos en una deliciosa huerta del Conde de Santa Coloma, situada entre las últimas casas meridionales de la Villa y la extensa Rambla de Aldáyar.
Un distinguido moro bautizado, tan discreto como afectuoso, Abogado de los Tribunales Nacionales, [hermano del joven Alcalde que ya conocemos, e hijo de un venerable anciano, administrador del dicho Conde y respetado Néstor político de la comarca.... (a todos los saludo cariñosísimamente: ¡fueron todos ellos tan buenos con nosotros!....) -un distinguido moro bautizado, vuelvo á decir,] nos hacía los honores de los naranjos y limoneros á cuya sombra nos habíamos sentado.
Hacía mucho calor, y la deslumbradora llama del astro-sultán, si no abismaba todavía á la Naturaleza en los letargos febriles del estío alpujarreño, iluminaba tan enérgicamente casas, huertas, arenales y montes, que una vez más creímos encontrarnos, no en el Reino de Granada, sino en el Bajalato de Tafilete, en el Valle de la Orotava ó en la feraz Isla de Cuba.- Á lo menos, la pintura, la fotografía y los libros nos habían hecho concebir, acerca de estas regiones tropicales, el ideal que veíamos allí realizado ante nuestra vista.
Otras huertas como aquélla formaban una especie de zócalo de verdura al pie de la morisca Albuñol. Luego se dilataban, amarilleando como en el desierto, las tostadas arenas de la Rambla de Aldáyar. Después se veía, en el ángulo formado al Sur por esta rambla y por su heredera, una infinidad de nuevas huertas, extensos plantíos de caña de azúcar, un laberinto de alamedillas y de enmarañados setos, y, donde quiera y por donde quiera, árboles frutales originarios de las otras cuatro partes del Mundo.- Al término de todo se adivinaba siempre el mar, pie forzado de la especie de poesía de descubrimiento y de colonia que respiraba para nosotros aquel paisaje.
Difícil me sería hacer la enumeración puntual de las plantas que crecen precisamente en aquella parte de la Costa; pero, en cambio, me será fácil, con ayuda de mis libros, daros una idea de los productos más extraordinarios de la Costa, en general, para que vengáis en conocimiento del asombro y la veneración que causa al observador menos botánico una tierra tan privilegiada.
Y dice Abu-Zacaría, en el prólogo de su Libro de Agricultura:
Y añade Abu-Harirat, citado por el mismo Abu-Zacaría:
Abu-Sofian escribe, en fin, estas hermosísimas palabras:
Los moros que se establecieron á ambos lados de Sierra Nevada cumplieron religiosamente estos preceptos y máximas de su libro santo y de sus grandes escritores.
[Interrupción importantísima:]
Además de todo lo que acabamos de leer, la costa tenía sus correspondientes viñas durante la dominación de los sectarios del profeta; pues, si bien éstos no bebían vino (o no podían beberlo, según el Alcorán), comían muchísimas uvas y amaban la sombra lujosa y transparente de los parrales.
¡Hay más! según Al-Katib, conocían la elaboración del vino, del vinagre y del aguardiente, cuyos líquidos (añade) aplicaban á medicinas ó vendían á los cristianos». -Conste.
Y no es esto todo: Abu-Zacaría refiere que en tiempo de los califas de Córdoba, hubo ejemplos de altos dignatarios destituídos ó burlados por sus excesos en la bebida....
Conste de igual manera.
Con que vengamos á tiempos más recientes.
Dice el geógrafo Sr. Miñano:
Otro geógrafo, el erudito Sr. Carrasco, enumera de este modo los productos tropicales del litoral alpujarreño:
Pero lo que dicen que hay que leer, respecto de la flora alpujarreña, es lo que escribió el ilustre botánico Rojas Clemente, comisionado por nuestro gobierno, en 1803, para describir las producciones -naturales del Reino de Granada.- Él formó, á lo que parece, la primera escala vegetal detallada que se ha hecho hasta el día acerca de aquel país, como parte principal de su Geografía Botánica Bética, y la Ceres Española. Estos interesantes trabajos originales no se han publicado, que yo sepa; mas sin duda se refieren á ellos los escritores contemporáneos que nos cuentan cómo y de qué modo crecen en las playas granadinas «las períplocas, los áloes, las estapelias, las leiseras, notóceras, y casi todas las especies de la flora atlántica, muchas todavía inéditas, y aún géneros enteramente nuevos....»
En fin, lectores: yo, -que rara vez sé cómo se llaman las cosas que más me gustan, y que si os he suministrado los anteriores datos botánicos ha sido bajo la responsabilidad de mis libros, que no bajo la mía, -concluiré esta larga disertación repitiéndoos que, por lo que toca á su fisonomía poética y á su aspecto pictórico, el litoral de la Alpujarra trae á la imaginación del viajero presentidas imágenes de África y de América; que estas imágenes le hacen soñar con patios marroquíes sombreados por cortinajes de seda y plata, ó con lascivas hamacas sombreadas por el plátano y el caobo; y que, en tal situación de ánimo, no puede uno comprender que, á cinco leguas de allí, aguarden su visita los eternos hielos y las plantas hiperbóreas de la [virginal] Sierra Nevada.
Como población urbana, Albuñol es Guadix, es Loja, es el Albaicín de Granada, es cualquiera de tantas poblaciones moriscas como aún ostenta aquel antiguo reino, edificadas todas en anfiteatro sobre pendientísimas laderas. El mismo gracioso apiñamiento de casas; las mismas retorcidas y pendientes cuestas; la misma planta árabe en los edificios; el propio animado y pintoresco conjunto. Calles en que nunca entra el sol: huertos más altos que las azoteas colindantes: mucha maceta en los balcones: mucha tertulia en la puerta de las tiendas; y un poema de amor ó de odio en todas las miradas.... -He aquí Albuñol.
En cuanto á las costumbres, vicios, virtudes y vestimentas de los albuñolenses que habitan dentro de la villa, son iguales á los del resto de los granadinos....; y de lo que toca á los cortijeros y cortijeras y gentes de mar, ya tratarémos en ocasión más oportuna....
Porque habéis de saber que, según indiqué antes, no fué aquella la última vez que estuvimos en Albuñol, y que, si por entonces nos limitamos á descansar allí un día, consistió en que nos solicitaban ó soliviantaban las siguientes cosas notables, que sabíamos encerraban los Dos Ceheles y que deseábamos visitar antes de emprender nuestra gran excursión final á Sierra Nevada:
La prehistórica Cueva de los Murciélagos:
Las célebres Angosturas de Albuñol:
La renombrada Encina Visa:
El famoso Cerrajón de Murtas:
Las reputadas Higueras de Turón,
Y las nunca bien ponderadas Olas del Mar.
Que tal era la índole de aquel viaje, y tal tiene que ser por ende la naturaleza del presente libro: -buscar y describir unas peñas, un árbol, un monte ó una playa con el propio afán y la misma delectación que si se tratase de la Basílica de San Pedro, de la Venus de Milo ó de las ruinas de Pompeya.
Y esto último, y no otra cosa, es la Alpujarra: -un rincón del mundo que sirvió de teatro á grandes y memorables tragedias, pero de donde la intolerancia y el miedo de los vencedores de un día arrancaron de cuajo la población, arrasando palacios y castillos, poniendo fuego á villas y aldeas, arando hasta los cementerios, y no dejando en pie otros monumentos u otros testigos de la dominación de la raza vencida y expulsada, que algún hueco en las rocas, algún árbol que se salvó del hacha, los montes inconmovibles, los ríos de históricos nombres, el mar eterno, y los miles de fantasmas que la imaginación del caminante pueda ir evocando en el mudo imperio de tanta soledad y tanta muerte.
Ni ¿á qué más? El arqueólogo podrá necesitar vestigios reales y fehacientes de lo pasado para enriquecer colecciones y museos; pero el poeta sólo necesitaverificar los sitios históricos para sentir en ellos la infinita melancolía de los destinos humanos. Las sabanas de arena que cubren hoy los antiguos campos de Babilonia no impiden que el peregrino se detenga en ellos, con reverente tristeza, á evocar y restablecer por medio de su fantasía las escenas en que figuraron Nemrod, Sardanápalo y Baltasar.
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Quedó, pues, acordado que á la mañana siguiente saldríamos hacia el Norte con dirección aMurtas y Jorairátar: que desde aquí retrocederíamos luego al Sur hasta bajar al mismísimo mar por la parte de Adra, y que de esta villa regresaríamos á Albuñol, recorriendo para ello todas las playas del Gran Cehel...
Formado este plan, que sumaba unas diez y seis leguas, repartidas entre caminos por las nubes y caminos por los abismos, pasamos el resto de aquella tarde empapando nuestro espíritu y nuestro cuerpo en el dulce reposo oriental que el cielo y la tierra brindan en Albuñol.... -¡Ay! En Albuñol hubiéramos podido repetir lo que dijo de Berja (distante de allí cuatro leguas á vuelo de pájaro) un poeta árabe llamado Abulfadhl-ben-Xafat-Alcairawani:
O, lo que dijo el antiquísimo poeta Abulatahia, favorito del Califa Harum Arraxid:
Aquella noche, previa la venia de nuestros huéspedes, nos retiramos temprano á nuestro departamento; pero, en vez de acostarnos, como parecía prudentísimo, habiendo de madrugar al otro día, citamos á cabildo á D. Diego Hurtado de Mendoza, Luis del Mármol Carvajal, Ginés Pérez de Hita y D. Miguel de Lafuente Alcántara, y allí, á puerta cerrada, celebramos con ellos una importantísima sesión, relativa á los sucesos de la Guerra.
[He aquí lo que averiguamos] He aquí lo que me contaron, cunado hube cogido el hilo de la historia de ABEN-HUMEYA por el punto en que lo dejé la víspera.
La cosa marchaba. El fuego de la insurrección se había extendido, como por regueros de pólvora, por todas las serranías meridionales de España, desde Vera hasta Gibraltar, penetrando tierra adentro por la parte de Levante hasta el Marquesado del Cenet y la jurisdicción de Huéscar.
Los martirios de cristianos seguían también en toda la tierra levantada, sin que el naciente poder del Rey morisco bastase á tener á raya la ferocidad del execrable Farag Aben-Farag y de sus hordas de Monfíes. Suplicios, torturas, degüellos en masa, sacrilegios inauditos, crueldades mayores que las de Nerón y Diocleciano; nada omitían aquellos monstruos. Comunidades enteras de religiosas habían sido inmoladas entre los tormentos más atroces. Los agustinos de Huécija (por ejemplo) habían perecido todos, unos mutilados, otros quemados, y otros enterrados vivos 3.
En cuanto al móvil de tamañas iniquidades, no era otro que el fanatismo musulmán, vivo aún y ardiente en aquellas almas, á pesar de los ochenta años que los descendientes de los Moros acababan de pasar fingiéndose cristianos....
ABEN-HUMEYA (los cuatro historiadores convenían en ello) había ido sabiendo la mayor parte de estas atrocidades algunos días después de ocurridas, y tratado de refrenar á los Monfíes (como después vimos en Ugíjar y otros puntos); pero, convencido luego de que no podía sujetarlos, y con ánimo de defenderse de ellos al mismo tiempo que las tropas cristianas, acababa de enviar á África á su hermano ABDALLA con un presente de cautivos, pidiendo socorro de hombres y armas al Gobierno de Argel y al Emperador de Marruecos.
Respecto del campo cristiano, adquirimos también curiosas noticias en nuestra plática con los Historiadores.
Vimos ya, [en la primera parte de este relato] al comienzo de este viaje, cómo el insigne Marqués de Mondéjar, Capitán General de Granada, salió contra los rebeldes con dos mil infantes y cuatrocientos caballos; cómo pasó el cortado Puente de Tablate bajo el fuego y las flechas del enemigo, y cómo socorrió en seguida la renombrada Torre de Órgiva.... Pero lo que no supimos entonces fué que los moriscos habían alcanzado antes una victoria sobre DIEGO DE QUESADA, que mandaba la vanguardia del ejército cristiano, obligándole á retroceder al Padul; y que el mismo Marqués no se atrevió á pasar de Dúrcal hasta que le llegaron grandes refuerzos procedentes de Úbeda y Baeza.- ¡Tan formidable era la insurrección!
Mondéjar había avanzado después con toda esta gente, sin darse descanso alguno ni reparar en la crudeza de la estación, desde Órgiva, donde lo dejamos, hasta los confines de Andarax, reduciendo á su paso la Taha de Poqueira, los lugares de Pitres y Jubiles y la entonces ciudad de Ugíjar, todo ello á costa de varias escaramuzas muy sangrientas, reñidas desde el 10 al 18 de enero, pero sin conseguir habérselas de un modo formal con el grueso del ejército rebelde.- ABEN-HUMEYA, fiel á la tradición de los guerrilleros españoles, empezando por VIRIATO y concluyendo por ABDALÁ EL ZAGAL, se había propuesto desde luego, como plan de campaña, evitar los grandes encuentros y multiplicar las emboscadas y sorpresas, por medio de un continuo movimiento de partidas.
Así las cosas, había acontecido en Jubiles este trágico episodio, digno ciertamente de la apasionada fantasía de Lord Byron.- Á la llegada de Mondéjar, los trescientos moriscos sin armas y las mil trescientas mujeres que allí habían quedado (pues toda la gente de combate se había ido con ABEN-HUMEYA) rindieron el castillo y se entregaron prisioneros. El Marqués dispuso que aquellos cautivos fueran muy vigilados, y, no cabiendo todos en la iglesia y casas principales, ocupadas por sus tropas, mandó que unas mil mujeres acampasen fuera del lugar, cercadas por un cordón de centinelas....
Pero oigamos á Mármol, que fué el que nos refirió el hecho con más pormenores:
Este yerro era mucho mayor de lo que ellos podían imaginarse. Precisamente aquellos días, el MARQUÉS DE MONDÉJAR (abundando en el espíritu conciliador y benévolo que su abuelo el Conde de Tendilla mostró siempre á los vencidos mahometanos) andaba en tratos y negociaciones con algunos moriscos de importancia, á fin de llegar á un acomodamiento pacífico, sobre la base de que los alzados se sometiesen al Rey D. FELIPE II y el Rey D. FELIPE II á las Capitulaciones pactadas entre los REYES CATÓLICOS y BOABDIL. Apresurose, pues, Mondéjar, no bien ocurrió la catástrofe de Jubiles, á castigar con pena de horca á los soldados que parecieron más culpables y dar Cartas de Salvaguardia á todos los alpujarreños de origen moro que se hubiesen rendido sin pelear, logrando, al fin, ponerse, en comunicación epistolar con ABEN-HUMEYA. Pero, por más cartas que le dirigió á éste su pariente, y amigo D. ALONSO DE GRANADA VENEGAS (quien, á pesar de ser nieto del famoso príncipe CID-HIAYA, seguía fiel á su Majestad y militaba contra los moriscos á las órdenes del MARQUÉS), no se consiguió cosa alguna; pues ABEN-HUMEYA (díjonos Lafuente Alcántara) «rehusó rendirse, -después de tanta sangre vertida, -y se obstinó en aventurar su fortuna á la suerte de las armas».
Semejante determinación era tanto más audaz de parte del joven agareno, cuanto que no tenía que habérselas ya solamente con el ejército de Mondéjar.- El célebre D. Luis Fajardo, Marqués de los Vélez, sin esperar la orden de su Majestad, y «ateniéndose (según la curialesca observación de Mármol) á lo que dice la Ley 3.ª, Título 19, Partida 2.ª, que deben hacer los vasallos por sus Reyes en caso de rebelión»; sabedor de que los moriscos del río Almanzora estaban en armas, había reunido gente por su cuenta y por la de sus deudos y amigos, entrado á sangre y fuego en territorio de Almería, sembrado el terror en los rebeldes, y pacificado a su juicio todos aquellos pueblos; con lo que ya se encontraba á las puertas mismas de la Alpujarra por el lado de Levante, ganoso de penetrar en ella y de enseñar (decían sus soldados) al de Mondéjar cómo se debía tratar á los sectarios de Mahoma. [Habían, pues, estallado] Mediaban ya, pues, entre ambos Marqueses aquellos celos, emulación y rencillas (tradicionales entre sus respectivos antepasados) que habían de hacer preciso á la postre el que FELIPE II enviase á su propio hermano D. JUAN DE AUSTRIA á poner paz entre los partidarios de uno y otro guerrero, y término á la Rebelión de los moriscos: y, por cierto que ya se nos había alcanzado á nosotros algo, y aún algos, acerca de tales desavenencias al ver cómo se producían dos de los historiadores allí presentes.... -¡Contradicción respetable en medio de todo!.... Pues uno de ellos (D. Diego Hurtado de Mendoza) era tío carnal del de Mondéjar, mientras que el otro (Ginés Pérez de Hita) era soldado y cronista del de los VÉLEZ; y aunque el noble D. Diego, en virtud de su carácter austero e inquebrantable energía, llegaba á veces hasta maltratar á su propio sobrino, siempre se echaba de ver en el lenguaje de ambos un fondo de irritación y apasionamiento.
Como quiera que fuese, á la fecha de las últimas noticias que leímos aquella noche, la situación de ABEN-HUMEYA y de su improvisado ejército antes resultaba ventajosa que desfavorable; pues, con el buen acuerdo que tuvo el Caudillo ismaelita de contramarchar á Poniente por la Contraviesa en tanto que Mondéjar marchaba á Levante por Sierra Nevada, había vuelto á hacerse dueño del Puente de Tablate y de casi todo el resto delValle de Lecrín, dejando así incomunicado con Granada al ejército Cristiano.
Por eso, sin duda, el malogrado Lafuente Alcántara, apreciando imparcialmente el verdadero estado de las cosas, nos decía, sin ambages ni rodeos, que «el desaliento y la confusión reinaban en Granada con el Levantamiento de los moriscos y la audacia y energía de ABEN-HUMEYA», y que «hasta los más acérrimos partidarios de medidas severas mostrábanse va arrepentidos de haber provocado tantas desgracias y una Guerra tan cruel».
A todo esto, era ya muy tarde y nos caíamos de sueño....
Levantamos, pues, la sesión, no sin asegurarnos antes (volviendo á meterlos en las alforjas) de que los cuatro historiadores continuarían teniéndonos al corriente de todas las vicisitudes de la comenzada Guerra: dímosles y nos dimos las buenas noches; y nos acostamos con la cabeza llena de fantasmas de cronistas difuntos, entre los cuales el que más agitó mi sueño fué el adusto espectro de D. Diego Hurtado de Mendoza, de aquel «hombre de grande estatura y feo de rostro» que tan magistralmente nos retrata el Comendador de León, Don Baltasar de Zúñiga....
Al ser de día estábamos á caballo.
-¡Hasta el Domingo de Ramos á las ocho de la noche! -nos dijeron por vía de recuerdo nuestros bondadosos huéspedes.
-¡Hasta el Domingo de Ramos á las ocho de la noche! -contestamos nosotros con toda solemnidad.
Y partimos.
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Un nuevo compañero se había agregado á la caravana.- Erase un nobilísimo hijo del lugar de Turón (adonde también nos dirigíamos), y pertenecía á la misma tribu que aquel bizarro joven que nos introdujo en territorio alpujarreño, á la misma que el simpático Hércules que nos acompañaba desde Órgiva, á la misma que nuestro espléndido huésped de Albuñol.- Dicha tribu es, sin duda alguna, la principal de la Alpujarra, [-lo cual no niegan sus propios adversarios:]; ha dado Ministros á la Nación y Prelados á la Iglesia; cuenta Representantes de su nombre y de su fibra en muchísimas localidades de la comarca, y, en todas ellas, el que nació de tal sangre es objeto del amor ó de la pugna de sus convecinos, pero jamás de su indiferencia, y siempre de su respeto (A).- En cuanto al insigne individuo de ella que había ido de Turón á Abuñol á incorporarse á nuestra cabalgata, tenía un título especial á mi cariño, y este título era: que veinticinco años antes nos tuteábamos ya en la Universidad de Granada....-Vinum novum, amicus novus: veterascet, et cum suavitate bibes illud, dicen las Sagradas Letras.
Á la salida de Albuñol nos despedimos del señor cura,-que se marchó á su feligresía (no sin arrancarnos antes palabra formal de visitarlo en ella), -y nosotros tomamos por la Rambla de Aldáyar, á tiempo que asomaba el sol por el Oriente.
Era Viernes de Dolores. La mañana se presentaba hermosísima. Teníamos á nuestra disposición un día entero para andar las tres leguas que dista Murtas de Albuñol, y el camino, según nuestros informes (de que ya os he dado cuenta más atrás), estaba lleno de curiosísimos accidentes y pintorescas perspectivas....- [Por todas estas consideraciones] Acordose viajar muy despacio, ó más bien ad libitum, y cada uno por los vericuetos que prefiriese, aunque sin perdernos nunca de vista.
Pero, me diréis: «¿Qué tenía que ver el que fuese Viernes de Dolores con semejante determinación?»
¡Oh! ¡Tenía que ver y mucho! -Figuraos, en primer lugar, que los caminantes pueden comer jamón en día de vigilia .... .... .... .... .... ....
(Nota.- El mulo de las provisiones no nos abandonaba.)
.... .... .... .... .... ....
Media hora después, parte de los expedicionarios subíamos penosísimamente por unas quebradas peñas en demanda de la Cueva de los Murciélagos, mientras que algunos de nuestros compañeros, que por lo visto ya conocían los breñales en que íbamos á engolfarnos, seguían por la rambla arriba, tan campantes y satisfechos como si no hubiese tal cueva en el mundo, y gritándonos desde lejos que nos esperaban «a la salida de las Angosturas».
Dominamos al fin, subiendo por el pedregoso lecho de un torrente, la empinada montaña que nos habíamos empeñado en asaltar, y dimos vista á las Majadas de los Campos, cerca de las cuales hállase la entrada de la famosa Cueva, en el último tercio de la pared de un escarpadísimo monte que forma con otros fronterizos el más espantoso despeñadero [ó más bien un verdadero tajo] que pueda imaginarse.
Bájase desde la cima de la cordillera á aquella especie de alta ventana abierta sobre el abismo, por una angosta vereda de cornisa, cuya posición colgada e inclinación sobre el derrumbadero produce vértigo y espanto.- ¡Los que no hayáis andado, cuando niños, por las estrechas repisas exteriores de un campanario, saliéndoos al electo por debajo de una campana, y dado así la vuelta á los cuatro lados de la torre, entre sus repelentes muros y la aterradora soledad del aire, no podéis formaros idea de lo que es bajar (á pié, por supuesto) por donde nosotros bajamos aquel día!....
Y todo ello ¿para qué? -¡Para nada! Para ver más de cerca la tenebrosa boca de la gruta, y para percibir el fortísimo olor á nitro que salía de aquella cavidad, tan negra y pavorosa como el infierno.- Porque lo más singular del caso es que nosotros no íbamos provistos de ninguno de los útiles necesarios para penetrar convenientemente en la Cueva, -como son linternas, planos, bastones, medicinas contra la asfixia, testamento, etc., etc.
¡Ni era menester! Según nuestras noticias, no se trataba de una gruta bella y fantástica por sí propia, como las que ya habíamos visto en el Monasterio de Piedra de Aragón, en la Isla de Capri y en otros varios puntos; ni tampoco existían ya dentro de [aquella caverna los curiosos objetos que le han dado celebridad.-] ella los objetos De que fue guardadora hasta el recientísimo año de 1868, y que entonces le dieron gran celebridad, ó sea los esqueletos y momias, la corona de oro, las vestimentas de esparto, las hachas de piedra, los cuchillos de esquisto, las vasijas de barro, las cucharas de madera, los punzones de hueso y las demás cosas de que habla mi sabio amigo y paisano D. Manuel de Góngora y Martínez en su notable obra titulada Antigüedades prehistóricas de Andalucía....- ¡Y lo que es como peregrinación, me parece que bastaba y sobraba con haber llegado hasta su misma puerta, á riesgo de no poder contarlo!
No entrarnos, pues, en la Cueva de los Murciélagos, -llamada así tradicionalmente por los muchísimos que en ella habitan, y cuyo guano la alfombra, dicen, de un extremo á otro (¡puff!).... -No; no nos atrevimos á entrar; y, como no nos atrevimos, lo declaro así con franqueza.- ¡Proceder de otro modo fuera estafar al público y abusar de vuestra confianza, ¡oh mis lectores!
Lámina VIII
....y aquellos honrados labradores volverían á la otra mañana á sus acostumbradas faenas.
(B) Sin embargo, creo mi deber participaros que, por resultas de sus investigaciones y estudios, el señor Góngora vino en conocimiento de que la Cueva de los Murciélagos había sido el enterramiento de una raza primitiva, prehistórica, errante por la Alpujarra Dios sabe cuando; ó una morada de los aborígenes de aquella tierra; tribus trogloditas, que, por lo que él calcula, ignoraban hasta el cultivo de los campos.... -Es decir, ¡que, según el Sr. Góngora, los objetos arriba apuntados tendrían sobre cuarenta siglos de fecha!.... - «Más de cuatro mil años»- dice mi valeroso amigo.
No era mucho, ciertamente, para tratarse de pueblos prehistóricos: los indios y los chinos giran contra el pasado con más denuedo.... Pero yo, -pobre poeta que, cuando ignoro una cosa, podré no ser muy crédulo, pero tampoco soy muy rebelde, sino dulcemente escéptico, ecléctico e indeciso, al par que muy respetuoso hacia los que están seguros de algo bajo el sol; -yo, digo, sin meterme á examinar ninguna cuestión de hecho, hubiera preferido que la cerámica, la indumentaria y los demás ramos de la Geología de la Historia, (frase que acabo de inventar), me hubiesen dejado campo para suponer que los cadáveres de la Cueva de los Murciélagos eran de moriscos ó de judíos que se refugiaron allí cuando los expulsaron los cristianos, ó de cristianos perseguidos por los Monfíes.- Esto nos habría servido mucho para el drama romántico relativo á ABEN-HUMEYA que íbamos entretejiendo con nuestras excursiones por la Alpujarra; mientras que aquellas razas anteriores á la Historia, aquellas gentes inmemoriales, aquellos hombres de la Edad de piedra, no nos interesaban de manera alguna.- ¿Qué teníamos nosotros que ver con ellos?
Pero reparo que estoy plagiándome á mí mismo; pues ya hace muchos años que, refiriéndome á unas momias egipcias (¡y cuenta que aquello era ya menos extraño á mi imaginación y al mundo de mis ilusiones!), expuse esta misma teoría.
Por consiguiente, transeamus.
Desde la escarpada cumbre á que habíamos subido para buscar la entrada de la Cueva de los Murciélagos, nos hubiera sido fácil (posible he querido decir: en la Alpujarra no hay camino fácil).... enderezar nuestros pasos hacia la Encina Visa, sin necesidad de volver pies atrás; pero nosotros preferimos hacer esto último con tal de recorrer de un extremo á otro las Angosturas de Albuñol, de que tanto nos habían hablado, y á fin también de reincorporarnos á aquellos de nuestros amigos que, más sabios que nosotros, se habían excusado de acompañarnos á la dichosa gruta.- Tornamos, pues, á bajar á la Rambla de Aldáyar, y pusimos la proa en la misma dirección que éstos siguieron dos horas antes.
No nos pesó ciertamente el haber dado este segundo rodeo. Al contrario, quedamos tan enamorados de lo que en lasAngosturas vimos, que, por lo que á mí toca, no fué aquélla la última, ni la penúltima, ni la antepenúltima vez que crucé, ora acompañado, ora solo, ora con buen tiempo, ora con malo, por tan maravilloso paraje.
Quisiera yo que os lo figuraseis tal cual es, y voy á ver si excogito alguna comparación tan adecuada y gráfica que os lo ponga materialmente ante los ojos....- Figuraos.... un túnel sin techo, ó sea un angosto y profundísimo desmonte de desmesuradas y paralelas paredes, tajado verticalmente por los siglos con el hacha de las aguas desde la cumbre hasta la base de una altísima cordillera.- Allá arriba (hacia donde alzáis recelosamente la vista, como desde lo hondo de un pozo, para persuadiros de que aún sigue existiendo el mundo) los hendidos peñascos ó las partidas mesetas parece que sirven de sostén al velarium azul del radiante firmamento; mientras que abajo, en el piso del hondo callejón que recorréis, reinan una semioscuridad fantástica; un ambiente fresco y sosegado en que no respiráis la vida de la tierra, sino una paz, una soledad y un silencio que recuerdan los patios árabes ó los claustros de las cartujas; algo, en fin, de subterráneo y delicioso á un tiempo mismo, como en los palacios encantados á que se baja por una escalera de caracol.... en los cuentos de la niñez.
Aquel inesperado pasadizo, que se diría abierto por el tránsito de la estatua del Comendador, y cuyos rectos muros miden cuatrocientos cincuenta pies de altura, tiene unas seis varas de ancho y más de un cuarto de legua de longitud.- El ingeniero á quien se debe semejante obra se llama la Rambla de la Alcaicería. Los siglos que ha empleado para hacerla no pueden calcularse....- ¡Aquello sí que es prehistórico!
La Rambla de la Alcaicería, antes de llegar á las Angosturas, recibe el poderoso refuerzo de la Rambla de los Puñaleros, y, al salir de ellas, va á fenecer, como un atleta fatigado, en la anchurosa Rambla de Aldáyar....- Caminábamos, pues, nosotros contra la corriente de unas aguas tan pujantes que habían abierto brecha en un muro de mil trescientos metros de espesor!....- Sin embargo, no arrostrábamos ningún peligro en aquel momento. La Rambla de la Alcaicería estaba á la sazón completamente seca, del propio modo que la de Aldáyar y otras circunvecinas.- En cambio, así que llueve en la Contraviesa, cada una de ellas es una catarata que arrolla cuanto encuentra en su camino. Hínchense entonces las Angosturas hasta una elevación enorme, como un canal cuyas exclusas se hubiesen alzado....; pero, pasada la avenida, aquella calle vuelve á quedarse enteramente enjuta, y alfombrada de una finísima arena.... (C), tal y como nosotros la recorríamos confiadamente.
Asombro y maravilla nos causaba, por otra parte, ver salir de aquellas lisas y áridas paredes, bien á una altura intermedia, bien á una extraordinaria altura, como de los balcones llenos de macetas de una verdadera calle, tal ó cual inopinada y brusca masa de vegetación; ora opulentos recamados de verdes hierbas, ora elegantísimos lirios silvestres, ora adelfas en flor, ora grandes higueras....- que primero crecen en sentido horizontal, y luego retuercen sus ramas para mirar devotamente al cielo....- Todo lo cual acontece dentro de la misma caja de las Angosturas, o, como si dijéramos, en el subsuelo de la montaña, en aquel escondrijo de encantamientos, en aquel edén troglodita; mientras que allá arriba, allá fuera, en los limbos de la superficie natural del globo terrestre, floridos almendros festonean del modo más gracioso los altísimos bordes del tajo, destacándose en la harto conocida claridad del día, en el mundo exterior, en la vida real, en la Alpujarra de los hombres....- Y lo cierto es, aunque parezca mentira, que aquella remota vislumbre de la faz de la tierra, y aquel nunca probado reposo que encontráis en su seno, inspiran por último no sé qué especie de plácido pavor, semejante al que experimentan los tristes las noches que sueñan que al fin se han muerto.
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Embebidos en estas observaciones y reflexiones, atravesamos muy despacio y en cosa de veinte minutos las umbrosas Angosturas de Albuñol, -que al fin comenzaron á ensancharse poco á poco, hasta convertirse en una rambla como cualquiera otra, con lo que nos hallamos de nuevo en plena luz y pleno calor del sol...., y ciertamente gustosos de haber regresado á la superficie del Planeta.
No hay costumbre mas arraigada que la de vivir.
Al remate de las Angosturas nos esperaban, fieles á su promesa, nuestros compañeros de viaje, entusiasmados como nosotros con lo que acababan de ver en aquella regióninfra-natural.
Juntos, pues, ya todos, atravesamos á galope la parte prosaica, ó anchurosa, de la Rambla de la Alcaicería, y, á eso de las diez, cuando el rubio Febo principiaba á ser insoportable en ella, llegamos al pie de los altos montes que separan el Partido de Albuñol del de Ugíjar. -¡Es decir, que había que emprender un nuevo viaje por las nubes! - ¡Mejor que mejor! ¡Así respiraríamos un aire más fresco!
A poco que subimos, reapareció el mar á nuestra derecha.... ¡El Mar, de cuyas orillas teníamos que volver á alejarnos por entonces!.... -¡Lástima ciertamente! ¡Estaba tan cerca en aquel instante! ¡Se hallaba tan tranquilo y tan hermoso! ¡Hacía tanto tiempo que no nos arrullaban sus olas! ¡Encerraban para nosotros tales recuerdos!....- Pero ya volaríamos en su busca al cabo de dos días; y, por lo pronto, aunque retirándonos siempre de él, no dejaríamos de verlo en toda aquella jornada....
No bien subimos un poco más (girando ya hacia el Norte), apareciósenos otro antiguo conocido, solo en su solo cabo, como nunca lo había yo visto en parte alguna, y como únicamente él pudiera presentarse á tanta distancia.... -Era el Pico del Mulhacén; pero el pico solamente, saliendo, blanco como un fantasma, por detrás de las oscuras lomas que [se destacaban todavía en nuestro cielo] limitaban todavía nuestro horizonte....
Ningún otro coloso de Sierra Nevada; ni tan siquiera el arrogante Veleta, osaba hombrearse con él en aquel momento.- ¡Todos quedaban allá atrás, sumidos bajo el horizonte, mientras que el viejo rey se asomaba de aquel modo á vigilar por sí mismo toda la Alpujarra, -a la manera (y va de símiles) de D. Pedro el Cruel, cuando [se escabullía] salía de ronda, solo y embozado hasta las cejas á estudiar el verdadero estado de su pueblo.... Por lo demás (y salva la irreverencia), aquella blanca cúspide, bastante roma por cierto, y cuya silueta tiene algo de ensilladura; al campear tan solitaria y exótica sobre las pardas cimas de la Contraviesa, lo que más verdaderamente parecía era un inmenso oso blanco, escapado de las regiones polares, [que se había detenido en lo alto de los montes de la Alpujarra al encontrarse con que allí se acababa el continente] que hubiera hecho alto al descubrir desde allí la Alpujarra y ver que en ella terminaba el continente europeo.
Formulando íbamos éstas y otras comparaciones, cuando, llegado que hubimos al Cortijo del Collado, desde donde se alcanza á ver muchísima más tierra, uno de los alpujarreños exclamó:
-¡Animo, caballeros! ¡Ya se descubre la Visa!
En efecto: á media legua de distancia, y sobre la cumbre de otro monte, más elevado todavía que el que acabábamos de subir, veíase una gran pinta negra, red onda, inmóvil, que se destacaba sobre el cielo á la manera de un astro eclipsado.
Indudablemente, era un árbol; pero uno nada más; tan solitario y escueto en aquella altura, como el Mulhacén lo estaba sobre la Contraviesa.- Lo uno parecía la sombra de lo otro.
La primera impresión que nos produjo aquel árbol tan aislado y tétrico, fué de lúgubre desconfianza; pues hízonos pensar en el venenoso upas de la India, que no deja crecer ninguna planta bajo su sombra....- Pero esto era calumniar á la Encina Visa; encina benéfica si las hay; de donde procede su gran popularidad por mar y por tierra.
Porque es el caso que aquella encina debe el nombre que lleva á la circunstancia de ser una especie de faro de día para los navegantes que cruzan por delante de la Alpujarra. Descúbresela, dicen, desde enormes distancias, merced á lo conspicuo de su situación y á la energía con que su negra copa se dibuja sobre el cielo; y, en tanto que los pilotos se orientan por ella, tomándola como punto de marcación, cuando no como punto de enfilación, los viajeros alpujarreños que regresan á sus hogares aguardan á columbrarla para decir con toda seguridad y la consiguiente alegría: -«Ya diviso mi tierra».
Lo mismo acontece cuando se discurre á pie, á caballo ó en mulo por aquel laberinto de montes y valles, con poco conocimiento del país. La Encina-Visa [es la estrella polar] sirve de polo que consulta el viandante para saber fijamente dónde se halla, y hacia dónde tiene que enderezar sus pasos[, si por ventura ha perdido su camino] ....
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-Debajo de la Encina se ve gente....- observó en esto un criado.
-Y no poca....- añadió otro.
-Y miran para acá....- agregó un tercero.
-¡Dios Santo! ¿Serán moriscos? -exclamamos nosotros, como si estuviésemos en el año de gracia de 1569.
[Y entonces, aquel árbol] Y, desde que se nos ocurrió esta idea, aquel árbol viejísimo, inmemorial, contemporáneo sin duda alguna de los tatarabuelos de ABEN-HUMEYA adquirió á nuestros ojos una gran importancia histórica. (D) Nos imaginamos, por ejemplo, las muchas horas que el REYECILLO se pasaría al pié de Encina-Visa, mirando al extendido mar, á ver si asomaban por la parte de Argel ó por la de Marruecos ciertos misteriosos navíos, «con una vela colorada como contraseña», portadores de los auxilios que su hermano ABDALÁ había ido á buscar al africano continente.
¡Aquellas velas tardaron en aparecer!.... Y, si al cabo pintaron en el horizonte, como manchas de sangre, más le valiera al ABEN-HUMEYA que hubiesen desaparecido de nuevo....-
(E) Pero esto es era demasiado adelantar el discurso, cuando aún estábamos á dos kilómetros de la Encina Visa, donde ya nos contarían. Los Historiadores (pues que pensábamos hojearlos allí) todo lo que supiesen de la materia....
[Sin embargo,] Estábamos, sí, muy lejos de la empingorotada Encina; pero habíamos subido tanto en aquellos últimos minutos, que ya veíamos en lontananza, no sólo al Mulhacén, como hasta entonces, sino á todos los príncipes y dignatarios de su imperio, empezando por el ínclito Veleta.
Es decir; que, el blanco fantasma de la Sierra, y las gallardas sombras de los moriscos reaparecieron simultáneamente ante nuestros ojos, cual si obedeciesen á un mutuo conjuro, poblando de quiméricas visiones el horizonte alpujarreño.... - Y siempre ocurre lo mismo, en virtud de no sé qué ley poética.... Siempre ocurre que, al contemplar aquellas nítidas montañas, todo el mundo resucita en su mente á los mahometanos andaluces.- Diríase que Sierra Nevada es la Niobe agarena, petrificada por el espanto, para eterno testimonio de la triste suerte de sus hijos.... - Y por eso, sin duda, cuando Aben-Xaguar, el tío de ABEN-HUMEYA, excitaba á los moriscos á la rebelión, les decía «que se habían visto apariencias extraordinarias de gente armada en el aire, á las faldas de la Sierra, SEÑAL DE LIBERTAD PARA LOS MOROS»....
Por lo demás, ¡qué cuadro tan grandioso el que abarcaba en aquel momento nuestra vista! ¡Qué sencillez y qué magnificencia en las cuatro grandes masas de color que lo formaban!....- De una parte, el terso Mediterráneo, brillando como un espejo: á nuestros pies, la montuosa Alpujarra, con los pardos matices propios de la tierra: al otro lado, toda la cordillera de Sierra Nevada, deslumbrante de blancura; y, encima de todo, la bóveda azul del firmamento, coronada por el Sol de la Primavera!
Reverberación de agua, claroscuro de montes, candidez de nieve, turquí de cielo....: he aquí las contrastadas tintas de aquel variado panorama, que parecía resumir toda la Creación.... -Y luego ¡tanta luz! ¡tanta soledad! ¡tanta alegría y tanto misterio juntos! ¡Tanta juventud en la indiferente Naturaleza, y tan funestas historias, tan lúgubres recuerdos en todo lo que se veía!....
¡Ah! Si no hubiera Dios ni muerte, el alma de los hombres sería el alma del mundo; -¡alma tristísima, que acabaría por hacerlo inhabitable!- Pero, afortunadamente, hay muerte y Dios, y las casuales tristezas que las criaturas adjudicamos á nuestro globo durante los breves días que moramos en él, pasan al cabo con nosotros, sicut nubes, quasi aves, velut umbra. ¡Vendrá un día en que nadie se acuerde de los moriscos al recorrer la Alpujarra, como nosotros no sabemos hoy qué memorias humanas evocar cerca de aquellas ruinas de México, de Egipto ó de la Etruria que ya carecen de historia conocida!.... - Nuestros libros de papel no han de ser eternos.
Llegamos, al fin, á la Encina Visa.
La gente que allí nos aguardaba eran algunos parientes y amigos de los dos caballeros de Murtas que iban entre nosotros.
Contrajimos, pues, en aquel momento nuevas amistades; y, dado á Dios lo que era de Dios, nos apresuramos á dar al César lo que era del César.
Quiero decir que, después de abrazar á las personas, abrazamos también á la Encina, coetánea y amiga de todos aquellos moros y cristianos que nos traían sorbidos los sesos.
Y entonces reparamos, no sin pesar, en lo muy decrépita y pelada que se iba quedando la pobre....
Indudablemente, Encina Visa está en el último siglo de su existencia.
Es el triste sino de nuestro tiempo: acabar con todo lo tradicional y legendario.
-¿Quién ó qué (nos dijimos) reemplazará á este Árbol cuando deje de alzar sus ramas hacia el cielo? ¿Quién ó qué servirá de guía ó llamará con sus brazos abiertos á los que crucen los mares de la Alpujarra?
Uno de los dueños de la Encina (o sea uno de los dos propietarios delCortijo de la Negra, á que pertenece aquel monte) hallábase allí presente.- No le dimos, sin embargo, el mal consejo de que fuese criando una chaparra en aquella altura, para que con el tiempo heredase y sustituyese á la Visa en su nobilísimo [ministerio] oficio histórico....- Y fué que nosotros la consideramos desde luego irreemplazable. ¡Una nueva encina que allí se plantara no valdría más que un árbol de lienzo pintado de los que figuran en los teatros!....
Hay cosas que no se heredan.... como hay otras que no se improvisan. (F) -Y aquí tenéis planteada en un dos por tres toda la cuestión de las varias especies de Monarquía, hoy que buscamos rey.
Pero continuemos.
El caserío del Cortijo de la Negra dista de allí poquísimos pasos, y está como escondido detrás del cerro que sirve de pedestal á la Encina-Visa.- He dicho que en la Alpujarra toda vivienda humana se oculta, en lugar de exhibirse.
Pero ¿por qué se llama aquella heredad el Cortijo de la Negra? -Esta Negra ¿es la propia Encina-Visa? -¿La apellidarían así algunos, refiriéndose á su oscura proyección sobre el cielo? -¿Ó el cortijo no debe su nombre á la Encina, sino á alguna Negra, de carne y hueso que lo poseyó ó lo labró en tiempo de los Moros?
Cuestión es ésta que inútilmente tratamos de poner en claro; y no por su opaca naturaleza; ni porque era la hora de tomar las once; ni porque, en efecto, las tomamos en aquel Cortijo (en una hermosa y fresquísima bodega que más parecía una pagoda); sino porque nadie sabía lo cierto, -cosa frecuente en este mundo.
En cambio, nos enteramos allí (por medio de nuestros amigos los Historiadores) del verdadero resultado de la embajada que el hermano de ABEN-HUMEYA llevó á Argel....- Porque es de advertir que los tales historiadores llegaron al Cortijo de la Negra, casi al mismo tiempo que nosotros, -muy bien acomodados en los capachos de las provisiones, que era donde acostumbraban á viajar....
He aquí las noticias que nos dieron:
El joven ABDALÁ (D. Luis de Válor, el menor de los hermanos del REYECILLO) tuvo que ir á embarcarse á Vera, en la provincia de Almería, no sin grave riesgo de ser cogido por los cristianos.
Llevábale al que entonces era, no Rey, -como dicen unos cronistas, ni Bey, como dicen otros, sino Dey, ó Gobernador de Argel, Al-Uch-Alí (el «Ochalí» le llaman algunos), un presente de cautivos y una carta de su hermano, en que éste le daba parte de su elección, le demandaba socorros para la causa del profeta, y se sometía á la obediencia del Gran Señor de todos los Reyes agarenos, ó sea del Sultán de Constantinopla.
En el ínterin, Al-Uch-Alí, que había escrito con anticipación á Constantinopla, recibía la siguiente contestación del Gran Turco, -que á la sazón lo era SELIM II el Borracho; aquél cuyas galeras debían de conquistar al año siguiente la isla de Chipre y ser derrotadas luego en Lepanto por D. JUAN DE AUSTRIA:
»SELÍN SOLIMÁN».
Al transcribir aquí esta carta, de que nos dio conocimiento Pérez de Hita, sé muy bien que no será ni con mucho una traducción puntual de la del Gran Señor.- Conozco á Pérez de Hita.- Pero hasta como documento apócrifo en la forma (o más bien, por serlo), resulta curiosísima su letra.- Hay en ella una travesura y una inocente presunción de orientalismo que valen un imperio.
En cuanto á su espíritu, completamente auténtico, como lo testifican muchas historias, despierta consideraciones algo más serias.- El plan de SELIM II confirma aquella gran verdad de que no hay enemigo despreciable, haciéndonos ver hasta qué extremo la aventura de ABEN-HUMEYA pudo convertirse en un verdadero peligro para España, enredada entonces en guerras con Francia y otras naciones. Una acción común de otomanos, franceses, argelinos y marroquíes, atacándonos á un mismo tiempo por mar y por los Pirineos, cuando todo el antiguo Reino de Granada, desde Vera hasta Gibraltar, estaba alzado al grito de ¡Viva Mahoma! y se temía otra sublevación semejante en los Reinos de Valencia y Murcia, hubiéranos puesto en indudable apuro.- ¿Se hallaban acaso tan lejos aquellos días en que África y Asia enviaban periódicamente á nuestra tierra centenares de miles de guerreros?
Por fortuna para la cristiandad, los soberanos musulmanes no dieron gran importancia á la rebelión de los moriscos alpujarreños, mientras que el sagaz FELIPE II se la dio muy luego en altísimo grado, como veremos más adelante....
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Tardaban, pues, en venir á la Alpujarra los socorros acopiados en Argel, á pesar de haberse ya obtenido el beneplácito del Emperador de Turquía; e, impaciente cuanto necesitado de ellos ABEN-HUMEYA, despachó en su busca á Fernando el Habaquí, su Generalísimo (natural de Alcudia de Guadix por más señas), mientras que ABDALÁ se dirigiría, creo yo, desde Constantinopla á Marruecos, á desempeñar la segunda parte de su comisión.
El Habaquí empleó ocho días en cruzar el agua, y llegado que hubo á Argel (lo que sigue nos lo refirió Mármol),
Pero lo que siguió diciéndonos Mármol no viene á cuento ahora.... Conservemos en la memoria el nombre de ese HUSCEYN, turco sedicioso y malo, á quien hemos de ver figurar, acompañado de un hermano suyo peor que él, en la escena mas dramática que registran los anales alpujarreños, y aprovechemos los minutos que aún hemos de permanecer en el Cortijo de la Negra para enterarnos de un tremendo combate que hubo por entonces entre Cristianos y Moriscos.
Dejamos á ABEN-HUMEYA contramarchando hacia Poniente con todos sus secuaces, en tanto que el Marqués de Mondéjar llegaba á los confines orientales de la Alpujarra sin encontrar en su camino más que ancianos y mujeres, y nunca aquellas falanges de moriscos armados que se disipaban ante él como la niebla.
La presencia inesperada del REYECILLO, con su ejercito casi intacto, precisamente cuando más se temía recibir la noticia de que había sido deshecho por Mondéjar en el fondo de la Alpujarra, inflamó de entusiasmo á todos sus parciales del Valle de Lecrin y de las Serranías limítrofes.... Sobre todo, hacia el lado de Salobreña, se acumuló un gran número de rebeldes, los cuales se establecieron en el famoso Peñón de las Guájaras, especie de ciudadela natural, situada en la cumbre de un monte escarpadísimo, circuido de tajos por todas partes, y que no tiene más acceso que una estrecha senda de un cuarto de legua de largo, mientras que dentro de sus breñas, y al amparo del Peñón, hay un llano en que pueden acampar hasta cuatro mil hombres, tan seguros como en la plaza de armas de una fortaleza.
Mil moriscos escogidos, á las órdenes de Marcos el Zamar, Alguacil de Játar, guarnecían aquella formidable posición, á la que se habían refugiado con sus riquezas muchas familias principales de los pueblos comarcanos, particularmente las mujeres y los niños, y donde se había reunido además gran cantidad de víveres, pólvora y balas.
Para ABEN-HUMEYA, que había ido á visitar el Peñón, y dispuesto que se aumentaran algunos reparos y parapetos artificiales á sus defensas naturales, era aquélla una excelente base de operaciones, teniendo, como tenía, una exagerada idea de la firmeza del Zamar. Así es que, seguro de encontrar allí refugio y apoyo en cualquier aprieto, se enseñoreaba de nuevo de todo el Valle de Lecrin, llegando en sus audaces correrías hasta las mismas puertas de Granada e interceptando cuantos convoyes de municiones y vituallas salían de la capital con destino al ejército Cristiano.
Noticioso Mondéjar de aquel estado de cosas, y visto que en Ugíjar perdía el tiempo y el crédito en vanas negociaciones de paz con tal ó cual magnate morisco de los muy pocos que aún no se habían alzado en armas, contramarchó á su vez lleno de enojo y de vergüenza y saliose de la Alpujarra por donde mismo había entrado, decidido á apoderarse del Peñón y escarmentar allí á la morisma beligerante.
Avistado que hubieron los cristianos aquella pavorosa altura, empeñose en acometerla de frente y sin pérdida de momento el célebre D. Juan de Villaroel, hidalgo muy ganoso de gloria, que no quería ceder á nadie el lauro de aquella empresa. Opúsose el Marqués, creyéndola irrealizable de aquel modo; por lo que mandó hacer alto y acampar en Guájar de Alfaguit....; pero Villaroel no desistió de su intento, bien que ya disimulándolo; y, concertado secretamente con los caballeros D. Luis Ponce de León, D. Agustín Venegas, D. Juan Velázquez Ronquillo, D. Gonzalo Oruña y D. Jerónimo de Padilla, abandonó de pronto á Guájar, y, seguido de éstos y de cuatrocientos arcabuceros que entre todos traían á soldada de sus respectivas tierras, se encaminó resueltamente hacia la codiciada posición, coronada de vistosos estandartes.
Lo escarpado del terreno obligó muy luego á apearse á los que iban á caballo y á continuar á pie tan fatigosa subida; pero, sin embargo, no hallaron al principio la gran resistencia que aguardaban.- Los de arriba parecían indecisos y amedrentados, aunque no dejaban por eso de tirotearse alguna vez, desde sus altos parapetos, con los impertérritos asaltantes.
En esto, y cuando Villaroel y sus amigos, que iban á la cabeza, se encontraban ya á media ladera del monte, precipitáronse del Peñón, como un torrente desencadenado, el Zamar y cuarenta mancebos moriscos, cayendo sobre los nuestros con la velocidad y el brio del descenso y de la carrera.... La lucha fué espantosa, cuanto inútil por parte de los Cristianos.... Casi todos los arcabuceros emprendieron la fuga y muchos lograron salvarse; pero el resto de ellos, y todos los caballeros mencionados, empezando por Villaroel, pagaron allí con la vida su temeridad y su desobediencia....
El único de éstos que se salvó, aunque malamente herido, fué D. Jerónimo de Padilla
De buena gana copiara yo aquí ahora todo lo que las historias de aquel tiempo refieren acerca de las operaciones que en los siguientes días se llevaron á cabo para ver de rendir el Peñón; pero esto no cabe en los límites de mi modesta obra, y habré de contentarme con aprovechar el sucinto resumen que otro historiador hace de tan memorables acontecimientos:
Costosa y dolorosísima fué para los moriscos la debelación del Peñón de las Guájaras; pero inútil sin duda alguna para el éxito de la Campaña de Mondéjar.- ABEN-HUMEYA y su gente, aprovechándose con singular acierto de aquella poco meditada expedición del Marqués, habían vuelto á penetrar en la Alpujarra, verdadera llave estratégica de la Rebelión. Resultaba, pues, estéril cuanto el General cristiano había hecho trabajar y padecer un mes antes á sus tropas para ocupar aquellos ásperos terrenos, tan fácilmente recobrados por el enemigo. Es decir, que la sangre de las flacas mujeres y pobres ancianos sacrificados en las Guájaras había valido al REYECILLO la reconquista de lo mejor de su Reino.- Cualquier batalla le hubiese costado más.
Así lo comprendió el Marqués y lo murmuraron sus émulos. Aumentaron, por tanto, su despecho y su rabia contra ABEN-HUMEYA, y dio la vuelta á Órgiva, decidido á acabar de una vez, no ya con las huestes, sino con la persona de aquel joven caudillo, tan emprendedor, tan sagaz, tan valeroso, y cuya incansable actividad centuplicaba sus fuerzas y sus recursos.
Cruzó entonces por la mente del noble General, encanecido en las virtudes y el heroísmo, un pensamiento aleve, oscuro y tortuoso....- Determinó, digo, emplear el dinero, el espionaje y la traición para deshacerse de ABEN-HUMEYA.
Lo mismo hizo Cepión con Viriato.
-¡A caballo, señores, á caballo....; que se hace tarde, y nos esperan en Murtas! ¡Ya no calienta tanto el sol, y corre una brisa fresca!
Así exclamó en aquel momento, interrumpiendo la lectura, el que había de ser nuestro bondadoso huésped en el lugar á que nos dirigíamos.
-¡A caballo! -respondimos todos.
Y partimos, llevando los más gratos recuerdos de nuestra estancia en el Cortijo de la Negra.
No menos viva conservo la memoria de los alegres trotes, y hasta galopes, que entonces se siguieron, interrumpidos por largas paradas á fin de contemplar ésta ó la otra perspectiva, y siempre á lo largo del empinado lomo del Cerrajón de Murtas.- Y es que aquella tarde se desarrollaron ante nuestra vista muchos de aquellos redoblados pliegues de terreno que comparé en la cumbre de la Contraviesa á los tejados de una ciudad mirados oblicuamente desde un campanario....
Sí: durante aquella especie de viaje aerostático, vimos el interior y hasta el fondo de gran número de valles, cuajados de cortijos y de arbolado, de ya verdes viñas y de crecidas siembras: -vimos.... de cuerpo entero.... la famosa Sierra de Gádor, llamada en otro tiempo la Sierra del Sol (como la Contraviesa se llamaba la Sierra del Aire) 6: ¡Sierra de Gádor, El dorado de los almerienses, y aún de los granadinos, y albergue de pintorescas villas y lugares!.... ¡Sierra de Gádor, cuyo pico eminente, el Sabinar, mide la respetable altura de seis mil novecientos pies!.... :
Vimos, entre aquella sierra y la cordillera que nosotros seguíamos, la honda y extensa cuenca del Río de Adra, frontera allí de la PROVINCIA DE ALMERÍA: -vimos á lo lejos, y, dejándonosla atrás, la hechicera sombra de Berja, que dos días después casi habíamos de tocar con la mano; y, más al Sur la costa de Adra, marcándonos el sitio en que se escondía esta graciosa nereida del litoral alpujarreño;
Y vimos, en fin, la Punta de Roquetas, y muchas playas y promontorios, dibujándose ó recortándose sobre el azul del mar.... «como en los mapas de relieve», que diría cualquier retórico irreflexivo.
Por lo demás, y fuesen cualesquiera los paisajes amenos y deliciosos que divisábamos en lontananza, lo cierto es que nos habíamos encaramado á un terreno áspero y adusto, donde era todavía pleno invierno, y donde hacía, en consecuencia, un frío de todos los diablos; -por lo cual nos alegramos muchísimo de llegar, como llegamos, á Murtas.... antes que el sol al Occidente.
Murtas es [la antítesis ó] el reverso de Albuñol.
Lámina IX
....y ver desde allí, de una sola ojeada, todo el ámbito alpujarreño, toda su armazón de montes, todo lo demás que os oculto ahora para que os cause luego más sorpresa.
Á Albuñol se le distingue desde muy lejos: á Murtas no se le ve hasta que se está dentro de sus calles. Albuñol se encuentra en el fondo de una rambla, casi al nivel del mar: Murtas se halla en todo lo alto de su Cerrajón, aunque dominado y abrigado por el morro en que remata la cordillera.- En Albuñol, con estar tan bajo, tuvimos que entrar subiendo: en Murtas, con estar tan alto, entramos por encima de las chimeneas.- En Albuñol era ya verano: en Murtas era rigoroso invierno. Albuñol es blanco, alegre, risueño, luminoso: Murtas es pardo, grave, tétrico, sombrío.- Allí se huye del sol: aquí se busca la lumbre. El uno respira voluptuosidad y molicie: el otro esquivez y austeridad. Aquél recuerda las ciudades del Oriente: éste las poblaciones de Castilla la Vieja. Albuñol es un pueblo moro: Murtas, un pueblo cristiano.
Todo tiene su poesía especial cuando se principia á ser viejo, y yo se la encuentro muy grande á estos pueblos de tan lúgubre fisonomía, que viven azotados por las inclemencias del cielo, oyendo á todas horas el mugir de los aquilones, ora abrumados de nieve, ora envueltos en la niebla, y donde, sin embargo, ó por lo mismo, reina tan íntimo contento en los hogares, es tan amable la vida de familia, están tan excitados todos los afectos, todas las creencias y todos los temores.
En esos pueblos tristes (probados de continuo por el rigor celeste como las almas de los escogidos) hay gran actividad en las imaginaciones, y la fe en Dios es más viva, el deseo de la gloria eterna más apremiante, y el miedo al demonio, y aún á otros espíritus que no reconoce la Iglesia, tanto mayor, cuanto más justificado se halla.- [¿Quién ha de creer] Compréndese que no crea....; por ejemplo, en duendes, brujas y aparecidos [, por ejemplo, en una] los moradores de riente población tendida en verde llanura, entre pájaros y flores, ó reclinada frente al azul Mediterráneo, en el perfumado seno de una perpetua Primavera.- Pero ¿quién dejará de sentir todo linaje de terrores allá en la región de las nubes, rodeado de sombras, entre los elementos desencadenados, y sin más consuelo ni refugio contra la hostilidad de la Naturaleza que el amor de la esposa, la piedad de los hijos y las dulces promesas que manan de los labios del señor Cura?
Por eso, hace muchos años, hablando de esto mismo, exclamé fervorosamente: «¡Benditas sean las montañas!» Y por eso sin duda aquella noche, la noche de nuestra llegada á Murtas pasamos horas de inefable delicia y de verdadera unción cristiana, muy más sabrosas que cuanto ofrece el Coran á la morisma, sentados al amor de la lumbre, en casa de nuestro respetable huésped y antiguo amigo (el primer caballero que os presenté á la salida de Órgiva), recibiendo merced de su hidalga obsequiosidad y espléndida cortesía, y disfrutando de la grata sociedad de su noble esposa y distinguida hija, émulas suyas en el bondadoso afán con que nos agasajaban.
Sí, señor: en aquella inolvidable casa, de aspecto señoril y solariego; en el carácter serio y cordial de la tertulia que allí se reunió; en lo que, del pueblo habíamos visto; en lo áspero y tempestuoso de la noche; en lo repuesto y clásico de la mesa á que nos sentamos; en las tradicionales complacencias que allí compartimos; en lo que se hablaba, en lo que se callaba, en lo que se sentía, en todo, finalmente, había un sabor tan latino, tan católico, tan español, tan castellano, tan castizo, que acabó por olvidársenos que estábamos en la morisca Alpujarra, y que jamás hubiese habido árabes en la Península, y que hubiera existido en la Meca un impostor llamado MAHOMA....; para acordarnos solamente de Condes y Obispos, de Ricos-homes y Ricas-hembras, de catedrales y castillos góticos, de conventos y abadías, de yelmos y lanzas, de gregüescos y gabanes, de ropillas y ferreruelos, de capas y espadas, de casacones y sombreros de tres picos, de morriones y petis, de ponchos y roses....; de España, en fin, limpia de sangre mora ni judía.
Por lo demás, y descendiendo á hechos reales, en mi cartera de viaje encuentro hoy los siguientes datos relativos á Murtas, recogidos aquella tarde, y aquella noche, y otras noches y otras tardes que más adelante pasamos allí:
Murtas es el mayor centro de población del juzgado de Ugíjar, sin exceptuar á la cabeza del Partido.
Tiene 3.798 habitantes, casi la mitad de ellos domiciliados en los 107 cortijos y caseríos de su jurisdicción, encerrando, por consiguiente, el lugar propiamente dicho unas 2.000 almas.
La Santa Cruz, ó sea la Cruz de Mayo, es la patrona de Murtas, y el día 3 de dicho mes se la celebra con función de iglesia, toros y bailes.
Murtas es muy rico; sobre todo en vinos y almendras.
Las almendras tienen fama muy merecida en toda la provincia, por lo gordas, finas y dulces, y por lo tierno y delgado de su corteza leñosa.
El vino es excelente, aunque un poco dus, como todo el de aquellas tierras, y se exporta en gran cantidad, ora por el Puerto de la Ragua con destino al Marquesado del Cenet, ora por el Llano del Laujar con destino al río de Almería.
La arriería de Murtas no reconoce rival en toda la Alpujarra, por lo activa y numerosa.- ¡Asombro causa ver las interminables recuas que salen de aquel pueblo ó vuelven á él, llevando ó trayendo cuanto figura en la vida material de su poblada comarca y de otras circunvecinas!
Pero la principal riqueza de Murtas, y uno de los ramos más importantes de la producción alpujarreña, consiste en la fabricación de aguardiente. Pierdese la cuenta de los alambiques que hay establecidos en el lugar y sus cercanías.... ¡Baste decir que ellos y los del próximo pueblecillo de Mecina Tedel abastecen casi por sí solos de un líquido tan apetecido y solicitado.... á la mitad de la provincia de Granada!....- Lo cual no quita que las aguas potables de Murtas sean celebérrimas, y á justo título, por su abundancia, limpidez, exquisito gusto y eficacia digestiva.
Debido acaso á esto, y á lo muy ventilado, á lo demasiado ventilado, de la eminencia que ocupa, es un pueblo sumamente saludable, que produce hombres del tamaño y del temple de los de Homero, aficionadísimos á la caza, si bien con hurón ó con reclamo, y muy dados al jamón y á los dulces.
La mayor parte de sus famosos cortijos están abrigados en los pliegues del Cerrajón, con exposición al mediodía. Algunos tienen, pues, honores de quintas de recreo, según lo rodeados que se ven de naranjos, flores y feracísimas huertas, y sirven de habitual morada á familias ricas y de elegantes inclinaciones, que prefieren aquella vida libre y solitaria á la que se llevan en el Lugar. (G)
En cuanto al fandango que se baila en Murtas y sus cortijos, supera con mucho al de todos los pueblos inmediatos....: 1.º, Por las bellas y complicadas mudanzas que se hacen durante la copla: 2.º, Porque se baila, acompañándose con castañuelas, cosa rara en aquella región, Y 3.º, Porque la orquesta se compone casi siempre, no sólo de guitarra, bandurria y platillos, como en el resto de aquellas tierras, sino también de violín...., instrumento tan familiar á los labriegos murteños como los alemanes del Norte.
Finalmente: las mujeres de Murtas tienen fama de limpias y lujosas, y de no menos esforzadas y dispuestas que los hombres.- Por mi parte, aseguro de ciencia cierta que abundan las de aspecto varonil, si bien moderado por cierta apasionada languidez, esencialmente femenina, que las hace tan seductoras como imponentes.- Melpómene hubiera podido ser de Murtas, y Medea, y Norma, y Safo, y hasta Doña María Coronel.... hasta cierto punto.
Y de Murtas fué la célebre Catalina de Arroyo, morisca por todos cuatro costados; pero madre del beneficiado Ocaña; la cual, el día que los Monfíes asesinaron á éste y á los demás cristianos de aquel pueblo, pidió á gritos la muerte, alegando que ella también era cristiana....
¡Y mujeres fueron asimismo quienes se encargaron entonces de quitarle la vida!....
Por cierto que la historia recuerda que cuando la llevaban al lugar de la ejecución (que era el cementerio de la iglesia), Catalina de Arroyo «iba rezando la oración del Anima Christi, y murió invocando el dulce nombre de Jesús....».
¿Conocéis tragedia más sublime?
Terminada aquella noche la tertulia, á la cual asistieron, entre otras muchas personas, dos respetables sacerdotes, hermano el uno y sobrino el otro de nuestro noble huésped de la arábiga Albuñol (que así están hoy de barajadas las cosas alpujarreñas, ni más ni menos que cuando las moriscas parían allí Beneficiados), hicimos y publicamos el programa del día siguiente, en virtud de cuyo primer artículo todo el mundo tenía que estar á caballo antes de que saliera el sol.
Retiróse, pues, en seguida cada cual á su cuarto, á fin de aprovechar las contadas horas destinadas al sueño; pero la crítica situación en que aquella tarde habíamos dejado á ABEN-HUMEYA tenía demasiado excitada mi curiosidad para que pudiese dormirme sin averiguar qué había sido de él.
¿Llevó adelante el Marqués de Mondéjar su menguado propósito de deshacerse del REYECILLO por medio del soborno y de la traición? - ¿Lo consiguió efectivamente?
La contestación á estas dos preguntas la leí estando ya en la cama, y no me dejó pegar los ojos en toda la noche; ó si los pegué, fué para seguir viendo lo mismo que causara antes mi desvelo....
He aquí lo acontecido.
Había vencido el infierno.
No bien regresó á Órgiva el despechado Marqués, pregonó la cabeza de ABEN-HUMEYA, tasándola en diez mil ducados; y fuese codicia vil de aquella suma, fuese por odio personal al joven caudillo, como ellos dijeron, el caso es que á los pocos días presentáronse á Mondéjar un tal Miguel Aben-Zaba, de Válor, y otros parientes suyos, y le hicieron la siguiente confidencia:
Que ABEN-HUMEYA y su tío D. Fernando el Zaguer andaban de día por las vecinas sierras de Los Bérchules, en cuyas famosas cuevas, casi inaccesibles, estaban los almacenes de la insurrección, y que por la noche solían bajar á dormir á Válor, á las casas patrimoniales del REYECILLO, ó á Mecina de Bombaron, á casa de DIEGO LÓPEZ....
Pero no debo continuar sin deciros antes quién era este personaje.
DIEGO LÓPEZ, primo hermano de ABEN-HUMEYA, y descendiente como él del mismísimo profeta MAHOMA, era, en la época á que nos referimos y según opinión del grave Hurtado de Mendoza, «un hombre tenido por cuerdo, animoso, de buena palabra, comúnmente respetado, usado al campo, y entretenido más en criar ganados que en el vicio del lugar».- Lo que no recuerdo ahora dónde he leído que más parecía negro que blanco; y, por lo demás, de toda su historia se deduce que estaba dotado de gran fortaleza física, y que tendría unos treinta y cinco ó cuarenta años cuando lo presentamos en escena.- Entre los moriscos llamábase ABDALÁ ABEN-ABOO.- La Historia lo reservaba el puesto de segundo y último Rey de la rebelada Alpujarra.
Este hombre singular, cuyo fanatismo islamita y cuyo ardor guerrero hemos de ver rayar muy pronto en verdadera fiereza, habíase mostrado hasta entonces como indiferente y neutro en medio de la rebelión que ardía en todo el Reino granadino.- Digo más: refiere Mármol que una mañana que el ejército cristiano marchaba de Cádiar á Ugíjar, acudieron espontáneamente algunos moriscos á someterse al Marqués, y que entre ellos
¿Por qué había procedido hasta entonces ABEN-ABOO de aquella manera? ¿Cómo seguía, sin embargo, tan respetado y querido de los moros? ¿A quién era traidor? ¿A los defensores de su abuelo MAHOMA, apartándose de ellos para favorecer realmente á los Cristianos; ó á los Cristianos, fingiéndose su amigo para apoderarse y abusar de su confianza en beneficio de la causa del Profeta?
Indudablemente á los unos y á los otros. La falsedad y la perfidia estaban en la masa de su sangre: su vida constituye un tejido de felonías, y ¡cosa rara! una vez, una sola, que no fué traidor, costole muy caro, como vamos á ver....; tan caro, que ya renunció para siempre á la virtud, complaciéndose hasta en neutralizar las consecuencias de su único acto de lealtad...., según que vamos á ver ahora.
Tal era el hombre cuya casa había sido señalada al Marqués por los espías moriscos como uno de los albergues nocturnos de ABEN-HUMEYA....
La tempestad comenzaba á amontonar sus torvas nubes.
En virtud de aquella confidencia, Mondéjar envió una noche á cincuenta soldados, conducidos por los viles delatores, con orden de ir primero á VÁLOR y luego á Mecina de Bombaron, sorprender dichas casas antes de que amaneciese (pues de día podrían juntarse muchos enemigos y ser la operación peligrosa), y traerle muertos ó vivos á ABEN-HUMEYA y al Zaguer.
Partieron los expedicionarios con el mayor sigilo, en medio de las sombras, y treparon á Sierra Nevada....
Enterado de ello el Marqués, dejó pasar dos ó tres días, y al cabo de este tiempo (dice Luis del Mármol)
Veamos ahora de referir qué había sido entre tanto de ABEN-ABOO
Maldonado y su gente lo hallaron en uno de los aposentos de su casa, y con él á otros diez y siete moros; y, preguntándoles si sabían de ABEN-HUMEYA ó del Zaguer, dijeron que no los habían visto, y que, en cuanto á ellos, estaban reducidos á la obediencia del Rey D. FELIPE, en virtud de la salvaguardia que ABEN-ABOO había recibido del Marqués de Mondéjar.- Y como no pudiese averiguar de ellos otra cosa; conociendo Gaspar Maldonado que no le decían verdad, hizo dar tormento á ABEN-ABOO, mandándolo colgar.... cabeza abajo de la rama de un moral que había á espaldas de su casa.
Tal había sido el bochornoso resultado de aquella indigna asechanza, concebida en mal hora por el ilustre Marqués de Mondéjar.
Había triunfado el infierno, como ya dije más atrás; y su triunfo consistía en que tan insigne y generoso guerrero hubiese caído en la tentación de dejar durante algunos días la espada de Tendilla por el puñal de Vellido Dolfos; en que, aún hecho este sacrificio de honra, el golpe hubiese fallado, quedando vivo y libre ABEN-HUMEYA, el enemigo de Cristo; y en que luego se perpetrase aquel crimen de lesa humanidad en la persona de ABEN-ABOO, convirtiéndolo para en adelante, de un disimulado y tibio auxiliar de los moriscos, en un monstruo sañudo, en un campeón infatigable, en una furia armada, espanto de su raza y de la nuestra, azote de la cristiandad y abominación del género humano.
Sí: ABEN-ABOO, que acaso envidiaba y aborrecía á ABEN-HUMEYA desde que lo vio en el trono; ABEN ABOO, que ignoraba y no podía concebir que el REYECILLO hubiese logrado escaparse de aquella manera tan atrevida y milagrosa; ABEN-ABOO, que habría podido deshacerse de él entregándolo á los cristianos; ABEN-ABOO, que era malo y avieso y traidor por naturaleza, acababa, sin embargo, de ejecutar el primer acto noble y piadoso de su vida, arrostrando una muerte segura por salvar á dos seres que detestaba, ó sea por respetar en ellos las sagradas leyes de la hospitalidad....
¡No la muerte, sino el tormento más infame, había sido la consecuencia de tamaño heroísmo!....- Renegó, pues, para siempre del bien, del honor, de la paz y de la dicha, y declarose enemigo irreconciliable de todos sus prójimos, de toda virtud, de toda ley, ¡del mismo Dios! -El infierno había hecho más que triunfar: había encarnado en un hombre: tenía ya un representante en aquella guerra de exterminio.
Siquiera ABEN-HUMEYA, en medio de su iracundia, de su soberbia, de su intemperancia, de todos los vicios que pronto lo asemejaron á Sardanápalo, había procedido hasta entonces, y procedería siempre, impulsado por pasiones activas y positivas, por el afán de vengar á su padre, por ambición de gloria, por sed de mando, por un amor desenfrenado á las mujeres.... Pero detrás de aquella figura, que aún los más fanáticos escritores cristianos nos presentan gallarda, amante, fúlgida, poética (aunque indudablemente peligrosa para la moral), levantábase ya otra figura que parecía como su sombra, como su negación, como su infernal contrasentido; la figura de ABEN-ABOO, animada por el odio, flotando en las tinieblas, ganosa de destrucción y de infortunios.
Resumiendo:
ABEN-ABOO tan luego como estuvo curado, empuñó las armas contra los cristianos, poniéndose para ello á las órdenes de ABEN-HUMEYA; esto es, del hombre que más detestaba en el mundo; pero jurándose al propio tiempo perder y exterminar á este hijo mimado del amor y de la fortuna.
La tempestad relampagueaba sobre la cabeza de los Moriscos.
(H) ¡Buenos días nos dé Dios, [lectores] señores! -Lo digo porque ya debe de estar amaneciendo....- ¡Qué frío hace! ¿no es verdad?.... -¡Cómo se conoce que no estamos en la costa, sino en Murtas! -Afortunadamente, encontráis ardiendo en la chimenea una carga de leña.- ¡A ver! ¡nostramo! ¡patrón! ¡queridísimo huésped! ¡Más caridad con los forasteros! ¡Mande usted que echen una lágrima de cualquier cosa [á estos pobres lectores]!.... ¡Aunque sea una gota de aguardiente sin rebajar!.... ¿Quién se para en grados cuando el termómetro marca uno bajo cero! -Y, por lo [que hace á nosotros] demás, queremos desayunarnos con gachas.... ¿lo oye V.?.... con gachas de las que comen los pastores; con gachas de caldo colorado y muy picante, que nos caliente el estómago antes de ponernos en camino.- ¡El chocolate es bueno para las monjas!
[Con que volvamos al programa.] Tal exclamaba uno de nosotros á la mañana siguiente, mucho antes de ser día.
Porque ya recordaréis que, según el artículo 1.º de nuestro programa, todo el mundo tenía que estar á caballo antes de salir el sol....
Los restantes artículos decían así:
«2.º A las seis se pasará por el lugar de Mecina Tedel.
»3.º A las ocho se estará en el lugar de Jorairátar, donde nos esperan á almorzar á las nueve.
»4.º A las dos se saldrá de Jorairátar.
»5.º A las cuatro se llegará al lugar de Cojáyar, donde tenemos una cita.
»6.º A las cinco y media se pasará otra vez por Mecina Tedel.
»Y 7.º á las seis de la tarde se estará de vuelta en Murtas, á fin de comer y hacer noche».
Es decir, que aquel día recorreríamos hasta su extremo la parte septentrional del Gran Cehel; pero que, en vez de pasar más allá y saltar á los pueblos de Sierra Nevada, volveríamos [pies atrás, con objeto] grupas, á fin de trasladarnos al otro día á la orilla del mar [y concluir así nuestro estudio de la costa] .- ¡Con tal arte íbamos andando y desandando de Norte á Sur la complicada tierra alpujarreña y aislando y dejando para lo último la expedición á la Gran Sierra y á Cádiar y á Ugíjar, importantísimos pueblos asentados á sus plantas, en las márgenes de sus bulliciosos ríos!....- El método es la mitad del encanto de esta clase de viajes.
No creáis, sin embargo, que la excursión del día á que me refiero dejó de ser interesante y que su relato no merezca vuestra atención más cuidadosa....- Al contrario: por poco apego que nos hayáis tomado á los que la llevamos á término, os interesará muy mucho ver los grandes trabajos que nos costó, los atolladeros en que nos metimos, cómo escapamos de ellos, y las preciosas caras que contemplamos en medio de todo, á guisa de providencial recompensa de nuestros afanes.- fué un verdadero día de prueba.
Á todo esto ya nos hemos comido las apetecidas gachas, y los caballos piafan de miedo, más que de impaciencia, presintiendo sin duda los malos pasos en que los vamos á meter....
Sonó, pues, la voz de botasillas en la siguiente forma: -¡En marcha, caballeros! -Y hasta la noche, gentilísimas damas.
Y todo el mundo montó á caballo y picó espuelas.
De Murtas á Mecina Tedel, -llamado también Mecinilla, por ser, ó haber sido, el menor de los Mecinas de la Alpujarra (Mecina Fondáles, Mecina Alfahar, Mecina de Bombaron....), -hay menos de un cuarto de legua; y es que Mecina Tedel está agarrado á las espaldas, y como colgado, del mismo cerro en cuyas crestas se esconde Murtas.
Así fué que á los pocos minutos de ponernos en camino, y al asomarnos á la tajada ladera que sirve de brusco remate al Cerrajón, descubrimos á nuestros pies las casas de Mecinilla, unas debajo de otras, como los peldaños de una escalinata, sin que por eso se nos alcanzara la posibilidad de bajar adonde empezaban los tejados.
Pero los caballos se ingeniaron á su modo, y fueron descolgándonos lentamente por una serie de trancos esculpidos en la roca (los cuales constituyen una especie de vereda retorcida, trocada luego en ondulante callejuela, que pasa por delante de la puerta de todas las casas, después de haber pasado por encima de todas las chimeneas, y que en seguida deja otra vez de ser calle para volver á convertirse en sendero); hasta que al fin quiso Dios que llegásemos á todo lo hondo, ó sea al Arroyo de Mecinilla, donde los animales lanzaron un relincho de triunfo....
Respiramos también nosotros, aunque menos militarmente, y entonces pudimos hablar algo acerca de Mecina Tedel, la cual, desde abajo parecía un pueblo construido ó tallado en una pared, ó más bien un grupo de nidos de golondrinas pegados al ladero de aquel abismo.
Cuatro fueron las noticias que adquirí allí acerca de la historia, estadística y costumbres de Mecina Tedel: -1.ª Que le faltaban el año pasado dos habitantes para tener mil. -2.ª Que allí murió de una fiebre maligna, después de reñir las batallas que veremos más adelante, D. Fernando el Zaguer, ó sea Aben-Xaguar, el tío y protector de ABEN-HUMEYA; fallecimiento ocurrido á los pocos meses de haber exclamado ABEN-ABOO: -«¡Por Dios, que el Zaguer vive y yo muero!» (¿Habría hierbas de por medio en aquella fiebre maligna?) -3.ª Que el patrón del Lugar es San Fernando, Rey de España, cuya fiesta se celebra allí, no el 30 de mayo, como determina la Iglesia, sino el 8 de Setiembre, unida á la de la Natividad de la Virgen. -Y 4.ª Que en tan solemne día hacen los vecinos una función de Moros y Cristianos, y corren la pólvora como los actuales marroquíes (supongo que todo esto será allá abajo, en el arroyo), saliendo á relucir con tal motivo algunas antiguas armas y vestimentas, entre las cuales no es raro (dicen) ver más de una prenda morisca de pura raza....
¡Todavía! -¡Y eso que la Alpujarra ha sido objeto de mil escrupulosos expurgos, no sólo de parte de los inquisidores del siglo XVII, sino de los anticuarios y coleccionistas del siglo XIX, representados por sagaces prenderos, vulgo baratilleros, granadinos! - ¡Ah! Los pueblos son como el mar: á lo mejor se halla en su fondo tal ó cual mísero resto de antiquísimos naufragios.
El camino que seguimos (¡a cualquier cosa se le llama camino en la Alpujarra!) para ir de Mecinilla á Jorairátar, es el más imaginario y menos real que recuerdo haber andado en toda mi vida. Básteos saber, como muestra, que llegó el caso de tener que, pasar, no ya por una estrecha repisa tallada sobre un abismo, como cuando bajamos á la Cueva de los Murciélagos; sino por donde no había repisa siquiera, entre una altísima pared cóncava y un espantoso derrumbadero.... -Y digo que ni siquiera había repisa, porque la senda que se destacaba ligeramente de aquella pared (más como pintada que como esculpida en ella), era una especie de chaflán vaciado hacia la hondura en transversal pendiente, que apenas interrumpía la oblicuidad general de la ladera....
¡Me parece estar viendo todavía aquella vereda puesta de canto, de treinta ó cuarenta metros de longitud, trazada en un resbaladizo muro de color de ceniza!.... Y recuerdo el asombro con que los forasteros nos detuvimos, exclamando:
-¡Por aquí no se puede pasar!
-Sí se puede. ¡Adelante! (contestaron los alpujarreños).- Nosotros pasamos todos los días.
-Nos apearemos entonces....
-¡Fuera peor! Se les iría á Vds. la cabeza.... -No hay más que dejar á los caballos que se las compongan á su modo.
-Pero ¿dónde van á poner los pies los caballos? ¿Han de andar por la pared, como las lagartijas?
-Los caballos no quieren matarse. Entréguense ustedes á su instinto. Cuando ellos conozcan que no deben seguir, no darán un paso más.
-¿Y entonces? ¿Cómo retrocederemos?
-¡Ah! Entonces.... entonces.... Pero, ¿a qué hablar de lo que no ha de suceder? Miren Vds. cómo se pasa por aquí....
Y el que así dijo, metió espuelas.
El caballo vaciló antes de echar á andar. Luego marchó con mucho tiento, cruzando las manos y los pies cual si fuera zopo, y sosteniéndose sobre el filo de las herraduras; pero, llegado que hubo á la mitad del mal paso, ó sea á lo más grave del peligro, se paró con la mayor calma y asomó la cabeza al despeñadero, como para medir su profundidad.... -¡Aquel momento, fué horrible!.... -Hecho esto, siguió andando, y pasó.... .... .... .... .... ....
Excusado es decir que todos los caballos y mulos fueron pasando lo mismo.- No hay cosa peor que un mal ejemplo.
.... .... .... .... .... ....
A la otra banda del Arroyo de Mecinilla, cruzamos por delante del llamado Castillo de Juliana, del que sólo quedan en pie tres ó cuatro ángulos sueltos de otras tantas hundidas torres.
Nadie sabe á la presente, ó á lo menos yo no he podido averiguar, qué Castillo ni qué Juliana fueron aquéllos. -«Periit memoria eorum cum sonitu», dice la Sagrada Escritura. Pero es aún más triste y miserable, que el sonido, el nombre, sobreviva á la memoria.- Y esto acontece con la tal Juliana, á pesar de haber tenido por cenotafio toda una fortaleza 7
Cuando nosotros pasamos por allí, algunos perales en flor alegraban con su juventud aquellas melancólicas ruinas, despojadas por el tiempo hasta de historia.... -Es cuanto puedo declarar y la verdad, advirtiéndoos que, según mis cálculos, las cosas continuarán ya así indefinidamente: los escombros del Castillo expuestos á la indiferencia pública, como un cadáver insepulto que la justicia humana no consigue identificar, y los perales dando peras, á falta de noticias, al dueño de tan romántico paraje....
.... .... .... .... .... ....
Entregados íbamos á estas y otras consideraciones filosóficas, cuando renovadas dificultades del camino llamaron nuestra atención á más próximos cuidados; entre ellos, al de no perecer por el momento, bien que á la postre tuviésemos que morir algún día.... ¡Nos acercábamos á Jorairátar, y Jorairátar, está metido en los mismísimos infiernos! -Allí se arremolinan, antes de espirar al pie de Sierra Nevada, las últimas estribaciones de la Contraviesa y del Cerrajón de Murtas, formando una especie de reducto de agrias y rotas peñas, cuyo aspecto tiene algo de terremoto en acción. Hondas grietas, negros tajos, quebrantados riscos, desgajados peñones, todo se ve allí confundido, dislocado, acumulado, superpuesto, como en una derruida obra de titanes.... - ¡Nada más terrible y majestuoso!
Sobre el mismo pueblo hay un enorme peñón desprendido, suelto, amenazante, próximo siempre á caer y aplastarlo todo....- Los alpujarreños llámanle antonomásticamente, y como en son de lúgubre vaticinio, el Peñón de Jorairátar.- ¿Quién lo subió á aquella altura? -Yo quiero creer que Sísifo en persona, y que la inmensa mole no tornó á rodar á lo hondo, según su costumbre, porque en aquel crítico instante los dioses se fueron.... y Sísifo quedó indultado ipso facto -como todos los demás penados del paganismo cuando se descubrió que Júpiter era un Dios dementirijillas.
Pero todavía no me explico cómo Jorairátar fué fundado, á sabiendas, debajo de aquella espada de Damócles....-¡Bien es verdad que, aun hoy mismo, al pie del Vesubio se reedifican hoy pueblos que siete veces [aniquilados por] destuyó la lava!.... -Por lo visto, puede aplicarse al temor lo que Horacio dijo de la esperanza:
Vitæ summa brevis spem nos vetat inchoare longam.
Jorairátar, adonde al fin llegamos con vida, tiene 1.900 habitantes.
Su riqueza principal consiste en la cosecha de aceite, del cual hay allí varios molinos, -cuyo nombre propio de almazaras siento que vaya estando en desuso en muchas provincias de España.
Produce además bastante vino, y tiene muchísima arriería, aunque ni lo uno ni lo otro hasta el extremo de competir con el poderoso Murtas....
Y aquí terminan mis datos estadísticos.-
Encima del pueblo se ven aún las ruinas de un castillo moro. Así nos lo contaron, al menos. Nosotros no las visitamos.-
Y, á propósito de Moros: en Jorairátar, hay también función de moros y cristianos el día de la fiesta del pueblo; -lo cual quiere decir que allí se juega con recuerdos históricos como el siguiente:
Cuando se alzaron los moriscos de aquel Lugar, y los Monfíes tenían ya reunidos en la iglesia á todos los cristianos para matarlos, el beneficiado Francisco de Navarrete, varón muy estimado por sus virtudes, aún entre la misma gente agarena, pidió la gracia de doce horas más de vida, tanto para él como para sus infelices compañeros.
Accedieron á ello los moriscos, aplazando la ejecución para la siguiente mañana, y el beneficiado aprovechó aquellas doce horas para confesar á sus fieles y disponerlos, por medio de un sermón, á una muerte cristiana.
Llegado con el día el momento del sacrificio, los verdugos, queriendo dar otra muestra de afecto y reverencia á tan digno Sacerdote, preguntáronle qué clase de muerte prefería.
-Degollado, -contestó el noble mártir.
Y degolláronlo efectivamente.
Con el Sacristán no fueron tan considerados.
¡También era aquello jugar á moros y cristianos!
Pero vamos á otra cosa.
El nombre de Jorairátar, áspero y feroz como el terreno convulso que lo lleva, despertó aquella mañana profundos ecos en mi memoria y en mi corazón; no sólo por haber nacido en aquel pueblo cierto insigne Prelado á quien mucho amo y reverencio, y un ex-Diputado á Cortes con cuya amistad me honro, sino porque trajo á mi mente un lúgubre recuerdo de los primeros años de mi vida.
Era yo, en efecto, muy niño, cuando una noche triste, la Noche de Todos los Santos, víspera del día de Difuntos, -allá, en lo alto de Sierra Nevada, á mitad de camino entre la Alpujarra y Guadix, en la Venta del Puerto de Ferreira, donde estaban detenidos varios trajinantes, á causa de la mucha nieve que caía, -un hombre terrible, aceitero de oficio, llamado El Tuerto de Jorairátar (así lo nombraba el vulgo), había matado malamente, de una puñalada alevosa y atroz, á otro pasajero, natural de Lorca, dejándolo clavado en la mesa en que cenaba con él.
Aquel asesinato fué muy sonado en Guadix, donde se siguió el consiguiente proceso, y sobre todo en mi casa, por ciertas razones especiales.- Pasé yo, pues, mucho tiempo oyendo hablar á todas horas de tan bárbara escena; y aquella fúnebre y clásica noche; aquella Venta solitaria, incomunicada con el resto del mundo por la nieve; aquel matador, aquel cadáver y aquellos testigos (que siguieron allí encerrados y juntos otros dos días), aquella circunstancia de ser tuerto el asesino, y aquel salvaje nombre del pueblo de su naturaleza...., todos los accidentes, en fin, excitaron de tal modo mi imaginación infantil, que la palabra Jorairátar, parecíame sinónima de infierno.
Pero es más.... (y ved cómo se compaginan y forman á la postre una sola novela los incongruentes episodios de la vida humana). Entonces se presentó en Guadix un distinguido caballero alpujarreño, joven y brioso, natural de Jorairátar, á fin de amparar en su triste situación al encarcelado reo, ahijado y antiguo servidor de su familia; y estuvo en mi casa; trabó amistad con mi buen padre; negociáronse perdones; impetráronse gracias, y con todo ello se logró que el Tuerto, en lugar de ser ajusticiado, fuese á presidio por diez años con retención, -que era en aquel tiempo la pena inmediata á la de muerte.
Pues bien: al cabo de más de treinta años de no haber vuelto á parecer por Guadix aquel caballero ni sabídose más de él en mi casa, y cuando ya hacía cerca de diez que mi buen padre cerró los ojos á este mundo; al llegar yo á Jorairátar, en virtud de una serie de contingencias de mi propia vida, y preguntarle al respetable anciano en cuya casa estábamos convidados á almorzar «si tenía idea de un joven (de cuyo nombre no me acordaba) que en tal año fué á Guadix á interesarse por un reo, etcétera, etc., etc.», halléme con la siguiente contestación, que me llegó al alma:
-¡Aquel joven.... soy yo! Y yo sé que usted es hijo de un amigo mío de quien no tengo noticias hace más de treinta años....
.... .... .... .... .... ....
Enterado que lo hube de la melancólica parte que correspondía á la eternidad en aquel período de tiempo...., recayó luego la conversación en el sangriento drama de la Venta de Ferreira.
-¿Y qué fué del Tuerto? -pregunté.
-Estuvo muchos años en presidio, -respondiome nuestro anfitrión; -y al cabo de ellos, vino á Jorairátar: dedicose á las labores del campo, dando muestras de arrepentimiento y hombría de bien: pero no le favoreció la suerte; y este año pasado ha muerto sumamente viejo, pobre y desdichado.... -Ya llevaba algún tiempo de vivir de la caridad pública.
Yo respiré, cual si despertara de una pesadilla.
Y desde aquel momento Jorairátar, me pareció menos lúgubre y espantoso.
Mucho contribuyeron también á ello las cariñosas atenciones de nuestro huésped, la dulce presencia de sus hijas, la alegría que reinó en el almuerzo, y la riente hermosura de aquella mañana de primavera que inundaba de luz y perfumaba con su aliento la gozosa estancia en que tan claros habían reaparecido á mis ojos los distantes días de la niñez....
Por lo demás, nuestro huésped de Jorairátar, era el hermano mayor, en armas y en edad, de nuestro huésped de Albuñol, lo cual explica también nuestra presencia en aquella casa. -El caudillo de la Costa nos había enviado al caudillo de la Montaña, escribiéndole antes alguna de aquellas cartas á lo Pérez de Hita, medio árabes, medio españolas, con que los alpujarreños de una misma sangre se confieren y delegan el alto ministerio de la hospitalidad respecto de unos determinados peregrinos....
Lo mismo hacían los frailes en la añeja España: por lo que las personas aceptas á una Orden religiosa podían recorrer toda la Península de convento en convento, sin necesidad de ir á dar con sus huesos en ninguna posada de mala muerte.... -Y lo mismo pasa en el desierto de Sahara, donde es muy frecuente que las caravanas vayan precedidas de un emisario del jefe dominante en cada región, á fin de disponerles lo más difícil ó imposible de hallar por el dinero así en el África de siempre como en la España de ayer, como en la Alpujarra de hoy: un alojamiento más soportable [. En la Alpujarra, pues, el viajero tiene que vivir, ó recibiendo merced de sus hospitalarios hijos, ó como nosotros vivimos] que en la Posada del Francés de Órgiva.
De todo lo cual se deduce que la moderna propagación de buenos hoteles, fondas y restaurants traerá consigo la desaparición absoluta de los santos placeres de la hospitalidad activa ó pasiva.
¡Es la triste ley de estos tiempos! Nuestra época parece encargada por el Antecristo de acabar con las más puras satisfacciones del alma humana....
«¡Dad posada al peregrino!».... decían ayer el Catecismo cristiano.... y el moro.
«¡Que se vaya á la fonda!».... contestarán mañana [en todas partes] moros y cristianos.
Y tendrán razón [los que esto digan] hasta cierto punto.
Á las cuatro de la tarde; es decir, dos horas después de lo establecido en el programa del día, salimos de Jorairátar, totalmente reconciliados con aquel fiero lugar, donde tan bien lo habíamos pasado todos.... y yo particularísimamente.- ¡Es muy dulce poder reír de corazón después de haber llorado dentro del alma...., y es más dulce todavía heredar amistades de nuestros padres....; -herencia bendita, que parece un legado de su honra!
Decía que salimos de aquel pueblo con dos horas de retraso. Resultó, pues, que, por mucho que apretamos á las cabalgaduras, ya oscurecía cuando dimos vista á Cojáyar, -lo cual consistió también en que rodeamos mucho, á fin de pasar por el Cortijo de los Naranjos.... .... .... .... .... ....
Cojáyar, es un lugarcillo de 579 habitantes, dependiente de Jorairátar en lo eclesiástico, y famoso por sus riquísimos higos, que constituyen su principal cosecha.- El Patrón del pueblo es San Antonio, pero se celebra el 9 de Setiembre. -Y no sé más.
Tampoco puedo decir cosa alguan del aspecto exterior de Cojáyar, pues mientras nosotros subimos desde la estrecha Rambla de su nombre al alto cerro en que está situado, hízose noche completa, y por cierto una noche tan oscura como boca de lobo.
En cambio, mucho y muy bueno pudiera contar de la agradabilísima velada que pasamos en casa del excelente amigo con quien estábamos citados.... (Y digo velada, porque fueron cerca de tres horas las que estuvimos allí, en medio de su familia, esperando á que saliera la luna para continuar nuestro viaje....) -Pero me contentaré con meras indicaciones de los componentes de aquel cuadro, tal y como en este momento se lo representa mi memoria.
Figuraos todas las tinieblas nocturnas sobre los misteriosos montes de la Alpujarra: figuraos en uno de los negros pliegues de esos montes un pueblo solitario, casi desconocido del mundo, sin alumbrado ni sereno, y sumergido en el silencio más hondo, cual si fuesen ya las dos ó las tres de la madrugada; figuraos una casa de ese pueblo, cerrada y muda como todas las demás, y al parecer invadida, si no por la muerte, por su hermano el sueño; y figuraos, en fin, dentro de esa casa una tertulia como las del mundo civilizado: su camilla con su brasero, su alegre quinqué, una amabilísima señora, cuatro señoritas á cuál más guapa y más discreta, un afortunado novio (que hoy ya es marido), delicadas labores, libros modernos, chispeantes conversaciones, amor en unos ojos, en otros melancolía, en otros jubilosa indiferencia, sonrisas en todos los labios, buenas ausencias hechas á personas queridas (por quienes luego hemos emparentado aquellas damas y yo), y, en el fondo del cuadro, unos viajeros que aguardan la salida de la luna para seguir su peregrinación á través de espantosos breñales y del frío desamparo de la noche....
Así fue: á cosa de las nueve nos avisaron que la Casta Diva había aparecido en el humilde horizonte de Cojáyar....; y, acompañados de ella, ó más bien acompañándola nosotros en su melancólico viaje; después de darnos muchas veces por muertos en los malos pasos que ya conocéis, y sobre todo en la famosa vereda puesta de canto y en las cuestas de Mecinilla, llegamos al fin á Murtas sanos y salvos y muy satisfechos de nosotros mismos, aunque yertos de frío, rendidos de cansancio y cayéndonos de sueño.
Eran las once y media de la noche.
.... .... .... .... .... ....
-¡Orden del día para mañana! (díjosenos entonces, más militar que parlamentariamente:) - Levantarse al romper el día. -Oír misa de alba.... (era domingo, y Domingo de Ramos por más señas). - Montar á caballo al salir el sol. - Viaje á Turón.- Almorzar allí.- Excursión á Adra.- Caminata por la orilla del mar.- Llegada á Albuñol...., etc., etc., etc.
Total: -ocho ó nueve leguas de camino.- Pero ¡qué leguas tan bien empleadas! ¡Qué seductora perspectiva! ¡Al fin íbamos al mar! ¡Cómo deseábamos que amaneciera! (I)
Lámina X
....respirábase allí no sé qué paz de los sentidos, que se convertía en paz del alma, y que traía á la imaginación los ideales de silencio, de reposo y de ventura de los poetas....
FIN DE LA CUARTA PARTE
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